El himno de los 18 vecinos
El pueblo que no tiene ni un cable
San Facundo, en el Bierzo Alto, se ha convertido en un modelo de desarrollo sostenible. Sin cables en sus calles y con proyectos tecnológicos que llevará a Fitur.
Si no crees en algo, no puedes ir a ninguna parte. Hablo de San Facundo, por supuesto, pero también del Bierzo».
A San Facundo se llega por la carretera que va de Bembibre y Torre del Bierzo y quien dice esas palabras es el presidente de su Junta Vecinal, Ricardo Vila. Un tipo singular, con don de gentes, que fue picador en la mina y ahora reparte su tiempo entre el bar que tiene con su hermano en el pueblo y recorrer medio mundo para que San Facundo, con apenas una treintena de casas y 18 habitantes censados, esté en la vanguardia como ejemplo de una pueblo sostenible gracias a las nuevas tecnologías y a su riqueza natural.
Apenas pasar el edificio de la Brigada de Salvamento, parte el desvío hasta este pueblo que acaba de estrenar himno y bandera. Es un acceso relativamente nuevo, pagado con fondos Miner, que serpentea escombreras e instalaciones cerradas que dan fe de lo que fue la explotación del carbón en el Bierzo Alto durante más de un siglo. Un paisaje que funde las heridas del negro mineral —hoy cerrado por la reconversión— con bosques de robles y castaños, en un espectáculo natural aún por poner en valor.
Al final del pequeño valle sobresale San Facundo como si fuera una isla idílica, con sus tejados de pizarra y el ruido del agua que baja de la montaña. Y como si fuera Hollywood, en una de las laderas, unas letras llaman la atención. Yo, San Facundo, con un corazón muy grande. Nadie se puede esperar un pueblo así en medio de una cuenca minera, pero es tan verdad como la vida misma. Es una historia real, porque no hay nada más vivo que un pueblo que lucha por transformarse desde su pasado minero a ejemplo de desarrollo rural.
«San Facundo siempre fue un pueblo minero, que tenía algo de ganadería y agricultura de subsistencia», recuerda Ricardo Vila, el presidente de la Junta Vecinal. Vila, que cogió el testigo del pueblo después de ser picador en la empresa Navaleo, recuerda que San Facundo llegó a tener escuela cuando la mayoría de sus vecinos eran mineros. Hasta 30 chavales que venían también de Matavenero —más arriba en el valle— o de San Andrés de las Puentes.
San Facundo estuvo dos años con las calles levanatdas hasta que pudo soterrar todos los cables
También, como dejó escrito Inocencio Ares, el San Facundo minero destacaba por sus cantinas: la de Juan Vila, la del tío Domingo Torre, el aguardiente de Marcelino Alonso, Antolino...
De ese pasado del carbón queda la memoria de las raíces, pero poco más. San Facundo tiene hoy otra vida gracias a una playa fluvial, su gastronomía y a la ruta del Pozo de la Hoyas, que se ha convertido en su gran reclamo turístico, camino de Matavenero.
«Siempre creímos que la mina iba a empezar una decadencia importante, pero nunca en la vida pensamos que pudiera ser lo que ha sido. Que cerrara todo», señala Vila, que el martes parte para Madrid a Fitur, la Feria Internacional de Turismo que se celebra en España. Aunque sean 18 vecinos, Vila cree que es importante que su pueblo esté presente. «Hablas con muchísima gente, y cuando hablas quedan cosas... siempre queda algo».
De esas visitas a Madrid y a otras instituciones, Vila ha sacado la conclusión de que el futuro de San Facundo pasa por las nuevas tecnologías, aunque aún hoy tenga problemas de cobertura. En Fitur conoció de un proyecto que ahora es el más importante a corto y medio plazo: un Open Office, un proyecto que sea sede de empresas tecnológicas en medio del paraíso rural. «Es un edificio único en el mundo donde se va a generar empleo a través de la tecnología», explica el presidente vecinal. «Se ha creado una fundación que lo quiere llevar adelante. Todo puede pasar y no salir, pero detrás hay una inversión y la sede de la fundación es ya San facundo», explica. La iniciativa es pionera y Vila quiere que no se quede sólo en San Facundo. «Sería exportable y podrían construirse más en el Bierzo. Vendría al Bierzo lo que realmente hace falta. Fijar población y generar empleo», insiste.
En San Facundo, el edificio se levantaría en la parte más alta y la inversión superaría el millón de euros. No alteraría su idiosincrasia, «porque va sobre columnas», aclara Vila, que insiste en hablar del proyecto en futuro a corto plazo. «Está hecho de estructuras metálicas y capta energía con placas solares para autoabastecerse. Si no funciona, se quita y la zona queda intacta». Cuando se hizo cargo de la Junta Vecinal nadie le creía en su apuesta por cambiar el San Facundo minero por un ejemplo de desarrollo sostenible. De aquel año, 1995, recuerda como gran logro que el Consejo Comarcal incluyera la ruta del Pozo de las Hoyas en un catálogo de turismo en el Bierzo. Aquel dibujo de la ruta es hoy un grafiti en una de las paredes de una casa de San Facundo, que también sirve de reclamo a los visitantes. Un ejemplo de lo que ha cambiado el pueblo en estas más de dos décadas. Y es que la entrada al pueblo era entonces por la carretera vieja. «La iglesia era entonces la primera entrada al pueblo», explica Vila.
Los hermanos Vila también apostaron por el pueblo abriendo un restaurante en aquellos años, un poco antes, en 1983. Un bar amplio y con una espectacular terraza donde aún se sigue disfrutando de truchas y anguilas.
Ricardo Vila recuerda que cuando entró de pedáneo se marcó una hoja de ruta, «muy ambiciosa». Muchos, añade, pensaron que estaba loco, «pero afortunadamente hemos ido consiguiendo todo lo que nos planteábamos». «Yo quería hacer de San Facundo una ciudad que no dejara de ser pueblo. Dotarlo de todos los servicios posibles sin perder las esencias, y creo que lo estamos consiguiendo», afirma categórico. Pavimentaron las calles, se hizo el nuevo abastecimiento, se construyó la playa fluvial, se enterró el alumbrado público, se controló el agua potable por rayos ultravioleta —algo que no hay en otro pueblo—, o se hizo un aparcamiento para que no entraran coches al casco urbano.
Vila cuenta cada ‘conquista’ como si fuera un hito, y hasta recuerda viajes a Madrid para hablar con Telefónica y Unión Fenosa para que se soterrara también el teléfono. «Tuvimos dos años el pueblo sin asfaltar para lograr meter todos los servicios, porque no íbamos a levantar las calles cada dos días», comenta. El resultado es hoy un pueblo sin cables.
San Facundo, añade, fue uno de los pueblos que aprovechó los Fondos Miner. Calcula que se han invertido «1.200 millones de pesetas», unos 7 millones de euros. «Una cantidad astronómica» para un pueblo tan pequeño, aunque cree que «ha merecido la pena». «En otros sitios han gastado más y no han valido para nada», se defiende.
Iniciativas no faltan, como el encuentro gastronómico de la trucha, el contrapunto al Botillo de Bembibre en primavera, aunque no se haya celebrado estos dos años por la pandemia. O noticias como la bandera y el himno, presentados hace una semana. La nueva sección de Sergio Fernández en las tardes de La 1 de RTVE arrancó en San Facundo el pasado martes. «Es un lugar mágico», explicaba el cocinero madrileño, de madre maragata, horas antes de salir en directo pasada desde este enclave berciano.
El año pasado pasaron por San Facundo 18.000 personas, y eso que fue año de pandemia. «Lo más importante no es que se revitalice; lo que más importantes que no ha perdido el valor que tiene. Hay famosos que quieren comprar casa en San Facundo», concluye Vila, que ha pedido al Ayuntamiento de Torre modificar el plan de urbanismo para poder crecer de manera sostenible. Proyectos no faltan.