CULTURA
El fotógrafo prodigioso
Se convirtió en un imprescindible en el mundo de la moda. Vanity Fair, Vogue, Harper’s Bazaar son algunos de los fetiches que enmarcan imágenes de Mario Gómez en sus ‘frontpages’
Mario Gómez llegó a Ibiza con apenas 18 años y 5.000 pesetas en el bolso. Nada porque, como él mismo recuerda, por aquel entonces —principios de los años 80— un billete de avión podía llegar a las 35.000 pesetas. Eran los años del despegue de la isla como paraíso para la troupe artística mundial y él no se lo pensó dos veces. «No sabía dónde iba ni lo que me esperaba, pero Ibiza me acogió, me quiso y yo la abracé», dice. A los pocos meses de llegar se convirtió en director de relaciones públicas del Ku, la mejor discoteca del mundo y uno de los iconos que hicieron que las pitiusas se convirtieran en el objeto de deseo de la aristocracia internacional. Dinero y fama, arte y cultura encontraron en la isla un continente perfecto para vivir con pasión y libertad. «Y yo estaba allí».
Estaba en el lugar indicado en el momento perfecto. De hecho, su suerte continuó y su determinación hizo que estrellas como The Rolling Stones, Roman Polansky o Harrison Ford se convirtieran en asiduos de sus fiestas.
Dice con tristeza que en los últimos años, el mundo de la moda se ha convertido en un fastfood, comida rápida de fácil digestión, barata y rápida. «Antes cogía seis y siete aviones a la semana. Ahora ya no hay budget (presupuesto) suficiente para pagar la meritocracia. Ahora todo el mundo es fotógrafo y todo se ha vulgarizado», lamenta.
Con el tiempo, su trabajo como relaciones públicas creció y fue entonces cuando comenzó a desarrollar su faceta artística y sus imágenes se convirtieron en portada de las primeras revistas internacionales de moda. Vanity Fair, Vogue, Harpers Bazaar, Elle... ninguna de ellas puede entenderse sin los cuadros de luz con las que Mario Gómez las ha enmarcado. Por su retina han pasado las mejores modelos del mundo. Linda Evangelista, Naomi Campbell, Kristine TurlingtonTodas, sin excepción, fueron inmortalizadas por los fogonazos magistrales de Mario.
Dice con tristeza que en los últimos años, el mundo de la moda se ha convertido en un fastfood, comida rápida de fácil digestión, barata y rápida. «Antes cogía seis y siete aviones a la semana. Ahora ya no hay budget (presupuesto) suficiente para pagar la meritocracia. Ahora todo el mundo es fotógrafo y todo se ha vulgarizado», lamenta.
Renacer en Venecia
Mario Gómez dio sus primeros pasos en el mundo de la creación fotográfica en Venecia. Detrás ya tenía una carrera en la sombra que le había permitido convertirse en la mano derecha de las estrellas de la música. Con él contó Madonna en su gira europea Blond ambition tour, a él se debe gran parte del éxito del dúo que Montserrat Caballé realizó junto a Freddy Mercury para las olimpiadas de Barcelona.
El fotógrafo comenzó a vivir en diferentes países durante los inviernos ibicencos. Se buscó la vida sin parar hasta que desembarcó en Italia. Y allí fue donde, de nuevo, todo comenzó. Mario Gómez lamenta el momento actual, en el que todo está prohibido, en el que la mojigatería, «que llega mayoritariamente desde la izquierda» impide hablar y pensar con libertad. Tal vez por ello aún recapacita cada día acerca del título de un libro que podría publicar el próximo año, Cuando las drogas eran buenas, una frase que podría cambiar para no herir las susceptibilidades de una mentalidad que, a su juicio, es incapaz de discriminar con pensamiento crítico.
«Yo fui durante muchos años fotógrafo de moda. Después, me hice fotógrafo», dice con humildad.
En 1987, hace 34 años, Mario Gómez llegó a Rímini. «Encontré al príncipe Maurice, un príncipe veneciano sin un duro que hacía performances en discotecas. Él fue la primera persona que fotografié», recuerda con nostalgia mientras explica que en aquel momento no había posibilidad de retocar las fotografías. «Si hacías una buena foto, era una buena foto», remacha Gómez, que antes de convertirse en una estrella del mundo de la moda vivía de realizar imágenes a las gogós de las discotecas de la rivera italiana. «Yo lo hacía todo. Las maquillaba, las vestía y creaba el escenario para la imagen», subraya.
Fue de esa manera que comenzó a fraguar una intensa relación con algunas de las agencias más importantes en Italia y España y trabajó para Esquire, People USA, Muse, Esquire, Elle, Madame Figarò, Vanity Fair, Glamour o GQ. Durante todos esos años, su cámara capturó la imagen de modelos como Eva Herzigova, Karlie Kloss, Marpessa, Paz Vega, Eva Longoria, Ines Sastre, Bianca Balti, Tyson Ballow, Andres Velencoso y Jon Kortajarena. «Yo fui durante muchos años fotógrafo de moda. Después, me hice fotógrafo», dice con humildad. Reflexiona que si bien al principio su fascinación por la moda captó totalmente su atención, con el tiempo eso pasó a un segundo plano y se enamoró de la fotografía en sí misma. «Ahíme volví fotógrafo sin apellidos. Mario Gómez confiesa que para él fue sencillo acceder a la moda por todos los contactos que tenía. «Me conocían como Mario de Ibiza y todos, desde Valentino a Alexander McQueen pasando por los Dolce & Gavanna, lo primero que hacían al llegar era llamarme, con lo que me costó mucho trabajo dejar de ser Mario, fotógrafo de moda a Mario fotógrafo», revela.
La primera vez que le contrataron para un catálogo fue a las cinco de la mañana. «Alguien llegó y me preguntó si era fotógrafo» y él, que siempre dice sí, no cambió de parecer en esa ocasión. Y todo se disparó. «Empecé a trabajar en Alemania, en París, en Nueva York, en Milán... y tenía un agente en cada sitio. Ahora, vive entre Italia y España, donde realiza fotografías para numerosas revistas de moda. Ha trabajado en campañas publicitarias de Corneliani, Laura Biagiotti, Pantene, Garnier, Telecom, TIM, Mediaset, Rebecca Gioiell o, Morellato.
Recuerda con nostalgia los tiempos en los que las imágenes de moda eran icónicas, aquellos en los que había modelos como Linda Evangelista, Naomi Campbell o Eva Herzigova. «Ahora, hemos pasado de eso a Chiara Ferragni», dice con tristeza.
Además, Mario Gómez ha comenzado a profundizar en su vertiente más artística, para lo que ha emprendido su vocación centrado en el viaje. De esta manera, ha descubierto nuevas miradas de paisajes naturales y humanos en países como Brasil, Cuba o China. «Ahí es donde realmente aparece el Mario artístico porque la moda es un poco trabajo precocinado», subraya. Añade que para hacer una buena fotografía en el mundo de la publicidad se requiere un buen maquillador, un estilista y una modelo, con lo que el producto final puede ser concebido de antemano. «Sin embargo, en la foto robado, todo se ciñe al fotógrafo y a la persona que retratas», dice Mario, que se considera retratista, más que de skylines.
Recuerda con nostalgia los tiempos en los que las imágenes de moda eran icónicas, aquellos en los que había modelos como Linda Evangelista, Naomi Campbell o Eva Herzigova. «Ahora, hemos pasado de eso a Chiara Ferragni», dice con tristeza. El creador lamenta que la profesionalidad se ha acabado con las influencer, que no respetan la industria como antes se entendía.
Mario Gómez ha comenzado a escribir su primer libro, que de momento, llevará por título Cuando las drogas eran buenas. En él reflexionará acerca de un mundo que se terminó por la avalancha de lo políticamente correcto y el puritanismo reinante.