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Las lágrimas del cayuco Z

«No perdamos la referencia. Hablamos de niños». Es la llamada de atención del presidente de Canarias. Esta es la historia del cayuco Z: dos huérfanos y una madre desesperada

CARLOS DE SÁA

Publicado por
José María Rodríguez / Gelmert Finol; SAGRARIO ORTEGA (EFE)
León

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Cuando el presidente de Canarias llevó el miércoles a varios consejeros autonómicos a un centro de acogida de Tenerife para mostrarles la realidad de los menores migrantes y pedirles ayuda, quizás les habló del cayuco Z y de una de las lápidas más recientes de los cementerios de El Hierro, la de Aissatou Camara.

Hace solo unos días, cuando sentía que «la crispación política de Madrid contaminaba» las posibilidades de llegar a un acuerdo para compartir la tutela de los menores con el resto de España, Clavijo pedía a todos: «No perdamos la referencia. Hablamos de niños».

«Me niego a creer que vivimos en un país donde no se quiere garantizar los derechos de niños y niñas que pueden ser nuestros hijos, que pueden ser nuestros hermanos, nuestros sobrinos o nuestros nietos», se lamentaba, antes de remarcar que son supervivientes de la ruta más mortífera del mundo y que muchos han quedado marcados por travesías terribles.

Como la del cayuco que entró en la madrugada del domingo 7 de julio por sus propios medios al puerto de La Restinga, el último hasta la fecha en El Hierro. Llegó a tierra tras doce días de navegación desde Senegal, con 147 ocupantes, dos de ellos ya cadáveres: una mujer y un hombre identificados como Z-8 y Z-147.

En el registro oficial de rescates por islas, a cada cayuco se le asocia una letra y a sus ocupantes se les asigna siempre un código formado con esa misma letra y un número. Si se trata de un cadáver y nadie puede dar razón de su nombre, será el único dato que figure en su lápida, junto a la fecha de su llegada a Canarias.

Aissatou Camara, una guineana de 24 años, estuvo cerca de que la sepultaran de esa manera. De hecho, el código Z-8 con la fecha del 7 de julio de 2024 figura en la lápida de su nicho en el cementerio de El Pinar.

Pero El Hierro es diferente, todo allí es más pequeño, más familiar y humano, y alguien procuró averiguar el nombre de Aissatu antes de darle su último adiós, aunque no hubieran pasado ni 36 horas desde su fallecimiento.

Los herreños intentan con todos. Lo consiguieron también con Seckou Diallo, el hombre que yace a su lado, muerto en el cayuco que llegó un día antes que el suyo, el Y. Con Z-147 no llegaron a tiempo.

Probablemente el nombre de Aissatou lo dio su hija, una niña de nueve años que está ingresada en el pequeño hospital de la isla, en Valverde.

Aún está en shock: vio morir a su madre y ha pasado por el trance de tener que contar la noticia por teléfono a su padre, un migrante que intenta sobrevivir como puede en Europa, contaron fuentes sanitarias y de colectivos de apoyo al migrante.

Con ella está en el centro sanitario otro niño de unos seis años que viajaba en el mismo cayuco. Iba con su padre, uno de los siete migrantes —algunos menores— que murieron antes de ver tierra cuando se les acabó el agua. Su cuerpo, como el de los otros fallecidos, fue arrojado al Atlántico.

El niño está sobrecogido, encerrado en sí mismo. Puede que viera hundirse a su padre para siempre en el mar o puede que quienes le rodeaban en ese trance hicieran lo posible para que no lo presenciara. Pero el niño sabe que su padre ha muerto.

Los dos han sido reconocidos ya como niños en desamparo. Ya están en la lista de menores tutelados por el Gobierno de Canarias, con otros 5.500 que llegaron antes que ellos. En cuando reciban el alta en el hospital, pasarán a un centro adecuado para su edad y el trauma que han sufrido, explican fuentes implicadas en su acogida.

Ellos no son los únicos que lloran estos días en el Hospital de El Hierro. Una mujer de su mismo cayuco no deja de preguntar por su hijo, dice que sólo tiene uno meses. Implora verlo desde que es consciente de que se encuentra en un centro médico. En su cayuco llegaron vivos a tierra 14 menores, pero ninguno es un niño tan pequeño.

En una ruta que mató de enero a junio a 5.054 personas —una cada 45 minutos— no cuesta encontrar tragedias. Esta solo es una más. La del cayuco Z, dos huérfanos y una madre desesperada.

¿Podrían las Fuerzas Armadas participar en el control de la inmigración irregular? Este planteamiento del PP, que ya lanzó Vox hace tiempo, ha abierto un debate en torno a una propuesta que, según expertos consultados, es innecesaria, al menos por el momento.

El portavoz de PP en el Congreso, Miguel Tellado, lanzó la idea de desplegar barcos de la Armada para frenar la entrada de cayucos. No es la primera vez que un partido propone la intervención del Ejército. Ya lo hizo Vox después de que en mayo de 2021 entraran en Ceuta 12.000 migrantes, en la mayor crisis migratoria de la historia entre España y Marruecos.

Expertos y profesionales de las fuerzas de seguridad y creen que, por el momento, la lucha contra la inmigración irregular debe seguir en manos de los cuerpos policiales. Sólo en el caso de que la inmigración afectara a la seguridad nacional, es decir, si algún país utilizara a los migrantes para desestabilizar el nuestro, la intervención de las Fuerzas Armadas sí estaría justificada, dice un experto.

«Suficientes recursos»

Un alto mando de las fuerzas de seguridad es tajante y dice que ahora mismo España «cuenta con los suficientes recursos» para afrontar el problema migratorio, luchar contra las mafias que trafican con seres humanos y cooperar con los países de origen y tránsito.

Añade que la participación de las Fuerzas Armadas sería una decisión política que tendría que tener encaje legal. De todos modos, habría que ver primero si es necesaria y después si sería eficaz. «Por ahora, me quedaría con lo que tenemos», insiste.

Y si se decidiera, podría articularse a través de un acuerdo o convenio como el que tienen los ministerios de Interior y Defensa para que las fuerzas de seguridad puedan recabar, como ya se hace en la lucha contra el narcotráfico, la ayuda de la Armada o de los medios del Ejército del Aire y del Espacio para interceptar embarcaciones con droga. Pero esta ayuda está regulada y protocolizada.

Cooperación en origen

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha resaltado en numerosas ocasiones los buenos resultados de esta cooperación en origen. Tanto es así que, según datos de Interior, se evitan entre un 35 y un 40 por ciento de las salidas de migrantes, lo que para el ministro supone haber salvado esas vidas. Otros datos que reflejan estos resultados son los que se han conocido en los viajes de trabajo del ministro a alguno de esos países.

Así, en su cuarta visita a Mauritania Marlaska, en octubre de 2023, pudo saber que esa cooperación había evitado en lo que iba de año la entrada de al menos 7.000 migrantes en Canarias.

En otra visita, esta vez a Senegal, se ofrecieron también cifras similares. La cooperación de las fuerzas de seguridad desplegadas allí y el trabajo de las autoridades locales habían conseguido interceptar en los diez primeros meses de 2023 un total de 7.123 migrantes, lo que suponía haber evitado casi la mitad de las llegadas irregulares a Canarias desde ese país.

Intervención militar

En el debate abierto tras la propuesta de Tellado han salido a relucir algunos casos de intervención del Ejército en las crisis migratorias.

Pero como destacan algunas de las fuentes consultadas, lo ha hecho en momentos puntuales para hacer frente a los saltos masivos en las vallas de Ceuta y Melilla o para reforzar la vigilancia de esos perímetros en momentos de extrema presión.

Y sí ha participado en misiones de rescate en el Mediterráneo, coordinadas por la agencia europea Frontex, que durante muchos años dispuso de una flota de buques militares dedicados al rescate de las embarcaciones que partían de las costas de Libia.

Un ejemplo es el de mayo de 2016, cuando la fragata de la Armada española ‘Reina Sofía’, apoyada por un avión de Ejército del Aire y por el buque de la Guardia Civil ‘Río Segura’ rescató a un centenar de migrantes que viajaban en varias embarcaciones frente a las costas de Libia. Pero, como explica un experto, no es lo mismo -porque la gente lo confunde- participar en los acuerdos internacionales de rescate en el mar que actuar por su cuenta y riesgo en las aguas territoriales de un país.

Una vez rescatados, los inmigrantes son llevados hasta puerto seguro, recuerda esta fuente, con muchos años de trabajo en la lucha contra la inmigración irregular.

«¿Y si tuviéramos un acuerdo de readmisión firmado con los países de origen? ¿Y si Europa hiciese efecto palanca sobre esos países? Estos aceptarían a las personas rescatadas. Para eso no hace falta recurrir al Ejército, sino a un trabajo de campo realizado por especialistas de las fuerzas de seguridad... por tierra, mar y aire», enfatiza.

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