Cerrar

REVISTA

Los pioneros bercianos de Franco

Trabajaron de sol a sol para sacar adelante la nueva economía agraria ideada por el franquismo. Los colonos levantaron desde los pueblos nuevos de Bárcena del Bierzo, Posada y Fuentes Nuevas la riqueza energética y alimentaria que España necesitaba en un momento asolado por el hambre y la miseria.

Angelines Blanco Alonso, una de las 'colonas' de Posada del Bierzo. FERNANDO OTERO 

León

Creado:

Actualizado:

Angelines recuerda que de niña era capaz de divisar todo el Bierzo desde su pueblo natal, Cubillos. «Todavía sueño con aquello. Me costó dejarlo. Me convenció el cura, y después ya...» Llegó hasta Posada del Bierzo, entonces del Caudillo, en 1958, con su marido, una hija de dos años y otra «dentro de mi». Recibió una casa de obrero con huerto y mucho trabajo. «Cuando llegamos aún vivían aquí los tractoristas» explica a la puerta de su casa, la misma que abrió hace 66 años con el fin de habitar lo que entonces se llamó colonización interior, una gran migración realizada con la transformación hidrológica. La finalidad del gobierno fue transformar y poner en producción agrícola vastas extensiones de terreno, a través de la implantación de sistemas de regadío. 

Al principio, todo era tierra baldía pero poco a poco «convertimos todo en un vergel, no como ahora», añade con tristeza mientras observa unos muros comidos por la humedad. «Cuando estaba el mayoral obligaba a encalar las fachadas cada año y una vez al mes pasaba la inspección para comprobar que todo estaba en orden y las viviendas, habitadas». Angelines es una de las mujeres que trabajó para sacar adelante el pueblo que el Instituto Nacional de Colonización creó de la nada para poner en marcha el pantano de Bárcena. Como ella hubo muchas, tantas como hombres. Sin embargo, la mayoría de las fichas conservadas en el Archivo Provincial las invisibilizan. En la de Bárcena del Bierzo aparece alguna viuda y una mujer soltera con un hijo.

El régimen analizaba a cada uno de los aspirantes, a su familia, sus antecedentes políticos, su religiosidad, la idoneidad en una palabra para convertirse en la fuerza de trabajo con la que alumbrar la repoblación de una España diezmada por la guerra y la indigencia. Entre los años 40 y 70 del siglo XX el Instituto Nacional de Colonización, dependiente del Ministerio de Agricultura, promovió en España la creación de nuevos poblados y el desarrollo de otros ya existentes. Principalmente se asentaron en las cuencas fluviales, creando una estructura regional alrededor de los principales ríos: Duero, Tajo, Guadiana, Guadalquivir y Ebro.

Imagen del dibujo de la cartilla de colono. DL

El país, hambriento, necesitaba cosechas, agua y energía. Los raíles para conseguir todo ello fueron puestos por este organismo público que realizó una ordenación del territorio de la que León no fue una excepción. Si bien la mayoría de los nuevos pueblos creados por Franco estuvieron en Extremadura, Aragón y Andalucía, la provincia también vio germinar nuevas localidades en El Bierzo. Fueron tres: Bárcena del Bierzo, Fuentes Nuevas y Posada del Bierzo.

En León, el Instituto Nacional de Colonización inició sus trabajos en 1955, creando para ello una Subdelegación en Ponferrada. De un artículo publicado en Diario de León el 9 de septiembre de 1958 se desprende que este organismo tuvo como primeros trabajos la preparación de nuevos poblados que eran necesarios para la población de Bárcena del Río y Posada, afectados por el embalse que construía la Empresa Nacional de Electricidad (Endesa). «Posteriormente se declaró de interés nacional toda la zona regable del Bierzo con la puesta en servicio de los canales Bajo y Alto». El redactor del artículo explica que fue por esa razón por la que se acometió la tarea de construir nuevos asentamientos. «Para ello, se adquirieron en compra, mediante expropiación, los terrenos necesarios en una superficie de 500 hectáreas». Con el objetivo de articular dos polos de dinamización agraria, uno al norte de Ponferrada y otro al sudeste de Carracedelo, se expropiaron seis fincas de dehesas entre 1950 y 1957. A estas dos se unió una tercera en la localidad de Fuentes Nuevas. El INC concedió en El Bierzo 1.987 auxilios por importe de 59.783.060 pesetas para la ejecución de las mejoras en regadíos, 178 construcciones rurales, bodegas, viviendas, vaquerías, apriscos, gallineros, silos, secadores de tabaco, graneros... para una obra de 98.558.996 pesetas.

Gerardo Fernández es el autor del libro Un pueblo Nuevo.fernando otero

Los fondos del Ministerio de Agricultura recogen cómo se desarrollaron los núcleos regables en la zona del Bierzo. Los expedientes especifican que la necesidad de resolver los problemas sociales planteados a los agricultores de Bárcena y Posada del Río como consecuencia del embalse de Bárcena, que habría de inundar la totalidad de las viviendas de ambas poblaciones y la mayor parte de sus terrenos de cultivo, motivó la actuación del INC llevada a cabo con arreglo a las directrices fijadas en el Decreto de 21 de enero de 1955, sobre el traslado de familias campesinas afectadas por la expropiación de tierras.

Imagen de una de las calles del pueblo inundado.maria fuentes

Explica Gerardo Fernández, autor del libro Un pueblo nuevo , que antes de que los vecinos fueran desalojados, el gobierno dio orden de iniciar poco a poco la inundación de los pueblos como una manera de coacción. «Fue muy trágico. Los habitantes no querían irse. Para ellos fue como una especie de exilio. Incluso tuvieron que encementar todo el cementerio antes de la inundación porque creían que los muertos saldrían a la superficie».

Una vez elegidos los pioneros agrícolas y adjudicados los lotes el INC estableció dos periodos. El primero se denominó de tutela. Tenía una duración de cinco años y se basaba en una relación de aparcería en virtud de la cual el Estado aportaba, además de la tierra, la totalidad de la maquinaria agrícola y ganado de trabajo y renta, así como semillas, piensos, abonos, insecticidas. Cuando este se liquidaba, comenzaba el periodo de acceso a la propiedad y el colono quedaba obligado a amortizar el valor de la tierra con un interés del tres por ciento anual así como en el de las mejoras en la parte no subvencionable. Esta amortización se realizó, en el caso del Bierzo, en plazos comprendidos entre 15 y 25 años excepto para las viviendas y dependencias agrícolas, en las que llegó a hacerse en 40.

Imagen del centro del pueblo donde estaba el centro social, la iglesia y el ayuntamiento.fernando otero

Sin embargo, no todo fue como el régimen se encargó de contar. Gerardo Fernández, que llegó con apenas ocho años, explica que el sentimiento que más abundaba era el de incertidumbre. «No se sabía cuánto habría que pagar, ni cuándo ni de qué manera. Ni siquiera tenían la certeza de si llegarían a ser propietarios». Por eso, explica que la gente abandonaba el pueblo y llegaban pobladores nuevos. «Es verdad que al principio había lista de espera pero eso cambió con el tiempo porque la tierra no producía nada, era improductiva y había que trabajar de sol a sol».

Hubo cientos de colonos entre los tres pueblos. En el caso de León su procedencia no distaba demasiado de los nuevos asentamientos, por lo que resultó menos complicado que en otros lugares de la península. Aún así, años después muchos de ellos serían arrojados de las casas y las tierras que durante al menos un decenio habían convertido en su hogar. En septiembre de 1965, la totalidad de los adjudicatarios de los lotes pasaron al régimen de acceso a la propiedad. Un año después, la Subdelegación de La Coruña se hace cargo de la Junta y «comprueba» que quedaban pendientes de cobro cantidades correspondientes al capítulo de aparcería. «A pesar de la comunicación y de la labor personal facultativa con los colonos, algunos de ellos hicieron caso omiso de sendas indicaciones y no abonaron cantidad alguna por estos conceptos», dice el subdelegado.

El propio INC explica en el mismo documento que no se tomaron represalias contra los aparceros debido a una serie de «vicios constructivos» que provocaron el desplome de la mayoría de las cubiertas de las viviendas, un accidente que pudo tener consecuencias mortales y que provocó la indignación de los colonos. La escasa calidad de los elementos de construcción, en la que el cemento brillaba por su ausencia, fue la razón de la caída de los tejados. Dragados, la empresa encargada de las obras de los pueblos, fue conminada a reparar todas las viviendas de Bárcena. Pero la decisión salomónica originó nuevos problemas. «Cuando la empresa entraba a arreglar una vivienda dejaba a la familia entera en la calle y otra debía darle cobijo», revela Gerardo. Subraya que por lo general se refugiaban en naves agrícolas, cocinando en el exterior con hogueras y sin la higiene necesaria. «Estuvieron como animales hasta que les terminaron las obras», denuncia.

Imagen de parte del expediente.maria fuentes

EL INSTITUTO NACIONAL DE COLONIZACIÓN

El INC se creó en octubre de 1939, recién concluida la Guerra Civil pero sus ideas se basaban en el Instituto para la Reforma Agraria de la Segunda República fruto, a su vez, de la filosofía del Regeneracionismo del siglo XIX. La doctrina regeneracionista pretendió la recuperación del país tras la pérdida de las últimas colonias de ultramar en 1898 e intentó remediar la decadencia de la nación española mediante actuaciones de reforma de sus estructuras sociales, políticas y económicas. Ya en los albores del siglo XX, se establecerá la consideración determinante de la extensión e incremento de la superficie de regadíos en el campo, que empezará a estimarse como imprescindible en la renovación de la economía española. Este espíritu reformador y renovador de las infraestructuras fundiarias se continuará en la Segunda República, alcanzando un acercamiento real a la colonización integral al aunar las políticas hidráulica y colonizadora, contemplando globalmente las obras necesarias para la ejecución de las infraestructuras, las viviendas y los servicios. Se implementaron entonces propuestas que plantearon el establecimiento de las condiciones de ordenación del territorio rural, necesarias para albergar a los labriegos y colonizar los terrenos yermos en amplias zonas aisladas, subdesarrolladas y con enormes desigualdades sociales. Los objetivos del INC desde 1939 hasta 1973, serán los de ampliar la superficie de terreno cultivable mediante la creación de regadíos en amplias zonas improductivas del territorio, y los de fijar, asentar y controlar la población campesina en territorios despoblados con el fin de evitar el éxodo rural, para la consecución de propósitos de producción agrícola autosuficiente. En este contexto el INC construirá, entre 1943 y 1971, cerca de trescientos nuevos pueblos que van a contribuir al desarrollo de la agricultura de regadío en las cuencas de los principales ríos de la España de posguerra.

Proyecto urbanístico de Posada del Bierzo.maria fuentes

Estos trabajos también generaron otro tipo de problemas. Angelines recuerda que al llegar a su casa durante unas vacaciones descubrió que estaba ‘ocupada’ por una mujer cuya vivienda estaba a medio terminar. «Acudí al mayoral y me dijo que teníamos que irnos. Fue el ingeniero el que me tranquilizó. Le propuse que como ella era una mujer sola podía quedarse con nosotros, pero no quiso». Y es que los obreros que no disponían de tierra agrícola se veían obligados a buscar empleo donde fuera. En el caso de la familia de Angelines, en Andalucía, con lo que en ocasiones les llegaba órdenes de desahucio. «Muchas veces pensamos que nos las quitarían. Pero ya ve. Aquí sigo».

A pesar de todo lo anterior y del hecho de que en muchas ocasiones la luz o el agua no llegaba a la colonia, el Instituto Nacional de Colonización siguió adelante con la expulsión. «El total de las cantidades a abonar por los colonos de Bárcena en 1967 alcanzó la cifra de 2.260.477,17 pesetas, de las que se abonaron 276.903,28».

Las deudas llevaron a la elaboración del estado de cuentas de cada uno de los colonos propuestos para la expulsión de la finca, quince en total, hombres todos excepto una mujer viuda con cinco hijos. Así se las gastaban por entonces. Y todo ello a pesar de que los jornaleros habían dedicado años a arrancar una brizna de cereal a la tierra, un suelo improductivo en el que los colonos plantaron centeno, trigo, cebada y avena. «Al principio ni siquiera había agua porque el canal alto estaba en construcción», aclara Gerardo Fernández, para quien la ayuda de toda la comunidad fue clave para que muchos pudieran subsistir.

Estudio de la cantidad de semillas necesarias para la puesta en marcha de la unidad piloto de Bárcena.maria fuentes

El papel de las mujeres

Destaca Abelardo Gil Fournier que era al pater familias a quien se proporcionaba formación agronómica, quien figuraba en todas las transacciones y a quien se atribuía las cifras de producción. «Sin embargo, gran parte del trabajo diario corría a cargo de las mujeres. Los escasos medios dedicados al programa hacían imposible que un solo jornalero completara todo el trabajo que le correspondía en un día. Por ello, además del trabajo de manutención y crianza en el hogar y del cuidado de los animales, la colona salía al campo todos los días para ocuparse a menudo de las tareas más penosas», destaca.

Esta realidad es corroborada por los propios colonos. En el libro de Gerardo Fernández aparecen numerosos testimonios en ese sentido y él mismo alega hoy que eran las propias mujeres las que realizaban la mayoría de las tareas agrícolas. «Al único que le daban un sueldo mensual era al colono de la parcela piloto, 1.100 pesetas al mes. El resto tenía que salir adelante con lo que obtenía con la cosecha de unas tierras baldías en las que parecía imposible que nada germinara», explica. Por ello, no es exageración decir que trabajaban de sol a sol e incluso cuando no lo había porque los hombres tenían que ir a la mina o a la construcción de la central hidroeléctrica para mantener a la familia al tiempo que ayudaban a sus mujeres en el campo. «Mi padre salía de casa a las seis de la mañana hacia Endesa y cuando regresaba aún tenía labor en el campo», rememora.

Esa tardanza en sacar adelante las cosechas hacía que muchos abandonaran. «En Posada del Bierzo no quiso instalarse nadie. Al final, había 65 vecinos y más de la mitad tenía más de 60 años».

En INC cuantificaba el trabajo de las mujeres mediante un sistema de equivalencia que se ponía en relación con los requisitos para ser seleccionado como colono. La gradación anulaba a las mujeres o las ubicaba en los tramos más bajos en relación con el trabajo productivo. Así, las que se dedicaban a los trabajos domésticos (esposa del colono) y las que en el núcleo familiar tuvieran a su cargo hijos menores de tres años no computaban de ningún modo como fuerza laboral. Las que sí que lo hacían por no ubicarse en el epígrafe anteriormente mencionado tan sólo obtenían un 0,25, la mitad de lo que representaba un varón de entre 12 y 14 años (0,50) y un 75% menos que su propio marido.

El lego de Bárcena del Bierzo

Los documentos del Archivo Provincial dan fe del paso a paso de la creación de Bárcena del Bierzo. La finca estaba dividida en dos partes: en la primera se construyó el poblado y estaba, según consta en el expediente, «al este de la carretera de Ponferrada a la Espina y sobre su kilómetro número 6, dentro de los terrenos municipales de Ponferrada y Cubillos del Sil con una superficie de 110 hectáreas, todas en regadío. La otra parte del total está situada en las inmediaciones del pueblo de Cortiguera, dentro del término municipal de Cabañas Raras». Los papeles revelan que las fincas fueron expropiadas al declararse de Interés Social por decreto del 13 de mayo de 1956 puesto que en ellas se preveía instalar a los antiguos moradores de Bárcena y Posada del Río, que quedaron anegadas al construirse el pantano de Bárcena. Tres años después, y una vez concluidas las obras en el poblado se instalaron 47 familias con lote de colono y 44 con lote de obrero con huerto. De todos ellos tan solo un cuarta parte procedían de los pueblos citados anteriormente.

Arquitectura y urbanismo

En los tres pueblos se construyeron 224 viviendas y los centros cívicos constituidos por el ayuntamiento, la iglesia, el consultorio médico, las escuelas y el centro cooperativo. El primero fue Bárcena del Caudillo, que se ubicó, tras desestimarse la localización prevista en un inicio, sobre el monte de El Bornazal, de San Andrés de Montejos, y se programó para acoger 96 viviendas, dos comercios, escuelas, parroquia, cementerio y casa de administración. El segundo, Posada, se levantó en una finca roturada al sur de la línea del ferrocarril, en el cruce de caminos de Carracedelo a Villadepalos. Esta fue la localidad de menor tamaño y preveía 38 viviendas, parroquia, escuela, dos comercios y casa de administración.

Por último, la ampliación de Fuentesnuevas se erigió sobre la dehesa de San Juan de Fabero e incluía parroquia, comercios, edificio administrativo, y 56 viviendas que no serían sorteadas hasta bien entrado 1962 debido a la falta de suministro eléctrico.

Jorge Magaz Molina, profesor de Arquitectura de la Universidad de Alcalá, sostiene que el Bierzo constituía un escenario propagandístico de la política energética impulsada por el régimen franquista en torno a la cuenca minera. «Frente a las formas empleadas por Endesa, Renfe o MSP, es el Instituto Nacional de Colonización el que incorpora al debate arquitectónico local los gestos más innovadores al escenario urbano», manifiesta en el estudio Escenarios del progreso: la experiencia del INC del Bierzo .

Los artífices de la trama urbana fueron Jesús Ayuso Tejerizo, G. Mesalles Garau, Manuel Rosado y Miguel Ángel Leal. Todos ellos desarrollaron uno de los conjuntos «más relevantes del movimiento moderno de la comarca» y «se reconoce en ellos gestos renovadores, racionalidad constructiva en los espacios y la introducción de la modernidad a través de la arquitectura religiosa». En Bárcena destaca la plaza porticada en U y situada a la entrada del pueblo. Este pueblo ofrece un trazado canónico, con una plaza central en el cruce de las carreteras de acceso. Las calles se dotaron de aceras y destaca la previsión de arbolado y zonas verdes, el tratamiento del pavimento y la dotación del alumbrado público, elementos que no llegarán a numerosos barrios de Ponferrada hasta finales del siglo.

Añade el profesor que las viviendas de las Colonias comparten una traza común que participa del modelo planteado para las colonias agrícolas y que perseguía la máxima renovadora del momento: una vivienda «independiente», «higiénica» y «moral», con la que «elevar» la condición del colono y del obrero; independiente por su carácter de vivienda unifamiliar; higiénica por la definitiva separación espacial y de circulaciones del espacio habitado de las dependencias agrícolas y animales, así como por el suministro de iluminación natural a cada una de las piezas; moral por la organización física y espacial interna de la vivienda, organizada en 3 dormitorios y cocina; orientada a una explícita división funcional y de género.

Imagen del centro cooperativo de Bárcena del Bierzomaria fuentes

Las casas de los colonos eran de planta baja o de dos plantas y de diferentes tamaños, normalmente de dos tipos (las de obrero eran más pequeñas), que se asignaba a cada familia dependiendo del número de miembros que la formaran. Cuantas más personas, más grandes, aunque en muchos casos esta situación no se tuvo en cuenta y se sortearon los lotes sin considerar el tamaño de las familias. Pero independientemente del tamaño de las casas, las condiciones de las mismas a la llegada eran similares: no había luz ni agua, el baño (sin taza) solía estar en el patio, no había mobiliario y la parte que cobraba más importancia era la cocina, donde más vida se hacía. El espacio total ocupado por la casa era grande (unos 150-200 metros cuadrados) pero la mayoría estaba destinado al patio con el corral para los animales y el granero para almacén, haciendo más reducido el espacio habitable.

En España se crearon alrededor de 300 pueblos de estas características. El Servicio de Arquitectura fue dirigido por José Tamés Alarcón y bajo su mando realizaron proyectos para el INC unos ochenta arquitectos, treinta de los cuales eran funcionarios: José Luis Fernández del Amo, Alejandro de la Sota, José Antonio Corrales o Carlos Arniches son algunos de los técnicos intervinientes que se enfrentaron al diseño de un pueblo completo, un desafío para el que disfrutaron de gran libertad propositiva. Y si bien es cierto que el propio Instituto fomentaba una serie de directrices y criterios formales para evitar la monotonía los pueblos —por los trazados de las calles, la rotura de las perspectivas, la configuración de los espacios públicos o la atención al detalle— son a día de hoy un ejemplo de la arquitectura moderna que habría que proteger para que no se pierda.

Sin embargo, los vecinos de Bárcena del Bierzo lamentan el estado en el que se encuentra la localidad y piden al ayuntamiento de Ponferrada que se implique en su recuperación puesto que estos territorios están catalogados en el Docomomo como un ejemplo del urbanismo de mediados de siglo pasado a proteger.

La iglesia, hoy cerrada, era el edificio más representativo del pueblo debido a la importancia en la vida social del mismo. El campanario se constituyó como hito urbano y referente paisajístico. De hecho, la labor de José Luis Fernández del Amo, funcionario del Servicio de Arquitectura del Instituto Nacional de Colonización y director del Museo Nacional de Arte Contemporáneo nombrado por Joaquín Ruíz-Giménez en 1952, supuso un hito en la incorporación de obras de arte abstractas en las iglesias de los pueblos de colonización: alrededor de setenta artistas, entre los que se incluyen José Luis Sánchez o Pablo Serrano (escultura), Antonio Hernández Carpe o Antonio Suárez (pintura), Arcadio Blasco (cerámica), Ángel Atienza (vidrieras) aportaron sus obras a las iglesias construidas, con frecuencia sin conocer su destino final.

Cargando contenidos...