POZO SOTÓN
Un viaje al vientre de la montaña
Adentrarse en el pozo Sotón es mucho más que una experiencia minera. Situado en El Entrelgo, el proyecto se inserta en el afloramiento Carbonífero de Sotón, descubierto en 1792, cuando el ingeniero de la armada Fernando Casado Torres, enviado por Carlos IV, reconoció las cuencas asturianas en busca de yacimientos de carbón piedra.
Adentrarse en el pozo Sotón es mucho más que una experiencia minera. Situado en El Entrelgo, el proyecto se inserta en el afloramiento Carbonífero de Sotón, descubierto en 1792, cuando el ingeniero de la armada Fernando Casado Torres, enviado por Carlos IV, reconoció las cuencas asturianas en busca de yacimientos de carbón piedra.
A mediados del siglo XIX, el inglés Guillermo Partington, cofundador de la primera compañía de gas de Madrid, reclamó para su explotación varios de los yacimientos que conformarían Minas de Santa Ana. Perteneciente a Hunosa, esta mina se abrió para el turismo en el año 2015 y permite al visitante descender a más de 700 metros bajo la cavidad de la montaña y conocer de primera mano las diferentes labores mineras.
En un lugar bendecido por la naturaleza, el pozo recibe a los visitantes con un Memorial en el que están los nombres de los más de 500 mineros que fallecieron en el interior de la mina.
En un lugar bendecido por la naturaleza, el pozo recibe a los visitantes con un Memorial en el que están los nombres de los más de 500 mineros que fallecieron en el interior de la mina
Tras una breve explicación de lo que el grupo —no más de doce personas— está a punto de acometer, llega el momento de ‘calzarse’ el mono de minero, las botas, el casco con la lámpara y un seguro de vida que se ciñe a la cintura ante un posible escape de gas.
El descenso se inicia en la jaula a lo largo de 386 metros hasta alcanzar la planta octava.
Desde el embarque se descenderá a través de La Jota — una chimenea de ventilación de cien metros de largo, con una sección inferior a un metro cuadrado y una pendiente media de 43 grados que funcionó en su día como salida de emergencia— para descender hasta novena planta.
Todo es tan real como los propios mineros que hacen todo lo posible para transmitir la dureza de un trabajo que es, en realidad, un modo de vida.
En el embarque de novena se explican los sistemas y elementos de comunicación empleados con el exterior (genéfono, teléfono, cuadro señalista…), los equipos de emergencia existentes (camilla, botiquín …), elementos de tracción (cabrestante) y la playa de vías, así como la subestación eléctrica, el circuito de vuelta de vacío, y se explicarán los, sistemas de control de ventilación con puertas y el vertido de materiales por el pozo de tierras.
Es entonces cuando los guías inician el recorrido a pie hacia las zonas donde se explotaba el carbón. A lo largo de dos kilómetros de galerías se avanza en dirección norte para observar las diferentes instalaciones de agua, aire, comunicación, control, electricidad y ventilación empleados en la mina. Además se muestran los trazados de las vías, los métodos de sostenimiento de galerías empleados y el sistema automático de apertura de puertas de ventilación.
Alcanzada la zona de explotación de carbón se visitará un taller vertical con rozadora así como el avance de una galería de guía en la zona de La Lozana. Posteriormente y a escasa distancia se visitará también el taller de explotación por subniveles (soutiraje) a través del cual se descenderá por un plano inclinado.
Al final del plano se alcanzará la planta décima del pozo. En ella podrá observarse la existencia de una tolva de carga de carbón y la presencia de un plano inclinado descendente hacia subdécima totalmente inundado de agua.
Los cuatro guías que en todo momento acompañan en el tajo muestran de manera magistral los valores de convivencia que durante siglos se fraguaron en el interior de la mina así como las claves de cada uno de los trabajos: barrenista, picador, guaje, entibador, artillero...
Además, el pozo Sotón permite experimentar el valor y la extrema dureza de un trabajo que sólo los propios mineros conocen puesto que permite arrastrarte por una galería y picar el macizo de carbón con un martillo neumático.
La salida, después de cerca de cinco horas, permite ver el contraste entre los que viven horadando la montaña y los que lo hacen en la superficie. Y es que si tienes suerte y Asturias te regala un día de sol, el contraste entre la oscuridad y el verde de las montañas se convierte en otra experiencia inolvidable. Desde luego, hay pocas experiencias tan asombrosas de un oficio ya olvidado.