EL RUGIDO DE DIOS
Los nueve peligros que acechan al poblador de León
Catorce profesores del Máster en Riesgos Naturales de la Universidad de León han elaborado un tapiz en el que muestran los riesgos a los que se enfrentarán los leoneses en los próximos años a causa del cambio climático, la propia orografía, edafología, geología y condiciones naturales de la provincia o las actividades agrícolas e industriales.
Contaminación de la atmósfera, incendios, inundaciones, plagas, terremotos... La lista de los riesgos a los que se enfrentan los leoneses es real, con algunos riesgos no tan inmediatos, y han de abordarse, tanto desde el punto de vista de la ciudadanía como por parte de expertos y administraciones, con el suficiente rigor para ser capaces de poner en marcha las condiciones necesarias para prevenirlos o, al menos, preverlos. La intervención del hombre en el medio ambiente ha acelerado procesos que sin ella serían más lentos.
Factores como el abandono rural o la edificación urbana son también responsables del alcance que los procesos de la naturaleza pueden tener para el individuo. Dentro de estos riesgos ambientales hay dos aspectos que facilitan la definición de su prioridad: la frecuencia con la que pueden ocurrir y la gravedad de que esto suceda. El conjunto de estos investigadores de la Universidad de León desgrana en este reportaje algunos de los peligros a los que se enfrenta el territorio de la provincia y, por ende, sus moradores. Desde la contaminación atmosférica pasando por los terremotos, incendios o las plagas, estos catorce científicos calibran todos y cada uno de los datos para eliminar el azar de nuestra relación con el entorno.
Ana Isabel Calvo Gordaliza y Roberto Fraile Laiz explican cómo la provincia se encuentra muy afectada por la llegada más frecuente, de contaminantes atmosféricos causados por incendios forestales o intrusiones de polvo sahariano. «Cuando se presentan estas situaciones, se degrada la calidad del aire y, en ocasiones, se superan los valores límite de ciertos contaminantes», explican al tiempo que destacan que constituyen una amenaza para las personas y el entorno y, en ocasiones, contribuyen significativamente al cambio climático.
Entre estos contaminantes se encuentran los aerosoles, partículas que se mantienen en suspensión en la atmósfera cuya caracterización fisicoquímica resulta fundamental en la búsqueda de medidas mitigadoras. Dentro de los aerosoles, destacan el carbono negro, producto de los procesos de combustión incompleta.
Los contaminantes atmosféricos no permanecen siempre en el punto en el que son emitidos, sino que pueden recorrer grandes distancias. Por esta razón inciden en la importancia de estudios sistemáticos con herramientas basadas en el desplazamiento de las masas de aire, como los modelos de dispersión. «La vulnerabilidad de las distintas zonas de la provincia a las diferentes emisiones atmosféricas depende fuertemente de tres factores: la proximidad a las fuentes, su orientación (orografía) y las condiciones meteorológicas particulares, que pueden arrastrar los contaminantes directamente desde las fuentes o las zonas de altas concentraciones», explican.
El profesor Eduardo García Ortega sostiene que en un contexto de cambio climático como el actual, los riesgos meteorológicos que pueden afectar en mayor medida a León incluyen el aumento del número de olas de calor, periodos de sequías más extensos y recurrentes y también el incremento en la frecuencia de tormentas extremas. «Todos estos efectos tienen una influencia crítica en los procesos hidrológicos que afectan al ecosistema y por lo tanto en la sociedad y en las actividades económicas», recalca. Asimismo, anuncia que la provincia se encuentra, en distintas épocas del año, sometida a temperaturas superiores a las habituales que pueden favorecer la aparición de eventos de convección atmosférica que dan lugar a tormentas con precipitación y vientos intensos. «León ha registrado en los últimos años un aumento de periodos de sequía que vienen acompañados de altas temperaturas, con récords en las máximas en distintas épocas del año. Ambos fenómenos afectan además a la precipitación de nieve acumulada en las montañas», advierte.
Y es que, según la Aemet, en los últimos años se han superado anomalías récord de temperaturas máximas acompañadas de un descenso de las precipitaciones que ha provocado una disminución en el nivel de agua embalsada, afectando a la cosecha de cereal de secano. Las precipitaciones disminuyen, aunque aumenta su intensidad en momentos concretos. «Por otra parte las suaves temperaturas de los meses de diciembre y enero pasados provocaron que en el Bierzo algunos caducifolios mantuvieran hojas hasta final de enero, cuando ya se observaban las primeras flores en ciruelos».
Los incendios forestales son el campo de estudio de Leonor Calvo Galván , que revela que la provincia de León sufrió, entre 2012 y 2021, 4.126 fuegos en los que se quemó una superficie de 70.000 hectáreas. «Las principales causas de estos incendios son de origen antrópico, es decir, las actividades humanas los causan de una manera directa o indirecta», añade. Así, en el último decenio el 57% son intencionados y cerca del 30% son debidos a negligencias y accidentes.
Los incendios debidos a causas naturales representan solo el 7%. Sin embargo, hace hincapié en que el problema mayor es la tipología de incendios y si en líneas generales hay una tendencia a disminuir el número de incendios, cada vez son más frecuentes los de sexta generación, con velocidades de propagación muy altas, muy intensos y severos, liberando gran cantidad de energía que hace que creen sus propias condiciones meteorológicas. Es el caso del incendio que asoló la Sierra del Teleno en 2012 y el de La Cabrera del año 2017.
Calvo Galván explica que esta nueva tipología de eventos extremos de fuego se asocia a dos causas principales, por un lado, el abandono rural y sus efectos en el aumento de la cantidad y continuidad de combustible, así como en el menor uso de los sistemas forestales arbolados que se ha realizado tradicionalmente. «Además, el cambio climático favorece la inflamabilidad de las especies vegetales de nuestros ecosistemas, por lo que el periodo de riesgo de incendio será cada vez mayor y los incendios, más severos, afectando a mayor superficie», advierte. Por ello, defiende la importancia de apostar por una gestión adaptativa de los sistemas forestales que permita que sean sostenibles desde el punto de vista social, económico y ecológico.
Eva Gómez-Bernard o y Alicia Lorenzana de la Varga avisan del riesgo natural que implican las plagas, ligadas no sólo a las condiciones del clima sino también a los cultivos típicos de cada una de ellas. Las enfermedades producidas por hongos, que precisan condiciones de alta humedad para su desarrollo, tienen mayor incidencia en áreas como la comarca de El Bierzo, donde son menos importantes otros problemas que proliferan en la zona sur de la provincia con clima más seco.
No obstante, subrayan que la climatología leonesa, en la que predominan los inviernos muy fríos, restringe la presencia de algunas especies que llegan a ser muy problemáticas en áreas más cálidas. La elección de variedades o cultivares resistentes a las plagas problemáticas que predominan en una comarca, es una herramienta más que el agricultor puede usar.
Asimismo, explican que en ocasiones el conflicto surge cuando existe un cultivar de alto interés comercial pero sensible a una enfermedad común en la zona en que va a ser implantado y ponen como ejemplo la variedad Pera Conferencia de El Bierzo, sensible a la bacteria Erwinia amylovora causante de la agresiva enfermedad del fuego bacteriano de las rosáceas, y amparada por una figura de calidad agroalimentaria. «Sin embargo, el agricultor dispone de otras armas.
El manejo de las plantas mediante medidas culturales adecuadas rebaja la severidad del ataque de plagas, incluso evita la presencia de algunas de ellas. Un cultivo atendido de forma adecuada tiene más posibilidades de ser un cultivo sano», aseguran. Además, lamentan que en León se han introducido en los últimos años algunas plagas muy agresivas y los agricultores han tenido que aprender a prevenirlas, combatirlas o tolerar su presencia intentando minimizar los posibles daños.
Y es que los cambios en las prácticas agronómicas (siembras, labores, intensificación, uso de nuevas variedades…) que en los últimos años han proliferado, muy beneficiosas para incrementar los rendimientos económicos, pueden derivar en la aparición de nuevas especies o el resurgimiento de otras ya conocidas que habían dejado de ser problemáticas.
Carmen Acedo, Victoria Ferrero y Estrella Alfaro-Saiz ponen el énfasis en los riesgos para la flora que en León es muy rica debido a su climatología, latitud, variación altitudinal y peculiaridades del sustrato, si bien está sometida a riesgos importantes. «Las modificaciones, alteraciones, la fragmentación y la destrucción del hábitat principal representan las causas mayoritarias de riesgo, pero sin duda, el cambio global y los fenómenos que provoca son responsables del riesgo para las especies. Estas modificaciones están sujetas, además, a los cambios en los usos del suelo, como el extractivismo o la producción de energía que requiere macroinstalaciones en superficies naturales de una magnitud tan alta que, si no se hacen de manera ordenada y legislada, producen un alto impacto en especies, ecosistemas y su conectividad».
Lo ejemplifican en grupos de especies y casos singulares que requieren una mención especial. Es el caso de la flora orófila, que habita cumbres de alta montaña que reúnen un grupo de especies altamente amenazadas por los efectos del cambio global. Es el caso de la Androsace cantabrica o la Saxifraga longifolia, con una única población cantábrica, que alcanza su madurez tras un largo periodo de 6 o más años y que florece una sola vez, muriendo tras su floración. También citan especies exclusivas de ‘islas’ que viven en entornos singulares, muy restringidos y aislados, como la flora de las calizas bercianas, en particular los endemismos más restringidos, que no habitan en ningún otro lugar del mundo, rodeados de sustratos ácidos donde no encuentran los requisitos mínimos para vivir. «Es el caso de Petrocoptis viscosa, P. grandiflora y Geranium dolomiticum, joyas botánicas de nuestra provincia, que caracterizadas por vivir en condiciones extremas, han desarrollado estrategias de supervivencia originales». Por último, se refieren a especies fósiles vivientes, evolutivamente aisladas y con escasos y lejanos parientes cuya supervivencia está altamente comprometida.
Antonio J. Molina aclara que la provincia de León es un lugar poco afectado por riesgos naturales con efectos graves para la salud, si bien los efectos derivados de las olas de calor exacerban sobre todo de problemas cardiovasculares. «La entrada de corrientes de aire arrastrando polvo del Sahara generó hace un año una situación de alta contaminación en el aire que supuso un importante riesgo especialmente de las personas que padecían problemas respiratorios, ancianos y niños, pero también para la población en general, y es una situación que también es probable que se repita con mayor o menor intensidad en los próximos años», manifiesta.
Otras situaciones de riesgo como la exposición a sustancias tóxicas en las aguas de consumo son, en su opinión, poco probables ya que las aguas municipales son potabilizadas y analizadas para asegurar la calidad y salubridad de las mismas. Sin embargo, previene contra el consumo de agua de otros orígenes como pozos o fuentes, que pueden tener presencia tanto de bacterias, como de metales pesados, arsénico, nitratos o pesticidas que son perjudiciales para la salud.
«León no es tampoco ajeno a procesos como caídas de rocas, deslizamientos del terreno o flujos de suelos y materiales sueltos, si bien no se producen de forma menos generalizada», dice Pablo Valenzuela Mendizábal, que precisa que los sectores de la provincia más propensos son sus zonas más escarpadas, incluyendo los Picos de Europa, la Montaña y los relieves que rodean la Olla Berciana y se extienden hacia la Cabrera.
Destaca que el clima más extremo, con abundantes precipitaciones y una mayor oscilación térmica, así como la fuerza erosiva de los ríos, son factores que favorecen los procesos erosivos que afectan a las laderas, volviéndose más inestables.
Cita desfiladeros y hoces como puntos calientes y recuerda que con frecuencia las carreteras que los atraviesan se ven bloqueadas por caídas de rocas, deslizamientos o pequeños flujos de materiales arrastrados de las canales laterales por las intensas lluvias o el deshielo. Es el caso del desfiladero de los Bellos o a la ruta del Cares, o los que en estos últimos años han bloqueado en varias ocasiones la carretera de acceso a Peñalba de Santiago.
Otra zona propensa a estos fenómenos son los escarpes que delimitan los valles de los grandes ríos de la provincia. «Un caso que sirve de ejemplo es el del castillo de Cea, situado sobre un cerro que va siendo paulatinamente socavado por la acción del río homónimo, poniendo en riesgo su conservación», manifiesta.
Finalmente, es el ser humano quien constituye el tercer factor de inestabilidad más frecuente en la provincia. Ejemplo de esto son los procesos de subsidencia y colapso del terreno por el hundimiento del techo de antiguas galerías mineras, que en los últimos meses han dado lugar a varios socavones en la localidad berciana de Onamio.
La profesora Montserrat Ferrer Juliá alerta de que cada vez es más frecuente que las zonas inundadas estén asociadas a áreas urbanas donde el asfalto imposibilita la infiltración y la gestión del agua de escorrentía queda supeditada a la capacidad de drenaje de un alcantarillado en muchas ocasiones en parte obturado. «En León las inundaciones más habituales suelen ser aquellas provocadas por periodos largos de precipitaciones, de dos o tres semanas, con precipitaciones más o menos importantes, pero en general de baja intensidad, que facilitan que la infiltración hasta llegar un punto en el que los suelos están muy saturados y su velocidad de infiltración es muy baja», explica. Incide en que también existen eventos de inundaciones debido a precipitaciones que coinciden con el fenómeno de los deshielos. Esta situación se da especialmente en los principales ríos que provienen de la Cordillera Cantábrica como el Órbigo, Bernesga, Torío, Porma y Esla, en el Bierzo con el río Sil y más esporádicamente en los afluentes del Órbigo como son el río Tuerto, Duerna y Eria.
La erosión hídrica superficial es, en opinión de la profesora Sara Alcalde Aparicio , el fenómeno de degradación que más afecta a los suelos de León. Con pérdidas medias de suelo anuales alrededor de 22 toneladas/hectárea y año, aunque más del 78.50% de la superficie geográfica de la provincia presenta tasas inferiores a 10, calificada como leve por la FAO, el problema debe abordarse. Las zonas con riesgo más alto, aunque representan solo el 0.25% del territorio leonés, cuentan con una pérdida estimada de más de 1 millón de toneladas al año, siendo esta grave o severa. En el Inventario Nacional de Erosión de Suelos de España, el ránking de pérdidas lo encabezan los suelos de municipios de la montaña berciana y los Ancares.
Además, la erosión laminar y en regueros afecta sobremanera a zonas de suelo «desnudo», como las zonas de cultivo extensivas cerealistas y de viñedos de las comarcas agrarias de El Páramo y Tierra de Campos, del Bierzo y de Tierras de León, donde los barbechos, profundamente arados, y las malas o nulas prácticas de conservación de suelos, dejan al descubierto millares de hectáreas susceptibles de perder millones de gramos de partículas durante épocas intensas de lluvias. «Esta erosión laminar también afecta a suelos muy someros con gran pedregosidad, poca estructura, mala textura y, a veces incluso esqueléticos, que se encuentran en las grandes vertientes montañosas de Ancares, Montes de León o la Cordillera Cantábrica».
Alcalde Aparicio explica además que los suelos provinciales no están exentos de sufrir los efectos de la salinización, en algunos casos por la propia composición en zonas con sales solubles, carbonatadas en el sureste de León o de forma secundaria por la irrigación en las zonas de Esla-Campos, El Órbigo o El Páramo, con mayor susceptibilidad, como revelan los estudios edafológicos realizados. Por último, subraya que entre los procesos que contribuyen al deterioro químico está la contaminación natural por elementos metálicos en suelos de naturaleza ácida a muy ácida en algunos emplazamientos cerca de las explotaciones mineras a cielo abierto ya abandonadas de la cuenca del Bierzo y Laciana, la Cabrera alta y de la Cuenca Carbonífera Central Leonesa. Estas pueden derivar en riesgos para la salud humana.
Por último, Eduardo García Meléndez pone negro sobre blanco el peligro sísmico en la provincia. Azotada por varios episodios este verano, el profesor afirma que, si bien los terremotos no pueden predecirse actualmente, es posible definir la peligrosidad sísmica en un lugar concreto, mitigar sus efectos aplicando códigos de construcción precisos y diseñar estrategias de actuación para un comportamiento más seguro de la población. «La sismicidad en la provincia de León presenta un carácter esporádico y unos valores de magnitud reducidos que suelen situarse por debajo de 3,0 (mb, escala de magnitud interna)», revela.
Eduardo García Meléndez aclara que únicamente se ha registrado históricamente un evento de magnitud estimada 4,5 (mb) que resulta anormalmente elevado para la región, y que tuvo lugar en 1605. Por lo tanto, esta actividad sísmica puede considerarse como baja-moderada pero continua, ya que se registran varios terremotos al año, la mayor parte de ellos de baja magnitud no sentidos por los humanos, y solo registrados instrumentalmente. «Esto significa que, aunque en principio no se esperan terremotos de intensidad elevada, sí es normal que ocurran movimientos sísmicos de magnitud variable debido a la transmisión de esfuerzos ligados a los movimientos de las placas tectónicas convergentes de Eurasia y África que forman parte del contexto geológico en el que se encuentra la Península Ibérica», precisa.
El profesor recuerda que un pilar fundamental en la prevención es la planificación del terreno y urbanística, que necesariamente se tiene que adaptar a las características y propiedades de suelos y rocas para acoger asentamientos y actividades humanas. Además, otro pilar es la planificación de emergencias, articulada en el Plan Estatal de Protección Civil ante el Riesgo Sísmico desde 2010, en el que se establece la organización y los procedimientos de actuación de aquellos servicios del Estado y de otras entidades que sean necesarios para proporcionar una respuesta eficaz ante las situaciones sísmicas que puedan llegar a ocurrir.
Sin embargo, lamenta que, aparte de los estudios regionales del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC), como el mapa de peligrosidad natural de Castilla y León a escala 1:400.000, no existen trabajos ni estudios de detalle sobre la peligrosidad sísmica en León. Además, los estudios sobre actividad tectónica durante el Cuaternario realizados a partir de estudios de deformaciones de sedimentos y formas del relieve geológicamente recientes, también son escasos. «En este marco, en la provincia de León son necesarios más estudios geológicos sobre tectónica activa para determinar con precisión las fallas que pueden generar terremotos», advierte.