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El canónigo rebelde de León

El viernes 17 de agosto de 1894 un canónigo de la Catedral de León saltó a las primeras páginas de la prensa nacional. Y no para bien. Acabó en la cárcel. Esta es la historia de Antonio Fernández Vítora y Ensulve, director de ‘El Padre Verdades’
 

Publicado por
J. C. Santoyo Mediavilla
León

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Erran días de letargo veraniego, en los que los periódicos hablaban de quién veraneaba y dónde, de la estancia de la reina en San Sebastián, de la cosecha de cereales y, para entretener el morbo, de la ejecución en la guillotina de un anarquista italiano que meses antes había asesinado al presidente de la República francesa. Y de pronto, el canónigo de León.

Ese día, 17 de agosto, 'El Imparcial' de Madrid, con una tirada diaria de más de cien mil ejemplares, publicaba un telegrama fechado en León en el que se comunicaba que « había ingresado en la cárcel de la ciudad el canónigo Dr. Vítora, director de 'El Padre Verdades’, á consecuencia de denuncia fiscal por ataques á las instituciones, á los ministros, á los diputados y principalmente á D. Venancio González », entonces cuatro veces exministro de Gobernación y de Hacienda. Nada menos.

El escándalo estaba servido y la prensa liberal y de izquierdas lo iba a aprovechar: si no era un ‘bocatto di cardinale’, lo era al menos de canónigo. Al día siguiente la noticia llegaba a todos los rincones del país, desde ‘El Noticiero Balear’ al diario ‘La Paz’, de Murcia, que comenzaban a añadir nuevos detalles, no todos ciertos: « Se le exigieron 15.000 pesetas de fianza, que no depositó; el tribunal eclesiástico ha formado también causa al referido canónigo ».

Hasta el periódico ‘El Cántabro’, de Tolosa, llegó a incluir en su número del 23 de agosto un poema en vascuence, dedicado al ‘Leongo catedraleco canonigo don Antonio Fernandez Vitora jaunari’, que en los últimos versos incluía, en castellano, un sonoro ¡Viva Vítora!

La sede del Obispado de León cuando todavía estaba en pie Puerta Obispo, aunque ya en proceso de derribo. FOTO PEPE GRACIA

¿Quién era el tal canónigo y qué había ocurrido para que acabara en la cárcel?

A Antonio Fernández Vítora y Ensulve, que tal era su nombre, lo hallamos en los primeros años 80 del siglo XIX destinado muy lejos de León, en Huéscar, Granada, como vicario eclesiástico. Desconozco por qué vericuetos discurrió su vida aquellos años, porque cuando en 1886 se lo vuelve a encontrar era ya canónigo de la Catedral de León. De carácter por demás inquieto y un tanto ‘especial’, parece ser que nunca le faltaron problemas. Como aquel 15 de agosto de 1887 en León, cuando « durante la solemnidad de la misa faltó a la autoridad del obispo, del cabildo y del pueblo », « causando escándalo », por lo que se le incoó proceso eclesiástico.

Quizá fuera esa la causa de que se alejara un tiempo de esta ciudad, porque en 1890 Vítora se hallaba en Madrid, donde fundó un semanario de título poco habitual, ‘El Padre Verdades’, que comenzó su andadura el 1 de enero de 1891. Dos días más tarde ‘El Diario de Murcia’ daba la bienvenida a la nueva publicación madrileña y añadía, con buen ojo, que seguramente 'El Padre Verdades' iba a dar «motivos de muchos comentarios». Y vaya si los dio.

Al año siguiente, 1892, Vítora trasladó a León su periódico, que abiertamente se declaraba carlista. Defendiendo así «la salvadora bandera de Dios, Patria y Rey, y luchando sin tregua ni descanso contra el pérfido, feroz, déspota y ateo liberalismo», llegó ‘El Padre Verdades’ a enero de 1894, momento en que inició una insistente campaña que durante medio año fue descargando acusaciones, como señalaron los periódicos, «contra instituciones, ministros, diputados y principalmente contra el exministro Venancio González».

Hasta ‘El Diario de Murcia’ daba la bienvenida a la nueva publicación madrileña y añadía, con buen ojo, que seguramente 'El Padre Verdades' iba a dar «motivos de muchos comentarios». Y vaya si los dio.

Quizá no todo fueran verdades lo que Vítora publicaba en su semanario. Don Venancio se hartó de lo que de él se escribía, acusó al periódico y a su director de calumnias e injurias, lo denunció ante la autoridad y, después de un intento de conciliación que acabó sin avenencia, el 14 de agosto por orden del juez el canónigo ingresó en la cárcel de León. Al día siguiente se leía en su propio sermanario:

«… Practicadas las debidas diligencias quedó instalado nuestro director en una clarísima y bien acondicionada celda del principal, número 3, que tiene una gran reja que dá al patio chico de los hombres. Momentos después le visitaron todos los empleados del establecimiento, incluso el señor Director, ofreciéndole sus respetos y manifestándole desear servirle hasta los mismos pensamientos, dentro del Reglamento. Por lo demás, nuestro director, aunque siente lo acaecido, está muy tranquilo y resignado …»

Quizá no todo fueran verdades lo que Vítora publicaba en su semanario. Don Venancio se hartó de lo que de él se escribía, acusó al periódico y a su director de calumnias e injurias y lo metió en la cárcel

Se dijo, y se publicó repetidamente, que Fernández Vítora había acabado retractándose por escrito «de todas las calumnias e injurias que pudo haber inferido» al exministro, pero no era cierto: la retractación pública que don Venancio solicitaba acabó sin avenencia, con acta firmada el 16 de agosto de 1894. A finales de ese mes, después de catorce días en la cárcel, el juez decretó la libertad provisional del canónigo, bajo fianza de 5.000 pesetas.

Como el rumor de una retractación se extendía, el propio Vítora salió a aclarar el caso, y lo hizo en escrito publicado dos días seguidos, 3 y 4 de septiembre, en un periódico de tirada nacional, ‘La Correspondencia de España’, en el que, « lejos de retractarse, se afirma y ratifica en cuanto ha dicho, en confirmación de la querella que también contra D. Venancio González tiene presentada el diputado Sr. González Fiori », que demandaba criminalmente al exministro por un delito de estafa.

Todo ello aireado una y otra vez, naturalmente, en los cien periódicos del país, desde ‘El Tradicionalista’ de Castellón al ‘Diario de Toledo’, ‘El Noticiero Balear’, ‘La Montaña’ de León, ‘El Atlántico’ de Santander o ‘El Correo’ de Madrid.

Mientras tanto, ‘El Padre Verdades’ se había ido a pique. Aún así, el ruido mediático de las semanas anteriores había sido demasiado y Vítora se encontró en septiembre con varios expedientes canónicos abiertos. Por si fuera poco, el obispo de León le impuso una ‘censura ad cautelam’ de sus licencias ministeriales.

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Boletín del Clero en el que el obispo de León perdona al canónigo tras presentar una suerte de ‘retractación’ pública. BIBLIOTECA VIRTUAL DE PRENSA HISTÓRICA

 

Pasaron tres meses de aparente silencio, hasta el 15 de diciembre, día en el que el canónigo acabó presentando ante el obispo, ahora sí, una suerte de ‘retractación’ pública de todas sus actividades periodísticas. Lamentaba en ella haber publicado sin autorización del prelado « y sin censura eclesiástica el semanario titulado ‘El Padre Verdades’ y pedía gracia y perdón de las faltas cometidas con su publicación, suplicando al tiempo se le levantara la censura y se sobreseyeran los expedientes que el tribunal eclesiástico tenía instruidos conta él ».

Aun perdonándole « de corazón » las faltas cometidas, el obispo lo mandó retirarse quince días al convento de San Francisco a hacer ejercicios espirituales, y en términos taxativos le prohibió publicar en adelante «toda clase de escritos en cualquier forma que sea…, ya con su nombre, ya bajo algún seudónimo, o anónimamente». Era el 17 de diciembre de 1894.

Aun perdonándole «de corazón» las faltas cometidas, el obispo lo mandó retirarse quince días al convento de San Francisco a hacer ejercicios espirituales

No era todavía el fin de una polvareda periodística que duraba ya más de cuatro meses: la causa civil aún daría mucho que hablar, porque en enero y mayo del año siguiente, 1895, Fernández Vítora aún seguía en pleitos « por injurias a las instituciones ».

Venancio González y Fernández, ministro de la Gobernación. Se hartó de lo que de él se escribía, acusó a 'El Padre Verdades' y a su director de calumnias e injurias, lo denunció ante la autoridad y, después de un intento de conciliación que acabó sin avenencia, el 14 de agosto por orden del juez el canónigo ingresó en la cárcel de León.

Es probable que tanto disgusto acabara deteriorando su salud: poco más de dos años después Vítora enfermó gravemente, « hasta el extremo —informaba ‘El Porvenir de León’— de habérsele administrado ayer el Santo Viático ».

Murió el lunes 26 de abril de 1897, « tras larga y penosa enfermedad ». El 5 de enero de ese mismo año había fallecido en Madrid el exministro Venancio González.