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Los secretos de los últimos días de Franco
Fue presidente del Gobierno en un momento clave para la historia de España y se convirtió en el puente entre el deceso del franquismo y el montaje del mecano que llevaría a España hacia la democracia. El archivo de Carlos Arias Navarro se encuentra en La Robla y revela secretos que ayudan a entender las claves de la Transición
Comenzaba el otoño de 1975 cuando Francisco Franco firmó las últimas penas de muerte que tendrían lugar en España. Las ejecuciones se produjeron el 27 de septiembre en Madrid, Barcelona y Burgos, lugares en los que fueron fusilados tres miembros del FRAP —José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz— y dos de ETA político-militar —Juan Paredes Manot ‘Txiki’ y Ángel Otaegui—.
Los sucesos provocaron una ola de protestas y condenas contra el Gobierno español en toda Europa y varios países llamaron a consultas a sus embajadores... Los estertores del franquismo y los primeros pasos de la democracia se caracterizaron por una delicada y frágil red de movimientos políticos que ha pasado a la historia como la Transición y se ha convertido en un ejemplo y una excepción en la historia de España.
Algunos de sus protagonistas están vivos. Otros ya no pueden contar su papel en uno de los momentos más cruciales de la civilización europea.
Carlos Arias Navarro fue el último presidente del gobierno con Franco y el primero con Juan Carlos I. Ejerció su papel entre 1973 y 1976, pero antes ocupó, entre otros, los cargos de gobernador civil de León, alcalde de Madrid y ministro de la Gobernación. Durante la guerra civil, su papel en la represión le valió el calificativo de ‘carnicerito de Málaga’ y, como director general de Seguridad entre 1957 y 1965 conoció todos los secretos del régimen. Su voz, por lo tanto, es una de las que componen la sinfonía del siglo XX en España.
Y, sin embargo, durante 17 años, su archivo personal, profesional y oficial ha permanecido silente en la biblioteca de la Fundación de la Hullera Vasco Leonesa. Su relación familiar con la familia Del Valle —se casó con María de la Luz del Valle Menéndez— hizo que Antonio del Valle, cuñado suyo, custodiara a partir de 2005 los documentos del político. Para ello, la Fundación de la Hullera Vasco Leonesa reformó uno de los edificios del centro de formación y abrió un centro de documentación, donde desde entonces se custodian las bibliotecas personales del expresidente del Gobierno y el presidente de la Hullera, amén de sus archivos.
Los documentos que hoy DIARIO DE LEÓN muestra narran a través de cartas, notas de trabajo y documentos oficiales unos días que fueron decisivos para el cambio de rumbo de la historia.
Entre los documentos que se conservan en este registro —que ahora pertenece al Centro de FP Virgen del Buen Suceso, propiedad tanto de Alfa Formación y Consultoría como de Aspasia— se encuentran las cartas que Carlos Arias Navarro recibió de varios presidentes y primeros ministros europeos tras los fusilamientos de 1975. Especialmente reveladoras son las del por entonces canciller alemán, Helmut Schmidt, y el primer ministro británico, Harold Wilson. Las misivas de ambos están fechadas el 8 de octubre, once días después de las ejecuciones y con el regreso de los embajadores —fueron llamados a consultas— poco después.
La redacción de las cartas —tanto las que España recibe como aquellas en las que da respuesta a las críticas— demuestran el estado zombie en el que ya se encontraba el régimen franquista, que pocos días después, presa de su propia debilidad, convocaba una concentración ante el Palacio de Oriente para sacar músculo ante el mundo.
Tanto Harold Wilson como Helmut Schmidt le dicen a Arias Navarro que están preocupados por la manera con la que España gestiona la lucha contra la violencia —el FRAP acaba de asesinar a tres personas y ETA llevaba ya 43 muertes en su nómina— y esperaban que «sin tratar de intervenir en los asuntos internos de España», el régimen hiciera lo posible por «respetar las consideraciones humanitarias y los principios de los derechos humanos, en particular el derecho a un juicio público y las garantías necesarias para la defensa de los acusados».
Pocos días más tarde, el 17 de octubre, Carlos Arias Navarro firma sendas cartas para los premiere británico y alemán en las que les acusa de dar alas a los terroristas: «Las campañas que la mala voluntad unida a una defectuosa información han creado en ciertos países contra España, además de carecer de un fundamento real, pudieran prestarse a que los terroristas las vieran como una forma de comprensión y aún de apoyo moral a sus delitos».
Garrigues y la Ley de Reforma Política
Uno de los documentos más interesantes da fe de la preocupación de don Juan Carlos respecto a la posición que Arias Navarro tomaría sobre el referéndum de Reforma Política. Se trata de una carta enviada por el que por entonces era ministro de Justicia, Antonio Garrigues Diez Cabañate, en la que trata de convencerle de dar carpetazo al pasado.
Así, cabe destacar la defensa de que la votación se produjera antes del 15 de julio y no en la fecha en la que finalmente tuvo lugar, el 15 de diciembre. La carta no está fechada, si bien tuvo que ser anterior a julio, mes en el que se produjo el cese como presidente de Arias Navarro. La misiva de Garrigues explica entre los motivos para no dilatar la consulta la «legitimación popular de la Monarquía y de su primera Gobierno, aunque sea de manera indirecta».
Añade el político que hay que tener en cuenta el incremento de la inflación, que según su análisis, aumentaría en los meses siguientes, así como el viaje de los reyes a Estados Unidos: «Reforzaría su posición, autoridad y legitimación», defiende.
Asimismo, recomienda a Arias Navarro que las preguntas que se hagan a los españoles sean concretas, pero «genéricas». Hay que recordar que este referéndum suponía la derogación tácita del sistema político franquista y la convocatoria de elecciones democráticas, extremo que explica las palabras del ministro de Justicia. «El someter preguntas concretas tendría además la ventaja de poder formular algunas otras sobre temas no abordados en los proyectos ya redactados, como la notificación del punto XIII del Fuero del Trabajo y otros que se estimen convenientes o necesarios».
El Título XIII del Fuero del Trabajo franquista hacía referencia a los sindicatos verticales, es decir, a la prohibición de los sindicatos de clase. «La fórmula que propongo permitiría recabar una autorización expresa y global, ya que para confeccionar un texto constitucional único, ya para coordinar lo nuevo con lo viejo, respetando la estructura plural de las Leyes Fundamentales pero, en todo caso, sin incurrir en contradicciones casi imposibles de evitar con el sistema que estamos siguiendo», dice en otro de los párrafos. Queda de este modo clara la oposición del jefe del Ejecutivo de la Monarquía de que los cambios fueran tan rápidos y profundos.
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La prueba de que Franco murió antes del día 20-N la escribió Arias Navarro en su agenda
Cristina Fanjul
El enfrentamiento queda incluso más claro en otro de los puntos de la carta, en el que Antonio Garrigues parece justificarse con el fin de mostrar a Arias Navarro su fidelidad: «Antes de terminar, permíteme que te reitere que esta carta está dictada exclusivamente por razones de mi lealtad y de mi responsabilidad, convencido como estoy de que, con todos los errores de apreciación posibles, la fórmula que propongo es ortodoxa y viable conforme a las Leyes Fundamentales vigentes y que, además, es una vía que nos permitiría dar cumplimiento exacto al propósito del Gobierno de llevar a cabo la reforma sin ruptura».
La cuestión del Sahara
El frágil equilibrio que ya por entonces mantenía el príncipe —tanto con la oposición al régimen como con las propias fuerzas del régimen, el llamado búnker, tuvo entre sus principales problemas la cuestión del Sahara. Uno de los documentos más valiosos del archivo es la carta personal en la que el general Gutiérrez Mellado, que habría de ser el primer ministro de Defensa y que aquel año de 1975 ocupaba el puesto de delegado del gobierno en Ceuta, ofrece al presidente una serie de consejos sobre la gestión del asunto del Sáhara, las relaciones con Marruecos y Argelia y la depuración de corrupción en el Ejército.
La carta está rubricada el 8 de agosto de 1975 y en ella Gutiérrez Mellado se muestra defensor de la causa marroquí frente a Argelia. Esta inclinación podría ser analizada hoy en día en relación al acuerdo al que poco después, el aún príncipe llegó con Henry Kissinger de apoyar a Marruecos a cambio de la ayuda de Estados Unidos al proceso de democratización de España y a la monarquía.
Gutiérrez Mellado cree que considerar al Sahara como una provincia española, con procuradores en Cortes fue «un error» y lamenta que el descubrimiento de minas de fosfatos —«una tragedia»— provocara el comienzo de las inversiones de España en este territorio y manifiesta que el gasto en la gestión civil y militar en el Sahara no compensa las ganancias que los minerales pudieran ofrecer a la economía española.
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Rogelio Blanco: «El Estado ha de custodiar los archivos de los presidentes»
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Asimismo, el militar muestra su oposición al proceso de autodeterminación iniciado en 1973 y advierte de la «guerra santa» de Marruecos, si bien al tiempo informa de la viabilidad de seguir negociando con el país alauita. «Argelia empieza un proceso sinuoso y falso y saca una criatura, el Frente Polisario, que le permita abogar por la autodeterminación, que en la práctica sería apoderarse de ese territorio». Asimismo, refuerza la idea en la opción marroquí y le dice a Arias Navarro que «no nos conviene nada» que Hassan aparezca como derrotado. Alerta además de la posibilidad de una guerra con Marruecos, en la Argelia aprovecharía para atacar, mientras que la opción de que un acuerdo con Marruecos lleve a un enfrentamiento con Argelia «no es probable». «No quiero ni pensar qué sería un gran Magreb dirigido por Argelia, con Hassan caído, dominando el Sahara e incluso Mauritania bajo un régimen socialista».
Proyecto de Memorias Y discusión con Juan Carlos
Un conjunto de cuartilla manuscritas muestran la voluntad de Carlos Arias Navarro por escribir unas Memorias que nunca se publicaron. En ellas, y tituladas con un simple Por qué que podría revelar un intento de justificarse ante sí mismo o ante la sociedad realiza un resumen de su vida política. En la primera de ellas se refiere al intento de captación de Manuel Azaña, así como su despedida en el palacio de Buenavista de Cipriano y Lolita Rivas —cuñado y mujer del presidente de la República—. Hay que mencionar que Rivas Cheriff fue detenido por la Gestapo a instancias del franquismo y condenado a muerte. La pena le fue conmutada por 30 años de cárcel.
Escribe en una de las cuartillas El calvario de Málaga , sin especificar si se refiere con ello a la represión dirigida por él contra los republicanos o al hecho de que fuera detenido durante la guerra. Y es que hay que recordar que en Málaga, antes de la toma de los sublevados, recibió ayuda del presidente de la Audiencia de Málaga, Atilano Lorente González, que lo mantuvo escondido en una pensión situada en el centro de la capital.
Una vez detenido, durante su estancia en prisión, un anarquista intercede por él y es puesto en libertad.
También dedica dos páginas a narrar la razón de su mala relación con don Juan Carlos y cuenta la amenaza que le hizo al futuro rey a través de una dimisión que podría haber trastocado todo el proyecto democrático que el monarca tenía para España.
Según cuenta, se enteró a través del Servicio de Información, de que el príncipe había convocado de manera reservada a los ministros del Ejército, Tierra y Aire. «Solicito audiencia urgente a S.A.R y él insiste en aplazarla». Finalmente, y según el propio Arias Navarro destaca, el príncipe acepta y le recibe e manera inmediata.
El por entonces presidente del Gobierno, le presenta la dimisión al futuro rey por, según sus propias palabras «la borbonada» de convocar a los ministros militares sin haberle consultado, lo que a su juicio es una demostración de desconfianza. «Su Alteza reaccionó violentamente con la advertencia de que no toleraba esa falta de respeto, a lo que repliqué que la sanción me la había puesto yo mismo». Arias Navarro, continúa el relato y explica que el príncipe, «al escucharle, cambió de actitud y de las consecuencias que se avecinaban, me cogió de ambas manos y me dijo, siéntate Carlos, estás muy excitado y te pido que me escuches...»
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