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Entrevista al físico del Csic

Antonio Turiel: "La opción al ecofascismo es el colapso y empieza a haber probabilidades de sufrirlo en unos pocos años"

El físico Antonio Turiel no pone anestesia en un discurso para el que casi ninguno de nosotros está preparado. Advierte que nuestro modo de vida está a punto de desaparecer y ve con asombro cómo la sociedad prefiere seguir de espaldas a la realidad. «Hay cuatro posibilidades: ecofascismo,  neofeudalismo, el colapso o vivir con un 90% menos de lo que tenemos». Añade que hay que elegir ya. Y que el crecimiento infinito no es posible.

El científico leonés Antonio Turiel. FERNANDO OTERO PERANDONES

León

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Hace 50 años ya se avisó de que llegaríamos al máximo de los combustibles fósiles y de uranio . «Ya hemos llegado». El físico Antonio Turiel advierte antes de estrecharme la mano : «¿Estás segura de que quieres mantener esta conversación? ». No lo dice en balde. De hecho, si siguen leyendo a partir de ahora, las expectativas que durante todo el año han acumulado para este mismo verano se verán alteradas de manera decisiva.  

El científico leonés es un poco Casandra, la figura troyana. La única diferencia es que sus pronósticos los dicta la ciencia, no la fatalidad concedida por los dioses. «Las fuentes de energía se acaban; el gas está a punto de comenzar a caer y las renovables no tienen ni de coña la capacidad que se pretende decir que tienen. Además, necesitan muchos materiales y combustibles fósiles» ...

—¿Entonces?

—Es que lo que estamos haciendo en Europa es dar la ilusión de que vamos hacia una transición suave cuando hay que hacer una brusca que conlleve un cambio de modelo social. 

Antonio Turiel, investigador del CSIC en el Instituto de Ciencias del Mar, es el autor de obras como Petrocalipsis y lleva un decenio estudiando la situación de los recursos energéticos. Tiene, por lo tanto, ventaja frente a todos nosotros porque ha viajado al futuro y ha regresado. 

¿Qué nos dice a termodinámica de lo que nos espera de aquí a diez años?

—Las leyes de la termodinámica son neutras, pero imponen limitaciones. Te dicen qué no vas a hacer, así que lo que hagamos o no hagamos va a depender de nuestras propias decisiones. Lo que sí dice la termodinámica es que no vamos a seguir creciendo porque hay una imposibilidad que es física, geológica e incluso me atrevería a decir biológica, porque tiene que ver con el funcionamiento de los ecosistemas.

Más adelante, el experto se referirá a las crisis energéticas que han puesto a varios países en una situación semejante a la de la distopía de Mad Max, como Sri Lanka, y de otros que están a punto de vivir una situación parecida. 

—Ya, pero somos como los tiburones, que si no avanzan, mueren...

—Es que este es un modelo económico orientado hacia el crecimiento. No paramos de escuchar lo que tiene que crecer el PIB un país para crear empleo. Además, está tan metido en el discurso que los sindicatos también lo hacen suyo. 

—¿Ya no es posible crecer?

—No. La primera ley de la termodinámica, lo que te dice es que la energía ni se crea ni se destruye.

—Pero se transforma.

—Pero es que la gente no entiende lo que eso significa. Te dicen: ¿Entonces por qué se pierde la energía? Porque hay una diferencia entre la energía y exergía, que es la energía útil, la que puedes aprovechar para hacer cosas. Lo que pasa cuando utilizas una fuente de energía es que se convierte en trabajo inútil, en energía inútil, en calor, energía anárquica que no puedes utilizar.

—¿Cómo funciona el sistema capitalista con la primera ley de la termodinámica?

—Jajaja. Pero qué preguntas tan sencillas ¿no? El capitalismo es un sistema lineal, abierto, que se basa, como hemos dicho en el crecimiento continuo.

—O sea, que científicamente, el capitalismo caducó hace medio siglo.

—Es que el capitalismo asume que siempre va a haber una cantidad infinita de energía disponible. Entonces, cuando la termodinámica te dice que no, que la energía es finita, pues lo lleva mal.

—Sin embargo, ha tenido crisis y ha salido invicto. ¿Por qué en esta ocasión será diferente?

—El capitalismo ha tenido crisis recurrentes que incluso han sido provocadas por el capitalismo mismo cuando la producción supera la capacidad de consumo, pero esta es diferente. Ya tuvimos un aperitivo en 2008 y ahora se hace más intenso.

—O sea, que los economistas no se quieren enterar de lo que pasa.

—Es que ellos lo siguen viendo como un problema entre la oferta y la demanda. Se basan en una hipótesis que no es una ley pero que se toman como tal: el principio de infinita sustitubilidad de los factores de producción, que quiere decir que cuando algo falta siempre se encontrará un sustituto adecuado a un precio razonable. Ahora, son perfectamente conscientes de que eso lleva a un colapso del sistema. 

—¿Puede el capitalismo adecuarse a las nuevas circunstancias o el sistema debe cambiar de manera absoluta?

—Contrariamente a lo que se dice, lo que caracteriza al capitalismo es el hecho de que el capital tiene una tasa de ganancia, es decir, tú tienes un dinero y tienes derecho a que te den una cantidad extra de dinero por invertirlo. Las tasas históricas de ganancia del capital son del 3% anual. Esto es lo que no se puede mantener, es decir, el crecimiento infinito no es posible. 

Sri Lanka es el ejemplo de país que ha colapsado. EFE

—¿No hay salida?

—No si seguimos como hasta ahora. Una posible sería evolucionar hacia un ecofascismo, un sistema autoritario en el que se imponga un autoritarismo compatible con los límites del planeta, pero de una manera represiva. Creo que vamos en esa dirección. No olvidemos que vivimos un proceso de militarización de las conciencias con la guerra de Ucrania con la vista puesta en el norte de África.

—Espera, ¿Lo que dices es que el aumento del gasto en Defensa está destinado a invadir el norte de África para quedarnos con sus recursos?

—Si, de hecho ya hemos hecho muchas cosas en ese sentido. Un ejemplo es la guerra de Malí, que estaba dirigida no hacia ese país sino hacia Níger y las tropas francesas se han retirado de allí para centrarse exclusivamente en Níger, por las minas. A medida que otros países tengan problemas, como Argelia o Nigeria, vamos a meter las narices sin ninguna duda.

—¿Qué pasa con Argelia?

—En 2016 escribí un post en mi blog que se llamaba Tres preguntas. Una de ellas era si íbamos a invadir Argelia. Si necesitamos gas es buena idea decir que vamos a llevarles la democracia.

—¿Cuál es la opción al ecofascismo?

—El colapso y empieza a haber probabilidades de sufrirlo en unos pocos años.

—¿Cuántos?

—No muchos, dos o tres años, como ha hecho Líbano o en Sri Lanka, que se ha caído en dos meses. Puede que no lo sepas porque de eso no se habla y, sin embargo, estamos en una situación en la que la Agencia Internacional de la Energía acaba de decir —hace diez días— que este mismo verano va a faltar combustibles en todo el mundo y particularmente en Europa.

—¿La energía renovable, ahora que el dinero europeo va a servir para llenar España de aerogeneradores no es una posibilidad real?

—No, y además los parques no se van a poder terminar porque no hay materiales suficientes. El destrozo de los ecosistemas lo van a hacer, por supuesto, y en sitios que son vitales para la supervivencia de la gente. ¿Qué va a pasar cuando veamos que las promesas no se han cumplido? ¿Qué, cuando se den cuenta de que no tiene combustible, de que todo es tan caro que no podrán acceder a nada? Muy contentos no vamos a estar. El resultado será la aprobación de decretos de excepción, que darán atribuciones adicionales, especiales al poder.

—Ya pasó con la pandemia.

—Sí, ya está ahí. Esa es la ruta más probable a la cual nos dirigimos. 

—No sé si preguntarte por la tercera.

—Pregunta, pregunta. ¿La quieres escuchar?

—Siempre es mejor conocer lo que nos espera.

—Si las cosas se degeneran demasiado rápido, a lo que iríamos es a un neofeudalismo. El Estado se divide y en cada uno habrá un pequeño reino de taifas, cada uno de ellos gobernado por un señor de la guerra. 

—¿Cuál es tu propuesta para que ninguna de ellas se haga realidad?

—Un sistema democrático de decrecimiento fuerte con unos principios diferentes: ecofeminismo, socialismo o como lo quieras llamar.

—¿Qué implicaciones tiene?

—Habría que ocupar un espacio cultural al que resulta difícil acceder porque el capitalismo tiene la hegemonía del discurso. 

—Eso es desmontar nuestra percepción de la vida, nuestra cultura...

—Sí, es cierto. Es que el capitalismo decide de qué se puede y de qué no se puede hablar. Es un tabú. Y nosotros mismos nos autocensuramos porque si criticas el capitalismo no vas a ligar mucho. Aprendemos bastante pronto que no está bien criticar el capitalismo. Una pequeña crítica, vale, pero a partir de un determinado pronto, ya no vale. 

—¿Cómo se hace una transición si no nos queda tiempo?

—Nadie lo sabe y por eso estamos donde estamos. Lo único que sabemos es que si seguimos por este camino, acabaremos colapsando hacia un ecofascismo en el mejor de los casos y hacia un neofeudalismo en el peor. Ya hay ejemplos.

«El colapso llegará en dos o tres años, como ha pasado en Líbano o en Sri Lanka, que han caído en dos meses. Hace diez días la Agencia Internacional de la Energía dijo que este verano  faltarán combustibles en todo el mundo»

—¿Cuáles?

—Libia, por ejemplo. 

—¿Cómo afectará el petrocalipsis al racionamiento de comida?

—Está pasando ahora mismo. La pandemia detuvo el proceso, nada más. En este momento hay muchas cosas que están funcionando muy mal. La primera es la producción de diésel. Por sus características, no se puede producir tan fácilmente. El petróleo llegó a su máximo de producción en 2005. 

—¡Hace 17 años!

—Exacto. Lleva estancada con una ligera tendencia a la baja que ahora va más deprisa. Para compensarlo, se han metido los biocombustibles, que gastan tanta energía en producirlo que la que luego te devuelve.

—¿No hay energía neta disponible?

—No, porque se gasta tanto como lo que sale. Se hacía simplemente por la subvención y ahora, por un mandato que marca que un 7% del poder carburante tiene que ser biocombustible. Era una alternativa imbécil porque, además, si destinásemos todas las cosechas a producir biocombustibles sólo podríamos llegar a 15 millones de barriles diarios frente a los cien que se consumen hoy en día. Y eso, quedándonos sin comer.

—¿Hay otra posibilidad?

—Las arenas bituminosas del Canadá y petróleos extrapesados de Venezuela.

—¿Qué es eso?

—Una especie de alquitrán mezclado con tierra. Se arrasó un bosque boreal en Canadá para sacar ese alquitrán que luego combinan con gas natural en un proceso carísimo que consume un montón de agua para convertirlo en petróleo. 

—¿Tiene más rendimiento que el biocombustible?

—No. Es muy bajo y además tiene límites y es muy corrosivo. El tercero es el fracking, con el que siempre se ha perdido dinero. Era una burbuja porque se pusieron demasiadas expectativas. En el 2015 ya se dieron cuenta de que no había manera de ganar dinero con eso.

—Pero se siguió explotando ¿verdad?

—Si, porque en 2016 ganó Donald Trump y por nacionalismo energético empieza a dar exenciones fiscales y el fracking remonta hasta que las grandes empresas quiebran, deja 300.000 millones de dólares en pasivos, en deuda.

—¿Qué ocurre a partir de 2018?

—Tocamos máximos, con 88,5 millones de barriles diarios, sin contar el gas natural. Ha ido bajando y la Opep dice que no puede producir más. Y, además, desde 2014 las compañías petrolíferas y gasísticas han reducido un 60% la inversión en busca de nuevos yacimientos. Al año se encuentra el equivalente a cinco mil millones de barriles pero se consumen unos 36.000 millones.

—¿Qué va a pasar?

—Pues que a principios del año que viene se quedarán sin despensa y no queda nada más. Además, a esto se suma la guerra, con lo que caeremos un 6 o un 7%.

«El plan RepowerEU, que considera necesario acabar con toda la dependencia de los hidrocarburos rusos, dice que si los países del norte racionan, nosotros tendremos que racionar también y darles nuestro excedente. nos vamos a quedar a dos velas»

—¿Qué dice la Agencia Internacional de la Energía?

—En sus últimos informes, asegura que si falta inversión, la producción de petróleo podría caer hasta 2025 un 50% respecto a los máximos. Esto, en el peor de los escenarios. En el mejor, a lo mejor es un 20%, una caída que no hemos visto desde la Segunda Guerra Mundial. 

—Dices que el diésel se acaba este verano.

—Es que falta petróleo de calidad y las empresas no invierten porque saben que no lo van a rentabilizar. En toda la costa este de Estados Unidos calculan que se quedarán sin diésel ni queroseno para los aviones de aquí a dos semanas. En el Reino Unidos ya están racionando y en Hungría, pero esto no sale en los periódicos. Además, en una veintena de países ya no hay gasóleo y hay revoluciones, como en Sri Lanka. Faltan alimentos, medicinas y la gente está muriendo. También pasa en Laos, en Pakistán, con la bomba atómica. Tienen cortes de electricidad de diez horas al día. Kazajistán, octavo exportador de trigo del mundo y el 42% del uranio del mundo, y ha dejado de exportar, igual que la India. En Irán, la gente quema las tiendas porque no hay pan. Senegal, Nigeria ha suspendido sus vuelos domésticos porque no tiene diésel. A estos se unen Perú, Argentina, Bolivia... Y en este contexto, llega la guerra. Todo escasea porque no hay diésel para extraer materiales. 

—¿Ya hay crisis alimentaria?

—La falta de diésel ha provocado un parón en la producción de fertilizantes. En octubre, la FAO ya anunció que íbamos a una crisis alimentaria de proporciones globales. Hace dos meses, el Banco Mundial dijo que habíamos pasado de crisis a catástrofe alimentaria que iba a afectar este mismo año, probablemente hacia el otoño, al 40% de la población del mundo y queda trigo para ocho semanas, que coincidirá con el final de la cosecha.

—Esto va a crear tensiones graves.

—Por supuesto. Recordemos la Primavera Árabe. Pagaremos más por el grano, pero ¿Qué pasará con Egipto y el Canal de Suez? ¿Y con Argelia y Marruecos? Son países muy poblados y, en el caso de Argelia, armado hasta los dientes. 

—Y aquí, una inflación disparada.

—El encarecimiento fuerte será sobre los alimentos más básicos: plan, leche y verdura fresca. La UE vive muy ensimismada, pero ahora no puede sustituir el gas ruso y Rusia está cortando el cordón umbilical con muchos países europeos y dirigiéndolo hacia China. 

—¿La nuclear es una solución?

- No. Podemos fijarnos en Japón, donde el gobierno ha dicho a las familias que se junten en una habitación para ver la televisión para ahorrar energía. No les va a llegar porque no hay uranio, con lo que la producción nuclear, de la que dependen, también se acaba.

—¿Por qué defienden la creación de mini centrales nucleares?

—Eso lo dice Francia con toda la caradura del mundo porque tiene un problema de aprovisionamiento de uranio y la mitad de sus centrales están paradas. 

—¿Por eso ahora hablan de la solución españo la?

—España está bombeando gas como nunca hacia Francia porque está con el agua al cuello. Ahora dicen que van a construir 14 reactores que es una manera de subvencionar a EDF para que no quiebre y estos reactores no se van a construir nunca.

—Y en este momento, Bruselas aprueba el plan RepowerEU. 

—Si, y en ese paquete la UE dice que vamos a incrementar el uso del carbón para suplir el gas ruso. Será sólo durante los próximos 15 años, dicen con toda la hipocresía del mundo, cuando tendríamos que cerrar todo en ocho y, al mismo tiempo dejan de hablar de lucha contra el cambio climático para hacerlo de seguridad energética.

—¿Habrá apagón este verano?

—Si. Y, si no, en invierno. 

—¿A España le afectará?

—Si Red Eléctrica hace bien su trabajo, no. España está poco interconectada y si se corta en los Pirineos se podría parar. Pero eso podría crear más inestabilidad en el norte.

—¿Nos van a dejar?

—Ya veremos. 

«Si las cosas se degeneran demasiado rápido, a lo que iríamos es a un neofeudalismo. El Estado se divide y en cada uno habrá un pequeño reino de taifas gobernado por un señor de la guerra»

—Lo digo por las medidas del plan europeo de abastecer al norte con los países bien abastecidos, nosotros.

—El plan RepowerEU, que considera necesario acabar con toda la dependencia de los hidrocarburos rusos, dice que si ellos racionan, nosotros tendremos que racionar también y darles nuestro excedente.

—¿Llenar toda la cordillera cantábrica de aerogeneradores puede paliar el problema?

—No pueden hacerlo porque no tienen materiales. Además, la energía producida no se podrá meter en la red, con lo que tendrán que poner fábricas de hidrógeno. Van a intentarlo, gastarse una millonada y construirán la cuarta parte de lo que tienen pensado antes de que todo se vaya a la mierda. Mientras, destrozarán la montaña. La UE reconoce que no tiene suficiente capacidad renovable como para producir hidrógeno. España tendría que multiplicar por 25 su producción actual de electricidad con medios renovables, lo cual es imposible, no se puede hacer de ninguna manera. ¿Y estamos hablando de exportar fuera? Pues nos vamos a quedar a dos velas. 

—De eso hablas en el artículo sobre colonialismo energético.

—Exactamente.

—¿Qué nos darán a cambio de convertirnos en colonia?

—Esa no es la pregunta. La pregunta es a quién se lo van a dar. A ti y a mí, desde luego que no.