En el 500 aniversario de la imprenta en León
Libros de León que nunca fueron de León
Hubo un ‘segundo’ León del que pocas veces se habla, y ello a pesar de la considerable importancia que tuvo en su día en ámbitos culturales. La sombra de León de Francia ha planeado siempre sobre la historia de la imprenta leonesa. Son los libros del ‘otro’ León que obligaron a añadir el origen de Francia y España para que no quedaran dudas
España duplicó en América muchos de los nombres de sus comarcas y ciudades, que han acabado teniendo mucha más población que las de la Península. Hay otro Guadalajara en México, otro Santiago en Chile, otro Mendoza en Argentina, otro Cartagena en Colombia, y así ad infinitum. Por eso nada extraña que haya un León en Méjico, otro en Argentina, otro en Nicaragua, y que lo haya hasta en los estados norteamericanos de Iowa, California y Wisconsin (aunque en estos casos, sin parentesco alguno con el topónimo español).
Sin nada que ver con todos los anteriores, hubo también un ‘segundo’ León del que pocas veces se habla, y ello a pesar de la considerable importancia que tuvo en su día en ámbitos culturalmente tan notables como el de la imprenta, el comercio de libros, la bibliografía…, y hasta en el más inmediato de todos: el de la simple y diaria noticia en un periódico.
Por ejemplo:
El 27 de junio de 1868 el diario de Santander La Abeja Montañesa incluía un interesante suelto en el que se leía:
«Higiene de los baños.— En esta época del año, en que reina un calor ecuatorial, todo el mundo toma baños fríos. La Salud Pública, periódico de Leon, publica á este propósito las siguientes líneas, que nos apresuramos á reproducir:» (sigue una amplia serie de consejos sobre el baño en aguas frías).
Tan elevado fue en su día el número de libros con pie de imprenta León [de Francia] que cuando en 1668 Agustín Ruiz de Valdivielso establece imprenta en León deja testimonio expreso, al pie de portada, de que el volumen ha sido esta vez «Impresso en Leon de España»
El mismo, idéntico texto pudo leerse cuatro días más tarde en el periódico de Gijón El Norte de Asturias, y al día siguiente, 2 de julio, texto también completo, al pie de la letra, en El Diario de Córdoba.
La Salud Pública, periódico de León. Nunca hubo aquí tal periódico, porque ese tal no se publicó en León, España, sino en Lyon, Francia, topónimo hispanizado, ya desde el siglo XV, como León (de Francia), si bien —como es aquí el caso— no siempre ni mucho menos constaba expreso el apéndice ‘de Francia’.
La cosa venía ya de lejos, y es que, como escribió en su día Martín Fuertes, colega en el recuerdo, «la sombra de León de Francia ha planeado constantemente sobre la pequeña historia de la imprenta leonesa, con especial incidencia sobre sus primeros siglos de andadura.»
Siglos, ciertamente. Al pie de la portada, por ejemplo, de las Constitvciones synodales del obispado de Calahorra, año de 1555, se deja constancia de que la impresión se ha llevado a cabo «en la muy Insigne Ciudad de Leon», léase Lyon. Otro tanto cabe decir de varios cientos de títulos, cuya sola relación no cabría, ni con letra muy pequeña, en las páginas de este diario: Danza general de los muertos («Impresso en León por Pedro Compadre y Blas Guidon, 1548»); Svmario de las guerras civiles, y cavsas de la rebellion de Flandes, de Pedro Cornejo («en Leon, en casa de Phelipe Tinghi, 1577»; Idea del buen pastor, de Francisco Núñez de Cepeda («en Leon, a costa de Anisson, y Posuel, 1682»); Horacio Español, de Urbano Campos («en León, por Anisson & Posuel, 1682»); etc.
Perduró así esa costumbre tipográfica de las imprentas de Lyon en numerosos libros y folletos españoles (o para un público español) hasta bien entrado el siglo XVIII, e incluso hasta los primeros decenios del XIX: en el Arte de hablar bien francés, de Pedro Nicolás Chantreau, se lee al pie de portada: «Leon, Año 1811, Imprenta de J. M. Boursy y Cª»; y el Diccionario italiano-español y español italiano, de Vicente Nanni, va fechado en «Leon: Libreria de B. Cormon y Blanc, 1821».
Ello dio lugar desde antiguo a muchos errores de atribución local y catalogación bibliográfica, entre otros, y por lo que a las imprentas leonesas respecta, los que el propio Bravo Guarida cometió, atribuyendo a León varias ediciones de los siglos XVI y XVII hechas en la ciudad francesa. En su descargo, conviene tener en cuenta la fecha de su obra, 1902, y los medios de cotejo y consulta que en aquellos años había. Aun así, algo podía haberse sospechado también entonces a la vista de los nombres y apellidos de los impresores que constaban en los pies de imprenta, nada leoneses ninguno de ellos: Possuel, Grypho, Tinghi, Anisson, Geverdo, etc.
Tan elevado fue en su día el número de libros con pie de imprenta León [de Francia] que cuando en 1668 Agustín Ruiz de Valdivielso establece imprenta en León y aquí imprime al año siguiente las Ordenanzas para el govierno desta mvy noble, y muy mas leal civdad de Leon, deja testimonio expreso, al pie de portada, de que el volumen ha sido esta vez «Impresso en Leon de España». Al parecer, era importante dejar las cosas claras y evitar equívocos.
El más enigmático de los impresos editados en el ‘otro’ León es sin duda también el más famoso, o al menos el que ha hecho correr más tinta, dado que forma parte importante de la ‘leyenda negra’ de Felipe II. Atribuido a Antonio Pérez, el secretario felón de este monarca, lleva por título Pedaços de historia, ô Relaçiones, assy llamádas por sus Auctores los Peregrinos. Al pie de portada se lee: Impresso en Leon.
No tiene fecha, pero todo indica que estaba saliendo de imprenta en el otoño de 1594. Clemente Bravo lo creyó impreso en nuestra ciudad, pero no hay duda de que el pie de imprenta es falso (una máscara nada infrecuente en la época cuando se buscaba eludir censuras, prohibiciones y responsabilidades). Lo cierto es que ya la misma dedicatoria, al conde de Essex, valido de Isabel I de Inglaterra, es dato suficiente para descartar el libro como obra de nuestras imprentas. Todo parece indicar que se imprimió en Londres, probablemente por Richard Field, que fuera impresor de tres poemas de Shakespeare, y desde luego por alguien muy poco o nada versado en lengua castellana, hasta el punto de que la fe de erratas (muy numerosas) va precedida por esta nota: «Yerros de la Impression sin algunos otros de la Orthographia Española, y apuntamiento, que al que supiere bien la lengua, sera façil enmendar los.»