Diario de León

La resistencia a los antibióticos: un problema de salud pública

La llegada de los antimicrobianos fue una revolución para el mundo de la medicina, ya que permitió curar muchas enfermedades provocadas por bacterias. No obstante, el mal uso de estos tratamientos ha acelerado la proliferación de bacterias resistentes a los antibióticos y ha puesto en jaque los sistemas de salud mundiales

La investigadora Ana María Sahagún posa en el laboratorio. FERNANTO OTERO

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Imaginar un mundo sin antibióticos podría ser cuanto menos apocalíptico. En la década de 1920, el científico británico Alexander Fleming realizó un descubrimiento que cambiaría para siempre la historia de la medicina. En aquella década, el británico se encontraba trabajando en el hospital St Mary de Londres cuando descubrió por accidente una sustancia de crecimiento natural que podía atacar a ciertas bacterias. En uno de los experimentos llevados a cabo por Fleming, se dio cuenta que las colonias de la bacteria común Staphylococcus aureus habían sido prácticamente eliminadas por un moho que creció en la misma placa de Petri. Decidió bautizar a esta sustancia como penicilina por el nombre del moho ‘penicillium’ que es capaz de producirla. 

Más adelante, otros investigadores de diferentes países europeos y Estados Unidos se interesaron por las investigaciones de Fleming y fueron capaces de producir suficiente penicilina como para experimentar en animales y, más tarde, en los humanos. A partir de 1941, se pudo constatar que incluso los niveles bajos de esta sustancia podían curar infecciones muy graves. Se había descubierto la penicilina y comenzaba la era de los antibióticos. En 1945, el científico Alexander Fleming recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por aquel descubrimiento.

Numerosas compañías farmacéuticas comenzaron a desarrollar penicilina con propósitos comerciales. Durante la Segunda Guerra Mundial era común que se utilizaran para las infecciones de las heridas causadas en el campo de batalla. Para finales de la década, la penicilina ya se había convertido en un tratamiento accesible para el público general y dio el pistoletazo de salida para la producción de otros antibióticos. Los antibióticos son fármacos que se utilizan para combatir las infecciones bacterianas en personas y animales y son capaces de matar a las bacterias o al menos, dificultar su crecimiento y multiplicación.

El descubrimiento de los antibióticos fue uno de los mayores hitos del siglo XX. Miles de millones de bacterias se encuentran presentes en nuestro organismo. Aunque muchas son inofensivas para el ser humano —e, incluso, beneficiosas— parte de ellas son patógenas que provocan enfermedades a las personas. Antes del desarrollo de los antibióticos, millones de personas murieron a causa de infecciones que hoy en día pueden ser curadas.

El problema de la resistencia

A pesar del indudable avance que ha supuesto el antibiótico, muchas bacterias se están volviendo resistentes a este tipo de tratamientos debido a múltiples factores. Esto supone una auténtica amenaza para la salud pública que se agrava con el paso del tiempo y que cada año se cobra la vida de miles de personas.

«El desarrollo de la resistencia a los antibióticos es un fenómeno natural que ya predijo el propio Alexander Fleming. La evolución natural de las bacterias hace que algunas sufran mutaciones en su material genético que las hace resistentes. El problema es que los antibióticos ejercen una presión selectiva. Esto significa que eliminan las bacterias sensibles a los antibióticos, mientras que las resistentes pueden seguir multiplicándose y produciendo enfermedades. El uso excesivo e inadecuado de los antibióticos hace que pierdan eficacia porque las bacterias se vuelven resistentes a estos tratamientos», explica Ana María Sahagún, profesora titular de Farmacología de la Universidad de León y coordinadora del proyecto ‘Resistencias a los antimicrobianos. Una amenaza y una prioridad europea (RESIST-UE)’.

Aunque las bacterias sean las responsables de muchas patologías, la experta recuerda que «no todas son perjudiciales». 

«Las bacterias pueden producir muchos tipos de enfermedades tanto en el hombre como los animales. En el ser humano, las bacterias provocan enfermedades como la amigdalitis, la tuberculosis, infecciones urinarias, infecciones de la piel... Es muy difícil enumerarlas todas. Sin embargo, la mayor parte de las bacterias no son perjudiciales. De hecho, algunas son beneficiosas para el organismo. Hay bacterias que promueven el buen funcionamiento de nuestro sistema digestivo. Algunas ayudan a producir fármacos y vacunas. Otras se emplean para fabricar alimentos. No hay que pensar que todas son perjudiciales», apunta Sahagún.

No obstante, la resistencia desarrollada por ciertas bacterias hacia algunos antibióticos supone un auténtico desafío constante y lo convierte en «una grave amenaza para la salud pública». «La resistencia causa cada año en Europa aproximadamente 33.000 muertes. Si no se pone remedio a este problema, se estima que en el año 2050 se producirán cerca de 40.000 muertes por infecciones que antes podían curarse con antibióticos», detalla la investigadora.

«Además, hay que tener en cuenta el gasto sanitario que se deriva de este problema que es aproximadamente 1.500 millones de euros anuales en coste sanitario y pérdidas de productividad, según estima el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN) de España», añade.

Gráfico sobre cómo prevenir las infecciones según la Organización Mundial de la Salud.

Gráfico sobre cómo prevenir las infecciones según la Organización Mundial de la Salud.DL

Una prioridad regional, nacional e internacional

Atajar este problema es una prioridad a nivel regional, nacional e internacional. En 2015, la OMS aprobó un plan de acción con el fin de asegurar que haya antibióticos eficaces. Al mismo tiempo, desde la Unión Europea también se considera una amenaza prioritaria para la salud pública. Por ello, desde 2011 se han puesto en marcha planes de acción conjuntos para todos los países de la unión.

En España, se implantó en 2014 el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN), donde se integran también las comunidades autónomas para el desarrollo de diferentes líneas de acción en salud humana, animal y medio ambiente. Este plan incluye medidas para la vigilancia y control de la resistencia con medidas de prevención, el fomento de la investigación, la mejora de la formación de los sanitarios en este campo y también la creación de campañas de comunicación para la sociedad.

«Es una amenaza mundial que afecta a todo el planeta. Se conoce como la ‘pandemia silenciosa’ por la poca atención que se presta. Los países ricos que disponen de sistemas de salud humana y animal plenamente desarrollados están mucho más preparados para afrontar este problema. Sin embargo, los países con menor nivel de ingresos les va a resultar más difícil hacer frente a la resistencia a los antimicrobianos porque sus sistemas de salud son más frágiles y las enfermedades infecciosas están más extendidas. En el caso de la resistencia, el cambio de un antibiótico al que las bacterias se han hecho resistentes por otro que siga siendo sensible tendría un coste que algunos países difícilmente podrían asumir», recalca Ana María Sahagún.

Aunque cualquier persona puede verse afectada por la resistencia con independencia de su género, la edad sí supone un factor de riesgo. «Las personas mayores están sufriendo de forma más importante este problema porque tienen un sistema inmune más debilitado. Los antibióticos se usan con mayor frecuencia en este tipo de población, por lo que se desarrolla mucho más fácil la resistencia», detalla Sahagún.

Una amenaza también para los animales 

Además de los seres humanos, los antibióticos son fundamentales para mantener la salud y el bienestar de los animales y para el control de la transmisión de microorganismos patógenos que puedan transmitir enfermedades a los seres humanos. Por ello, la resistencia a los antibióticos también es una amenaza en la medicina animal.

«Al igual que en el ser humano, el uso inadecuado también favorece la aparición de resistencias en los animales que pueden diseminar enfermedades a otros animales de la misma especie, a otros de distintas especies e, incluso, podrían transmitirse al ser humano o al medio ambiente. Esto es un concepto que se le está dando muchísima importancia y se denomina ‘One health’ (‘Una sola salud’ en español). Al final, la salud humana, animal y el medio ambiente están estrechamente relacionadas», detalla la experta.

Graves consecuencias

Desde El Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN) alertan que como consecuencia del uso incorrecto de este tipo de tratamientos, los antibióticos pierden eficacia a un ritmo que era impensable hace tan sólo cinco años.

Las consecuencias de esta problemática suponen un retroceso para toda la sociedad y ponen en peligro los logros alcanzados por la medicina moderna. Sin antibióticos eficaces para la atención y prevención de enfermedades, intervenciones como el trasplante de órganos, la quimioterapia o una cirugía podrían verse gravemente afectadas.

A nivel económico, se calcula que si se no se ataja este problema, la resistencia a los antimicrobianos pueda llegar a reducir el PIB mundial para el año 2050 entre un 1 y un 4% aproximadamente dependiendo de la gravedad de la situación, según el Banco Mundial. «Esto se debe a las consecuencias que tienen en la salud de las personas, la productividad de los animales y las dificultades para el comercio», afirma Sahagún.

Se calcula que la resistencia a los antimicrobianos pueda llegar a reducir el PIB mundial entre un 1 y un 4%

Actualmente, 4.000 personas mueren cada año en España por la resistencia a los antimicrobianos, cuatro veces más que los decesos provocados por los accidentes de tráfico, según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS).

Líneas de investigación abiertas

La resistencia a los antimicrobianos es una prioridad a todas los niveles, por lo que existen «varias líneas de investigación abiertas en este campo», como reseña la experta.

En 2015, la OMS aprobó un plan de acción con el fin de asegurar que haya disponibles antibióticos eficaces

«Estas investigaciones incluyen la búsqueda y desarrollo de nuevos antibióticos y vacunas contra las bacterias resistentes. También el empleo de bacteriófagos, que son virus que afectan a las bacterias. El desarrollo de un grupo de anticuerpos que actúan frente a bacterias concretas. Y, además, se están estudiando compuestos que potencien la respuesta inmune en las personas y los animales. Y, por otro lado, se busca cómo promover esas bacterias beneficiosas presentes en nuestro aparato digestivo, la microbiota, que pueden ayudar a curar y prevenir algunas infecciones. Hay muchos campos abiertos», detalla.

Medidas a seguir

Como usuarios, se pueden seguir una serie de pautas para reducir esta problemática.

«Todos deberíamos utilizar los antibióticos de forma correcta, prudente y responsable. Se deben seguir las pautas que da el médico cuando prescribe un antibiótico. No dejar de tomarlo cuando nos encontramos mejor, sino que hay que seguir las indicaciones pautadas. Es importante no automedicarse y solo tomarlo cuando se indique. Además, es contraproducente ingerirlo por nuestra cuenta con antibióticos que hayan sobrado de un tratamiento anterior. Tampoco se debe consumir cuando se tiene un resfriado o una gripe porque realmente estas enfermedades son producidas por virus y no por bacterias. Por ello, el tratamiento antibiótico no resultará eficaz. En el caso de los animales, se deben seguir las pautas indicadas por el veterinario. Los animales de compañía no deben ser medicados con medicamentos que tengamos para nosotros. Y no debemos olvidar que es importante seguir ciertas pautas de higiene para prevenir las infecciones», concluye Ana María Sahagún.

El proyecto 'Resistencias a los antimicrobianos'

Dentro de los planes europeos contra la resistencia contra los antibióticos, existen diferentes proyectos dedicados a tratar esta problemática desde diferentes perspectivas.

'Resistencia a los antimicrobianos. Una amenaza y una prioridad europea. (RESIST-UE)' es un proyecto multidisciplinar, dentro de la estrategia Una sola salud ('One Health'), en el que colaboran doce profesores de tres universidades españolas (León, Complutense de Madrid y Santiago de Compostela), entre ellos se encuentra la investigadora Ana María Sahagún.

El objetivo es profundizar con los estudiantes de la Universidad de León en el conocimiento de las resistencias a los antimicrobianos. «Queremos que nuestra actividad se difunda también entre la población, para lo que disponemos de una página web, en la que se pueden visualizar las diferentes charlas impartidas y actividades que estamos desarrollando, y que creemos tienen un gran interés para la sociedad, pues permite profundizar en el problema de las resistencias bajo diferentes puntos de vista», detalla la científica.

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