PATRIMONIO
Los secretos del castillo de Bembibre
El castillo de Bembibre, hoy en ruinas, ha sido testigo de diferentes sucesos que marcaron la historia de la comarca. Varios documentos analizados cuentan la vida de este legendario lugar y de sus moradores más ilustres
La primera noticia que tenemos, curiosamente, procede del mismo castillo. Hacia el año 1352 se procedió a la demolición de un paredón, al parecer por amenaza de ruina, y entre los escombros se encontró una moneda de escaso valor, de cobre y de unos 2 cm, un «pepión» acuñado bajo el reinado de Fernando IV (1295 1312), siendo don Alfonso de la Cerda, que se titulaba rey de Castilla, el primero de los señores de Bembibre. Así pues, resulta evidente que esta parte de la muralla, situada más al este y cercana a la Villavieja, se levantó en esa época. Aún se conserva su parte inferior.
La segunda noticia cierta que conocemos es a través del testamento de doña Inés de la Cerda, otorgado el lunes 19 de mayo de 1392, de la era hispánica (correspondiente a 1354), en su «castillo de Bembibre en los palacios de dicha señora Inés» y ante el notario público don Alfonso Yáñez, en presencia de varios testigos, entre ellos Martín Yáñez, que habita en el propio castillo.
Doña Inés, natural de Villalobos (Zamora) y casada con su primo Fernán Ruiz, señor de aquel lugar, había residido en la villa berciana, seguramente huyendo de la peste que por aquellos tiempos asolaba Castilla y que acarreó el fallecimiento de su marido. Debió pasarlo mal, pues en el testamento hace una prolija descripción de sus deudas y ordena al alcalde de la Villa, Alfonso Fernández, que sean pagadas todas ellas; incluso vendiendo sus muebles si preciso fuera, para que el buen nombre de la familia no se perjudicara. Y entre otros legados, resultan curiosos dos: 25 maravedís para la ermita de San Lázaro y 100 maravedís para la obra de la iglesia de San Pedro, ambas de Bembibre. De este testamento, destacamos que doña Inés residía en un palacio, no en el castillo propiamente dicho. Sin embargo, si parecía habitar dentro el testigo Martín Yáñez. Y también señalar que la iglesia parroquial estaba en obras.
Toma de posesión
Pasamos ahora al siglo XV, que aporta una tercera e indubitada noticia, que conocemos gracias al Archivo Histórico de la Nobleza (1). El 7 de febrero de 1442, el escribano don Alfonso Arias de Bembibre levanta acta de la toma de posesión del señorío por Alfonso Martín, escudero de Enrique Enríquez, hijo del Almirante de Castilla.
El acto tiene lugar en la Iglesia de San Pedro, asistiendo el alcalde mayor, Juan de Villagómez, jueces ordinarios, regidores, procuradores generales del Consejo y «omes buenos». Alfonso Martín, en nombre de don Enrique Enríquez, toma posesión de la villa de Bembibre y su tierra, con su casa y palacios, asumiendo y tomando posesión de la jurisdicción civil y penal y todo lo que es anejo y perteneciente al Señorío. Acto seguido, el tal Martín «subió al castillo de la dicha Villa donde está la dicha casa y palacio, y haciendo llamar a Juan Liedo, casero y tenedor de la dicha casa y palacio», requirió que se le entregara la tenencia y posesión de dicha casa. Entró en la misma, cerró las puertas por dentro, subió a lo alto y bajo y «andó follando por dentro con los pies». Tomó así posesión del palacio y, seguidamente, se sentó «cerca de los dichos palacios» a recibir audiencias y enjuiciar litigios.
En días posteriores, tomó posesión de la cárcel, prisiones y cadenas. Procedió a derrocar la «forca» de la villa, situada en un otero cercano al camino de Viñales, y pusieron otra en lugar apartado del primero. Todo ello, con mucha solemnidad, en presencia de autoridades y testigos. Se aprecia en esta escritura que a don Enrique Enríquez se le cita sin título alguno. Todavía no había sido investido como conde de Alba de Liste. Observamos que en este documento no se hace mención alguna a la torre del homenaje, ni dependencia alguna del castillo; se habla siempre de la casa palacio.
Benito González aporta una sentencia de la Real Chancillería de Valladolid que condena a los vecinos a reparar la cerca y tapiales
Por esta época, conocemos un dato muy interesante procedente del reputado genealogista gallego, Vasco de Ponte, en su «Relación de algunas casas y linajes del Reino de Galicia», que habla de don Enrique Enríquez y su castillo. Relata que este personaje era tío del rey don Fernando y se casó con una dama gallega de la casa de Lantaño, doña María de Sotomayor. Y continúa la crónica apostillando: «este don Enrique era de sangre real (en efecto descendía de Alfonso XI) y no sé si tuvo razón sino llevando a su mujer para Castilla, matola dentro do Castelo de Benevívere». Todo parece indicar que esta decisión fue motivada por las sospechas de infidelidad conyugal con un criado o sujeto de inferior categoría. Como antes decíamos, el señor de Bembibre tenía detentada la jurisdicción criminal y podía en sus estados castigar con la pena capital. Por otro lado, el adulterio de la mujer era un delito punible hasta con la muerte en el caso de realizarlo con algún criado o inferior. No sé si a este desgraciado episodio se refiere Enrique Gil, cuando hacia 1840 escribe en el periódico El Sol, bajo el título «Viaje a una provincia del interior», y refiriéndose al castillo de Bembibre, que una persona bien informada de la población le dijo que aquí se habían desarrollado en el siglo XV escenas trágicas y lastimosas en las que figuraban como víctimas dos jóvenes ilustres.
Losada y Rodanillo
Nos llegan otros datos gracias a Benito González, en su interesante y documentada obra sobre los pueblos de Losada y Rodanillo. Cita la sentencia de 25 de noviembre de 1514 de la Real Chancillería de Valladolid, dictada en el pleito entre don Diego Enríquez, señor de Bembibre, contra el Marqués de Astorga y los pueblos de Cobrana y Losada, por los que se condena a los vecinos de estos lugares a reparar la cerca y hacer los tapiales que le corresponden en la casa fuerte de la villa. Llaman la atención los términos usados en la citada sentencia, reparar la cerca y hacer los tapiales del castillo.
Por el ya citado Archivo Histórico de la Nobleza (2) conocemos que, años más tarde, el 10 de enero de 1573, el castillo seguía en obras, puesto que Juan Coello, vecino de Bembibre y mayordomo del conde de Alba de Liste, firma un contrato público con cuatro vecinos de Albares para el acarreo de 350 piedras (6 más, 6 menos) extraídas de la cantera de La Ribera y «que han de poder dar puestas en la obra que se hace en la fortaleza de dicha Villa». El final del transporte se fija en el día de «Pascua de Flores» y, en efecto, el 23 de abril se suscribe carta de pago por importe de 3.000 maravedís pendientes de abono de un total de 6.500. Con la nota «pagose todo» termina el documento.
El siglo XVIII aporta también importantes noticias. Así, el Catastro del Marqués de la Ensenada, en el año 1753, describe el pueblo como pequeño y recoleto, situando al caserío sobre una elevación en cuyo extremo sur se alza un derruido castillo, al que los lugareños llaman palacio (propiedad de los condes de Alba de Liste y también condes de Benavente que, apostilla, son señores de la Villa), que conserva todavía una apariencia pintoresca con sus dos torres descubiertas, ocupando una extensión de tres cuartales; al mediodía y al oeste, está rodeado de numerosas bodegas, en el sitio que llaman «tras la Poza». Se habla claramente de sus dos torres, como si no hubiera más, ya que está hablando de todo el recinto que, como decíamos, ocupa una extensión de tres cuartales, más de una hectárea, sobre 1.200 metros cuadrados, algo así como un campo de fútbol con sus gradas.
En 1771, reside en Bembibre el ingeniero don Carlos Lemaur, que está dirigiendo las obras del Camino Real sobre el que después se asentó la primera Nacional VI. Hasta esta fecha, la entrada en la villa, procediendo de Astorga, se realizaba por el camino superior del santuario del Ecce Homo, pasaba por el hospital de peregrinos con fachada al mismo de 10 varas (sobre 9 metros), para adentrarse en la Villa Vieja. Este edificio se situaba a continuación de las escuelas nacionales, hoy museo de la Semana Santa. Conocimos allí un cerramiento de paredes arruinadas. Sin embargo, el Camino Real discurría por la parte inferior de aquel templo y seguía por el muro del palacio, cubriendo el foso del castillo, hasta llegar en gran curva a la plaza Mayor. Después se construyó en este parte un pequeño canal para las aguas de regadío, al que curiosamente se le llamaba «el foso».
Le Moure dejó un sencillo croquis de la villa donde aparecían, numerados, 1) Iglesia y Plaza Mayor; 2) Castillo Palacio; 3) Hospital de peregrinos y 4) Molino. También señala con su nombre el Santo Eccehomo. El croquis recoge con bastante precisión los edificios y parajes que aún permanecen, por lo que tendríamos que admitir que el dibujo del palacio podría ajustarse a la realidad; un cuadrado con dos ampliaciones en la parte posterior; sin embargo, los cimientos que se conservan no se corresponden con el croquis. Sobre él tenemos la descripción que hace Enrique Gil en la obra ya citada. Sitúa al castillo en una colina de suave acceso y pequeña altura y lo describe con un puesto elegido para el descanso de las marciales fatigas y que no tiene nada de imponente ni terrible. La parte destinada a vivienda la encuentra desmoronada y las murallas con brechas y portillos muy grandes. Por aquellas fechas, el viajero inglés, Richard Ford, lo califica de morisco, quizás por estar buena parte construida en barro.
Por tradición oral, conocemos que, a finales del siglo XIX, se desprendió una gran piedra de un paramento del castillo matando a un niño de los asistentes a una cercana escuela, por lo que el alcalde, don Ricardo López, mandó arrumbar la parte afectada, parece ser una torre. Un representante de don Francisco de Borja y Téllez Girón, por entonces propietario de la fortificación, se personó en Bembibre demandando explicaciones. Se las dio el alcalde con estas o parecidas palabras: «Si el señor Conde no se preocupa de conservar su castillo, yo me preocupo de velar por la vida de mis convecinos». Esta piedra armera con escudo de Alba de liste se trasladó a la puerta de la casa conocida como de los Campano, y residencia del alcalde en la plaza Mayor, frente a la iglesia parroquial; estaba colocada boca abajo para servir de poyo, donde se sentaban las personas mayores y donde jugábamos los niños. Después, esta familia la retiró al patio interior y hoy adorna una conocida cafetería. Que yo sepa, nunca sirvió para tapar la reguera que discurría por la plaza; la recuerdo cubierta por piedras de granito de tamaño algo más pequeño.
«Si el señor Conde no se preocupa de conservar su castillo, yo me preocupo de velar por la vida de mis convecinos»
Analizando esta prolija documentación, llama la atención que, con referencia al castillo, nunca se habla de alcaide, torre del homenaje o términos similares propios de estas edificaciones, solo una mención en el catastro a sus dos torres descubiertas, que bien pudieran ser las que flanqueaban la entrada al recinto, posiblemente situada al principio de la actual calle de la escuela, por ser la parte más accesible. Se habla reiteradamente de tomar posesión de la casa palacio, se deambula por ella, por la planta alta y baja y a sus puertas se dirimen pleitos. Por todo ello, llegamos a la conclusión de que la fortaleza de Bembibre es una gran cerca que discurre desde la citada calle de la Escuela; por la parte alta de las citadas calles de Peregrinos (antes calle de la Bodega), Constitución (antes José Antonio), cerrando por Beatriz Osorio, carretera de Castilla, hasta unir con el llamado muro del palacio que cierra el recinto, uniendo con el paradón derribado sito en la entrada.
Dentro de esta cerca o recinto amurallado (parte de piedra y parte de barro), en la parte más plana y cercana a la entrada, se sitúa la casa palacio donde habitó unos años doña Inés de la Cerda. También acogería dependencias secundarias, como caballerizas, cuadras y otros servicios; posiblemente, también la vivienda de algún servidor.
Y aquí debemos hacer dos puntualizaciones. En la actual callecita de Beatriz Osorio, que antes era un simple acceso para tres o cuatro viviendas, recuerdo que había un gran tapial de unos tres metros de altura que separaba esta calle del patio de la casa de comidas de Ladislao, en la calle Gil y Carrasco (donde jugaba con un hijo del mesonero de mi misma edad y compañero de escuela). No tenía ningún fundamento que aquel paredón de barro estuviera allí, salvo que se tratara de una parte de la muralla del castillo, los tapiales que precisamente tenían que reparar los vecinos de Cobrana y Losada, según la sentencia de la Real Chancillería.
Por lo que respecta al llamado muro del Palacio, en la calle Castilla, antes carretera general, se ha considerado que se levantó en 1909. Siento discrepar. Si observamos detenidamente la fotografía de las obras (una de las primeras de la localidad), vemos que los operarios están trabajando sobre el muro y desde dentro. Si este hubiera sido alzado desde abajo, desde la base, habría algún tipo de andamio. Por si quedaba alguna duda al respecto, el historiador M. Olano da contundente respuesta al señalar que en la obra se emplearon 10 toneladas de cal y 65 metros cúbicos de piedra. Tales cantidades, en un paredón de más de 40 m de largo y 8 o 9 de alto, indican claramente que en aquel año solo se construyó una parte del muro, el parapeto o antepecho de metro y medio de altura aproximadamente.
Recientemente se añadieron unas poco convincentes almenas. A simple vista, puede advertirse que esta parte es diferente al resto. Se nota en la propia piedra, de tamaño inferior; y en la forma de su colocación. El resto de la muralla, prácticamente su totalidad está construida con grandes piedras que en tiempos pasados se compraban por unidades, por lo que este paredón tiene necesariamente que pertenecer al castillo de los señores de Bembibre.
Me resta dejar constancia de mi opinión sobre la leyenda de la torre de la Duda (con idéntica denominación de una calle cercana), basada en la muerte de la dama de Lantaño, esposa de don Enrique. Tal torre no ha existido nunca con esa denominación. La duda surgía en la mente de Vasco de Aponte, cuando decía: «no sé si con razón o sin ella, llevando a su mujer para Castilla matóla dentro do Castelo de Benevívere». Aquí en Bembibre no había duda alguna. Parece que la señora había cometido adulterio con una persona de clase inferior. Don Enrique pudo tomarse la justicia por su propia mano en un arrebato de orgullo o pudo proceder según la legislación de la época; tenía en su señorío jurisdicción penal y el delito podría ser entonces castigado con la pena capital, dictando el juez sentencia ajustada al derecho vigente. Otra cosa es que se hiciera o no justicia .Así pues, repito, la duda estaba en Galicia, en Vasco de Aponte, y no aquí, en Bembibre. No conviene levantar torres en el aire.