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HISTORIA

El lado oscuro de Berrueta

¿Fue o no un  colaboracionista?  ¿Estuvo parte de su carrera amparada por el régimen franquista? Los descendientes del cronista oficial de León y los historiadores de la Universidad han cruzado las espadas para dirimir este espinoso asunto. La polémica está abierta

Retrato de Mariano Domínguez Berrueta en el Instituto Leonés de Cultura, ILC.

Publicado por
Pedro Víctor Fernández
León

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A falta de una biografía de Mariano Domínguez Berrueta que aclare matices, ha saltado la polémica sobre su imbricación con el franquismo, tema de moda que cercena vidas y haciendas. Nadie duda de que Berrueta fue un profesional que entregó su vida a la educación y cultura de León, pero hay voces que hablan de una carrera profesional amparada en aquel régimen autoritario. 

¿Conclusión injusta? Los descendientes actuales del cronista oficial de León y los historiadores de la Universidad han cruzado las espadas para dirimir este supuesto colaboracionismo. Dos hechos resultan polémicos en la dilatada vida pública de este leonés de adopción: la purga que llevó a cabo de ejemplares y autores socialistas y comunistas en las bibliotecas de la Fundación Sierra Pambley y la organización en León del desfile de la Victoria al finalizar la Guerra Civil. ¿Encargos del Régimen de imposible negativa? ¿Temor a represalias? ¿Lucha por sobrevivir dentro de la incipiente dictadura o carrera catapultada desde el franquismo? 

Wenceslao Álvarez Oblanca, autor de ‘La represión de postguerra en León. Depuración de la enseñanza, 1936-1943’, sostiene que Berrueta «se puso de lado» ante el nuevo orden surgido en 1936. Fue un diputado provincial merinista antes de la II República y en las elecciones del Frente Popular había hecho campaña a favor del diputado portelista general Martínez Cabrera. 

Estamos hablando de un polígrafo de larga trayectoria. Dio sus primeros pasos siendo estudiante en Salamanca, en unos juegos florales en 1901, obteniendo el premio de poesía. Doctor en Ciencias Físico-Químicas, catedrático de Instituto, redactor, cronista, conferenciante, director de centro educativo y director de periódico, correspondiente de la Academia de la Historia, Hijo Adoptivo de León y provincia, Medalla de la Ciudad de León y del Trabajo... Su obra literaria se centró en la historia y tradición de la provincia leonesa, de la que se pueden destacar títulos conocidos: ‘En el camino de peregrinos a Compostela: Paso Honroso’ (1934), ‘Discurso y conferencia en la Exposición del pintor Demetrio Monteserín’ (1945), ‘La Catedral de León’ (1945), ‘Regiones naturales y comarcas de la provincia de León’ (1952) y otras obras de cancioneros, castillos y caminos. 

Llevó a cabo la purga de autores socialistas y comunistas en las bibliotecas de la Fundación Sierra Pambley y la organización en León del desfile de la Victoria al finalizar la Guerra Civil. ¿Encargos del Régimen de imposible negativa? ¿Temor a represalias? ¿Lucha por sobrevivir dentro de la incipiente dictadura o carrera catapultada desde el franquismo? 
 

Berrueta vivió tiempos convulsos. En las primeras décadas del siglo XX estaba en auge el regionalismo político y literario (Brañas, Cambó, Blas Infante), aunando populismo con la recuperación de la historia y el folklore regional como expresión identitaria, también como postura moral que incluía el respeto a la autoridad, al orden social, a la religión y a la monarquía. En León —de menos intensidad regionalista— se agrupaban en torno a este pensamiento hombres como León Martín Granizo y Álvaro López Núñez, vinculados al conservadurismo político del malogrado presidente del Gobierno Eduardo Dato. Esta corriente cobró auge en la segunda década del siglo, acometiendo labores como la reivindicación del cancionero popular, tradiciones perdidas, lugares históricos, etc. El propio Publio Suárez Uriarte recoge el testigo y lamenta la pérdida de la identidad popular amenazada por la industrialización. Otros leoneses secundarían la tendencia en favor del costumbrismo y la cultura tradicional, especialmente los catedráticos del Instituto Juan Eloy Díaz-Jiménez y Mariano Domingo Berrueta, ambos cronistas oficiales en diferentes períodos. El Diario de León y La Crónica de León impulsaron campañas en este sentido, consiguiendo la adhesión de Berrueta. No en vano se constituyó en 1923 la Unión Patriótica Leonesa y la Comisión de Monumentos. 

De esa época es una de sus labores menos conocida, la de director y articulista de la revista ‘Anales del Instituto de León’ (1918-1920). Publicación de vida efímera, de carácter mensual, que llegó a editar 21 números, tantos como meses duró, con una extensión total de 740 páginas. Vio la luz el primer número el 27 de diciembre de 1918 y el último del que tenemos constancia se apagó en agosto de 1920. La imprenta Garzo, que colaboraba en publicidad en sus páginas, editó la publicación. Berrueta fue el alma de esta revista más académica que escolar, asumiendo la dirección del equipo de redacción, cuyas primeras palabras dejaban clara su intención: «Incluirá todo el estudio, el trabajo personal y el que la experiencia docente nos ha enseñado, dispuestos a enseñar a quien sepa menos que nosotros y aprender de quien sepa más».

 Miguel de Unamuno colaboró con unas líneas en el primer número, que no eran otra cosa sino elogios a la peculiar iniciativa del instituto, ya que «nuestros centros de enseñanza viven por debajo de la historia, presa de ella». Se preguntaba el famoso rector si ‘Anales’ llegaría a ser el núcleo espiritual de la región española. Es evidente que la línea editorial se alineaba con la tendencia de tradicionalismo local, salpimentada con una educación escolar conservadora. 

El tercer artículo lo escribe el propio Berrueta, titulado ‘El enemigo de Castilla’, donde afirmaba con pesimismo que el verdadero enemigo de Castilla —incluye aquí a León— era el pesimismo y la tristeza, la falta de fe, la mala cosecha, el mal gobierno, la mala climatología… A partir de esas primeras páginas se dio cabida en la revista escolar a profesores de Agricultura, Religión, Matemáticas, Francés, Gimnasia, al abad-prior de San Isidoro, Julio Pérez Llamazares, a Pablo de Azcárate, Ildefonso Arroyo, Miguel Bravo, E. Lillo Rodelgo, Eloy Bullón —a la sazón subsecretario de Instrucción Pública—, Francisco del Río —delegado regio de Primera Enseñanza— y así hasta medio centenar de firmas. No faltaron colaboraciones estelares como la de Rafael Altamira, con ‘Afirmación de la enseñanza general’, que hacía alusiones a la I Guerra Mundial y recogía el decálogo del partido laborista inglés sobre la reconstrucción social y la nacionalización de la educación.

En cada número tenían cabida entre siete y diez artículos, la mayoría referidos a los fundamentos de la religión católica, la cuestión social, la historia y el patrimonio artístico y documental de San Isidoro y la Catedral, el noveno centenario del Fuero de León, aspectos de formación educativa (fonética, estilo literario, cursos de pedagogía, Física, Metafísica, autonomía docente, anomalías en la educación). También noticias de actualidad y poesía de los bardos locales. ‘Anales’ se hizo eco de la epidémica gripe de 1918, que afectó a la labor docente y retrasó el comienzo de curso más de un mes, aunque no por ello se cesó en el empeño de amueblar el suntuoso edificio que habían inaugurado en 1917 en la calle Ramón y Cajal —tan recordado por los leoneses—, aunque mal dotado por falta de mobiliario y servicios necesarios como el de calefacción. 

Pese a todo, quedó constancia de que se acometía la tarea de instalar los tres laboratorios (Física y Química, Historia Natural y Agricultura), restauración de armarios y vitrinas de nogal, colecciones de láminas, mapas geológicos y geográficos, mesas de dibujo, gimnasio con local independiente, sillería tapizada de la sala de profesores, proyector de cuerpos opacos. «En las cátedras se han pintado encerados en los lienzos de la pared que a ello se prestaban, sustituyendo así, con evidente ventaja, los antiguos e incómodos tableros de madera».

Berrueta intervino en casi todos los números de la revista de manera directa, escribiendo sobre temas variopintos: el Regimiento Burgos 36, fundamentos de Física, reformas en la educación que aumentarían la eficacia y reducirían los gastos, formas del movimiento natural, el pensamiento de Galileo, el movimiento de los cuerpos, el éter, las ondas, el estado gaseoso… o estudios sobre Quevedo y su estancia en San Marcos, aunque la que destacó sobre todas ellas fue la historia del Instituto que él mismo dirigía, aportando datos sobre los edificios que habían sido sedes del centro, las relaciones de este con la Diputación Provincial o las diferentes etapas de sus casi 75 años de historia. 

Por la revista ‘Anales’ sabemos datos curiosos, como el número de alumnas que estudiaban en el centro leonés: fueron 12 en el curso 1907-08, el doble en 1911-12, y siguió creciendo ya de forma ininterrumpida, curso a curso, 27, 29, 39, 62, 124 y 134 en 1917-18. Tampoco se perdió la oportunidad de incluir en sus páginas a los alumnos que habían obtenido sobresaliente en los exámenes de grado, sin olvidar necrológicas cercanas o las ventajas que, a juicio del catedrático Pedro Castellanos, tenía la asignatura de Gimnasia: «Así, pues, si queréis tener logrado mucho camino en vuestro bienestar moral, procurad estar sanos; si queréis estar sanos, procurad ser robustos; si queréis ser robustos, practicad la gimnasia».

La revista se sumó al empeño por crear una biblioteca leonesa (de temática leonesa, se entiende), iniciativa que recogía la firma de personas como Félix Argüello, Juan C. Torbado, Eloy Díaz-Jiménez, Mariano Andrés, Manuel Cárdenas, Mariano D. Berrueta. Otras personalidades de trascendencia como Publio Suárez Uriarte, exalumno del centro, hicieron sus pinitos en estas páginas. En concreto, Uriarte se estrenó con una poesía, ‘Puesta de sol’, de temática bucólica. Más tarde, se atrevió con narrativa de paisajes y otros subgéneros literarios. Así comenzaban sus versos: En un lecho de nubes de oro y grana// hace acostado el sol, en la serena// tarde de estío. Grave y lenta suena// en la rústica paz una campana.

 Esa campana marcaba también el ritmo de la vida en la ciudad. Fue considerablemente alta la presencia de miembros del clero en ‘Anales’, bien justificando la asignatura de Religión en el bachillerato, bien ofreciendo interrogantes —y zancadillas— a la ciencia. ¿Es el hombre de origen simio? A dicha cuestión la religión daba sobrada respuesta: «Pocos van siendo ya en la actualidad los que defienden el origen directo del hombre de los Antropomorfos (…)». Y es que la revista dirigida por Berrueta siempre mantuvo un tono conservador, espíritu religioso, crítica suave, exaltación de valores locales y orgullo de pertenencia a la comunidad de las letras leonesas. 

A veces eran artículos vacuos, que hoy carecen de fundamento o interés, construidos con frases largas, alambicadas, llenas de contención y perífrasis. Muchos párrafos para decir poco. La revista desapareció el verano de 1920 y sólo queda de ella un regusto literario que perfuma la tradición leonesa y la educación bajo parámetros bien acotados. 

Esa fue la labor de Berrueta en esta publicación. Ostentó el cargo de director del Instituto de León entre 1918 y 1936, siendo cesado en su cargo —que no en su cátedra— el 18 de noviembre de 1936. Indudablemente sufrió una primera depuración, aunque siguió ejerciendo la docencia. 

Una de las instituciones que más sufrió la severa persecución emanada del golpe militar fue la Fundación Sierra Pambley, que pasó al control de la Comisión Gestora de la Diputación, la cual asignó a Berrueta para que «procediera a la revisión y censura de las Bibliotecas que dependían de la Fundación» en León, Villablino, Moreruela de Tábara, Villameca y Hospital de Órbigo. Pues bien, al comisionado Berrueta no le dolieron prendas al sostener que «una orientación sectaria, política y religiosa del Patronato venía presidiendo la selección de libros». Extraña que mencione a Tolstoi, Dostoyevski y Barbusse como perniciosos, dentro de una copiosa literatura socialista, comunista y «comunistoide», rusófila y roja, que ha producido un «daño social de difusión de lecturas demoledoras» pues sus adquisiciones fueron permanentes a partir de 1930. No encontró libros de «literatura pornográfica» pero sí obras prohibidas por la Iglesia, de tendencia herética o antirreligiosa. 

¿Estaba dando coba a la Iglesia cuando menciona en su informe que bien podía desempeñar el cargo de nuevo bibliotecario un sacerdote especialmente aficionado y competente en bibliografía? No parece el mismo Berrueta que escribía años antes en ‘Anales’. ¿Se estaba acompasando con el nuevo régimen? Pasajes oscuros de su trayectoria que tendrán que pasar el severo juicio de la Historia.