Diario de León

REPORTAJE

Las leonesas que 'cosieron' el Opus Dei

Desconocidas para el público y opacadas por la historia, Nisa González Guzmán y Dora del Hoyo tienen, sin embargo, una importancia capital en la expansión del Opus Dei en el mundo. Sin ellas, la obra de Escrivá de Balaguer no habría sido la misma. Esta es su historia.

Dora del Hoyo en una imagen de juventud. DL

Dora del Hoyo en una imagen de juventud. DL

León

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Las vidas de Dora del Hoyo y Narcisa ‘Nisa’ González Guzmán tenían tan poco en común que nadie habría podido pensar que estarían destinadas a encontrarse. Y eso, a pesar de que ambas nacieron en la misma época y en territorio leonés. Las separaban la clase social —una brecha que por entonces era insalvable— y los intereses vitales, aunque no tanto.

Hija de un empresario minero y político de la capital, Nisa formaba parte de la sociedad leonesa. Practicaba deportes permitidos sólo a las hijas de la burguesía, hablaba idiomas y se había graduado en la Escuela de Magisterio. De hecho, incluso practicaba la caza y la pesca y en diciembre de 1929 formó parte del grupo de leoneses que crearon el Club Peñalba, el club de senderismo y montaña de la capital. 

Por su parte, Dora del Hoyo pertenecía a una familia de labradores de Boca de Huérgano , en una época en la que las mujeres del mundo rural apenas tenían la posibilidad de ponerse a servir o quedarse en el pueblo y continuar con la vida repetida durante cientos de años por sus predecesoras. Sin embargo, a Dora siempre la movió la inquietud por llegar a algo más. Su sueño era ganar el dinero suficiente como para montar un hotel, un hotel en Madrid en el que, según ella misma contaba, quería que todos se sintieran como si estuvieran en familia. 

Narcisa 'Nisa' González Guzmán en una imagen de su época norteamericana. DL

Narcisa 'Nisa' González Guzmán en una imagen de su época norteamericana. DL

Tampoco su llegada al Opus Dei fue igual. Nisa tuvo la oportunidad de conocer a José María Escrivá de Balaguer, en el Palacio Episcopal de León. Pertenecía a Acción Católica y, según destaca el padre José Carlos Martín de la Hoz, director de la Oficina para las Causas de los Santos del Opus Dei en España, fueron tres los encuentros con el fundador hasta que decidió que era una mujer imprescindible para la Obra. «Le preguntó lo mismo en las tres ocasiones en las que se reunieron: Hija ¿Tú amas mucho a Dios? «Yo tenía grandes deseos de hacer la voluntad de Dios, pero también me daba cuenta de lo que esto exigía y, de momento, me parecía no tener fuerzas para tanto. Por eso contesté con un gesto dubitativo, algo desconcertada. Nuestro padre me explicó que las personas de la Obra eran ciudadanos corrientes, que procuraban santificarse sin salir de su sitio. Algo debió inquietarme porque hice una pregunta sobre el modo de vestir. El fundador me contestó: Como las demás, con tal de que no te vistas de mamarracho, terminó con su espontáneo sentido del humor»... 

 Así fue como Narcisa González Guzmán se convirtió en la mano femenina del Opus Dei para su expansión por el mundo anglosajón. Fue una vez acabada la Segunda Guerra Mundial cuando la que se convertiría en Prelatura Personal del Papa inicIó su carrera evangelizadora por América y Europa , y Nisa fue, sin duda, la persona que lo hizo posible. 

Su sobrina nieta, Cristina Viñuela, destaca que en una conversación con la historiadora Inmaculada Alva, ésta le contó que José María Escrivá de Balaguer le pedía a Dios una mujer que pudiera estar al frente de la formación y el gobierno de las mujeres. «Creo que esta es Nisa», le dije a Inmaculada, a lo que ella me contestó que no le cabía la más mínima duda. 

Narcisa González Guzmán se convirtió en la directora del primer centro de mujeres del Opus Dei en el año 1942. «Josemaría Escrivá debió ver desde el primer momento las dotes para el liderazgo de esta mujer. Su madurez y compromiso la convirtieron enseguida en uno de los pilares sobre los que el fundador se apoyó para la formación de las jóvenes que iban llegando y para la extensión de los apostolados», destaca Inmaculada Alva. De hecho, sus grandes dotes hicieron que el fundador le pidiera un año después que asumiera la dirección administrativa de la residencia universitaria de La Moncloa. Y fue precisamente allí donde las vidas de Nisa y Dora se cruzaron. Dora, Salvadora del Hoyo, se encuentra en estos momentos en un proceso de canonización iniciado en 2012, año en el que se abrió el estudio por parte del tribunal de la Prelatura del Opus Dei. Al contrario que Nisa, la formación académica de Dora fue breve.

Nisa en Los Rosales. DL

Nisa en Los Rosales. DL

De hecho, sólo asistió a la escuela seis años, pero aprendió a leer con el único libro que había en el pueblo, que resultó ser Don Quijote de la Mancha. Puede que fuera entre los renglones de los pensamiento del hidalgo donde le nació la curiosidad y la voluntad de viajar. Así que, cuando tuvo edad para marcharse lo hizo y se instaló en Madrid. Su primer puesto lo ocupó como criada de la marquesa de Almunia, pero su saber hacer hizo que muy pronto otras familias le ofrecieran mejores condiciones y salario.

Su sueño de abrir un hotel la llevó primero hasta la residencia de los duques de Nájera y, con posterioridad, aceptó la oferta de la familia de un diplomático alemán para trasladarse a Berlín...

En aquel momento, ninguna de las dos podía pensar que en poco tiempo sus vidas cambiarían para siempre. Nisa continuaba en León haciendo «apostolado de bicicleta». Fue en 1942 cuando viajó a Madrid para hacerse cargo de la casa de la calle Jorge Manrique 19. Allí vivió tres años, hasta que —también con Dora del Hoyo—, se trasladó a Bilbao para continuar con el apostolado.

Nisa González Guzmán con su sobrina nieta, Cristina Viñuela. DL

Nisa González Guzmán con su sobrina nieta, Cristina Viñuela. DL

Segovia, Barcelona, Granada, Santiago de Compostela, Córdoba, de nuevo Madrid... «La imaginación mía está siempre de excursión», decía Nisa a sus compañeras de la capital. Y así fue como Narcisa cogió un avión bimotor con el que tardó 34 horas en llegar a Estados Unidos. Cuenta su sobrina, Cristina Viñuela, que durante el viaje repetía una frase de Camino: «Qué me irás a dar que me pides tanto!» y años después la confesó que Dios le había pagado con creces su inclinación natural por los viajes. Y es que los primeros años no resultaron sencillos. A la barrera del idioma había que unir el estilo de vida que poco o nada tenía que ver con España.

Por ello, no es de extrañar que gran parte de las tareas de formación de las personas de la Obra, también del apostolado y del gobierno del Opus Dei, recayeran sobre Nisa. «Con madura experiencia, preparó a gente más joven para que, especialmente las propias estadounidenses, asumieran en primera persona la transmisión del mensaje de santificación de la vida ordinaria», explica Inmaculada Alba.

Dora del Hoyo con el fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer. DL

Dora del Hoyo con el fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer. DL

Nisa permaneció nueve años en Chicago y fue el alma de la expansión del Opus Dei en el país americano, la mano y el corazón del fundador para el que se convertiría en uno de los centros mundiales más importantes de la Obra. Inició también la labor en Canadá, donde vivó hasta 1961. Ese año se celebró en Roma el Congreso General Ordinario de las mujeres del Opus Dei, en el que Nisa participó. No volvió a Canadá, ya que fue nombrada Delegada de Inglaterra, Irlanda y Francia. Por ese motivo viajó a esos países para sostener e impulsar las iniciativas apostólicas que promovían las mujeres del Opus Dei. Regresó a Roma en 1963 para trabajar, de enero a junio, en tareas de dirección del Colegio Romano de Santa María. Después volvió a Inglaterra, donde permaneció hasta 1968, en que regresó a España: vivió primero en Pamplona (1968-1971) y luego en Valencia, donde falleció el 2 de mayo.

Su sobrina la recuerda como una mujer de fuertes convicciones al sentido de la misión que Dios la había pedido. «Yo rezo todos los días por ti para que seas humilde y cuando crees que la tienes, no la tienes nada. En todas sus cartas había el afán de sembrar doctrina y luz cristiana, de anunciar el Evangelio», dice desde Argentina. «También tenía sentido del humor. «Yo iba conduciendo, con mis 23 años, iba un poco rápido. Mi ángel custodio se baja a los 80 por hora, así que si lo pasas te quedas sola», dice.

Destaca José Carlos Martín del Hoyo que cada miércoles, tras la Eucaristía, le daba la Comunión en su habitación porque ella ya no podía levantarse. «Nunca olvidaré la alegría de sus ojos verdes», rememora. A su funeral, en Valencia, asistieron cientos de personas de Estados Unidos y Canadá, los países en los que ella fue pionera...

‘Santa’ Dora del Hoyo 

«Dice Julio Montero en el ensayo La historia de España explicada, que hay una generación de personas que al terminar la guerra se echaron España a la espalda. Se dedicaron a remontar el país. Dora del Hoyo fue una de ellas». Estas palabras de José Carlos Martín de la Hoz explican la vida de la mujer cuyo ascenso a los altares está en proceso de cumplirse. 

Dora era una apasionada del fútbol, le gustaba el cine y la música clásica. Con los ojos del siglo XXI resulta difícil entender cómo una mujer que soñaba con viajar y emprender su propio negocio decidió dedicarse a las labores domésticas el resto de su vida.

De hecho, a las monjas que la habían ayudado a su llegada a Madrid les costó convencerla de que dejara su trabajo para irse a un lugar con goteras y lleno de obreros. Así que durante meses ni siquiera deshizo la maleta.

Dora del Hoyo en una foto de su vida en Roma. DL

Dora del Hoyo en una foto de su vida en Roma. DL

Pero Dora lo hizo y comenzó a trabajar en la residencia masculina del Opus Dei en Madrid, en Moncloa. «Al inicio, mientras la casa estaba en obras, planchaban en el comedor de la residencia, juntando las mesas. En la cocina tenían que abrir un paraguas, porque el agua de las goteras se filtraba; el carbón, típico de la posguerra, era mitad tierra y no ardía.

Las comidas tenían que ser abundantes y bien hechas, aun con presupuesto reducido»... En resumen, Dora pasó de vivir en una residencia señorial a trabajar casi en zona de guerra y su manera de servir a los demás a través de una tarea en apariencia sin valor fue precisamente lo que hoy está a punto de convertirla en santa. De hecho, según precisa José Carlos Martín de la Hoz, ya se han demostrado gracias y favores de fieles de todo el mundo.

«Dejó huella en todos los que la conocieron», destaca y muchos de cuantos tuvieron la oportunidad de vivir con ella defienden que tenía «amor de Dios». Los que la conocieron explican que pertenecía a una familia en la que el trabajo y la fe eran las guías vitales. «Iban a misa todos los días. En invierno, porque en verano había mucha faena en el campo». Dora salió de su casa para irse a trabajar en el servicio doméstico. Apenas con 20 años y al terminar la Guerra Civil llegó a Madrid. 

En 1943, José María Escrivá de Balaguer visitó la residencia y conoció a Dora. «Le habló de la importancia de su quehacer y de lo necesario que era, tanto como la del médico o el arquitecto; las llevaba a sentirse orgullosas de ser empleadas de hogar, a realizar su trabajo de manera profesional, y a amar su uniforme como lo ama un militar, un piloto, un marino».

Pero el trabajo era abundante. Consistía en la limpieza de los hoteles que formaban la residencia, servían la mesa y mientras una atendía el comedor la otra planchaba. Al irse a cenar encendían el cisco en un hornillo sobre el que se ponían las planchas para calentarlas. Cada residente —llegaron a ser 120— solía tener siete camisas. Los pañuelos podían sumar 800 o mil cada semana. Por eso, muchas veces se quedaba planchando hasta las dos de la mañana... Hay pocos caminos de perfección como el de Dora del Hoyo, sin duda. 

Dora del Hoyo con su familia de Boca de Huérgano. DL

Dora del Hoyo con su familia de Boca de Huérgano. DL

En 1946, con el traslado del fundador a Roma. Dora del Hoyo supo que podría ser una de las auxiliares que viajaría a la Ciudad Eterna. Durante treinta años, trabajó en el Colegio Romano de la Santa cruz y en el Pensionato.

Acababa de terminar la guerra y las carencias en Italia también fueron las de Dora, a quien el hambre y el frío no impidieron seguir trabajando con misericordia. Además, acompañó a Escrivá de Balaguer en sus viajes a Londres, Francia, Alemania, Austria y Suiza. Las compañeras que la conocieron destacan la serenidad, amor y dedicación con que realizaba todas las tareas —tan ingratas— con una sonrisa y sin demostrar jamás sentirse vencida por el trabajo duro. Realmente fue la «columna vertebral» del Opus Dei.

Fue la primera numeraria auxiliar y hoy en día la rezan fieles de todo el mundo para pedirle favores y gracias que ella concede. 

Recuerda José Carlos Martín del Hoyo que en todo proceso de canonización hay tres fases y ella se encuentra en la tercera. Será la primera mujer en convertirse en santa gracias a su dedicación al servicio de Dios y del prójimo a través del trabajo doméstico. 

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