Diario de León

FUNDIDO EN NEGRO

El último emperador del Órbigo

Benavides se apaga, se consume como la mayoría de los pueblos de la provincia. Uno de los faros que durante decenios mantuvo la vida social de toda la ribera del Órbigo se resquebraja sin que nadie busque soluciones para mantenerlo en pie. El Gran Cine Imperial mantiene a duras penas la dignidad que le convirtió en el centro de la vida sociocultural antes de que se deshaga en pasto del olvido

Imagen exterior del cine de Benavides de Órbigo.

Imagen exterior del cine de Benavides de Órbigo.cristina fanjul

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Entre las letras desvencijadas de la marquesina que recuerda la gloria de otros tiempos se cuela el dibujo de un caballero descolorido. Tal vez Napoleón, el último emperador, pero los que viajan a su infancia con el recuerdo no lo aseguran. Igual que el general corso, el invierno demográfico puso coto al cine Imperial de Benavides. Abandonado desde que hace casi medio siglo —cuando sus propietarios lo pusieron a la venta— fue sin embargo uno de los elementos troncales de la vida de la localidad. Hoy un teléfono pintado sobre el muro es lo único que lo separa de la desaparición. Junto al grafiti, una ironía que no deja de ser la muestra de lo terca que es la certidumbre de la dejación oficial. Se vende... o no? escribió el que sabe de que va todo en la provincia.

«Se han perdido tantos cines rurales que uno más»... Uno más que sin embargo podría marcar la diferencia, ese con el que se destruyera la profecía autocumplida.

Veguellina vio demoler hace años su cine y sobre su solar se construyeron viviendas. Lo mismo ocurrió con Hospital y Carrizo de la Ribera como tantas poblaciones diseminadas por toda la provincia que han demolido los edificios, vaciados para ser meras naves y darles la puntilla final.

La despoblación, el descalabro económico y el envejecimiento en las zonas rurales llevó a un proceso de cierre que, iniciado en los años noventa, se ha intensificado con la aparición de las plataformas televisivas que en ocasiones emiten los estrenos poco después de su proyección en la gran pantalla. El tiro de gracia lo dio la pandemia. En el rural de la provincia apenas quedan seis cines, ocho salas distribuidas entre La Bañeza, Cistierna, Santa María del Páramo, Valencia de don Juan y Villablino. Este mismo verano volvía a abrirse el cine Velasco de Astorga gracias a la iniciativa de Alejo Ibáñez, un cineasta laureado que ha apostado por darle una nueva vida con películas que por lo general están fuera de circuito y que sin duda convertirán la capital maragata en lugar de paso obligado para los cinéfilos que se mueven fuera de los gustos comerciales que impone la gran industria.

Imagen del interior del cine Imperial.

Imagen del interior del cine Imperial.C. F. A.

El propietario de Proyecfilm, Joaquín Fuentes, destaca que hay varias condiciones necesarias para que un proyecto de cine rural tenga éxito. Una de ellas es que el lugar en el que se ponga en marcha esté lejos de una gran población (entre 45 y 50 kilómetros) y que tenga al menos alrededor de cinco mil habitantes. Sabe de lo que habla porque de la nada ha creado una empresa que explota o gestiona salas en pueblos de toda España —un total de quince en localidades de Castilla, Andalucía y Castilla-La Mancha— con los que da empleo a una veintena de personas. «Yo nací en un cine de verano», rememora para explicar su amor por su la profesión. En los años 60 acompañaba a su padre —pintor de carteles cinematográficos de la Gran Vía de Madrid—, llevando el cine a las pequeñas poblaciones. Lo hacían con un proyector de 16 milímetros y una sábana que hacía las veces de pantalla. «Cada uno tenía que llevar sus sillas y como calefacción teníamos un ladrillo caliente envuelto en una manta».

Joaquín Fuentes es el propietario de la empresa Projectfilm. DL

Joaquín Fuentes es el propietario de la empresa Projectfilm. DL

Ayuda de las instituciones«Necesitamos ayuda de los ayuntamientos porque el 60% de la recaudación se la llevan las distribuidoras, los equipos son carísimos, de tecnología superior a la que tienen muchos cines. Además, nuestras entradas rondan los 5 euros», explica Joaquín Fuentes, propietario de Projecfilm, empresa que ya ha conseguido mantener con vida una quincena de cines en pueblos de España"

A partir de ahí puso e marcha su primer proyecto cuando la democracia aún estaba en pañales. Fue en los teleclubs y en los colegios de Salamanca, con proyectores de 35 milímetros. Ya más adelante comenzó a viajar por los pueblos para poner películas y en Guijuelo instaló su primer cine. «Lo tuve que cerrar al poco tiempo porque las mismas películas que yo ponía las emitían los bares del pueblo», lamenta. En 1983 fundó el de Peñaranda de Bracamonte y de ahí al éxito empresarial, tanto que son legión los que le preguntan el secreto de su éxito. «Trabajo y que esto es mi vida. Lo conozco bien», responde antes de subrayar que su empresa cumple una función social pero no es una oenegé. «Necesitamos ayuda de los ayuntamientos porque el 60% de la recaudación se la llevan las distribuidoras, los equipos son carísimos, de tecnología superior a la que tienen muchos cines. Además, nuestras entradas rondan los 5 euros».

Explica que, a su entender, en muchos casos, los pueblos tienen lo que se merecen. «Cierran las tiendas porque los habitantes prefieren comprar en la capital y no hay cines porque nos ponen las cosas muy difíciles», dice refiriéndose a las trabas burocráticas que muchas veces hacen imposible poner en marcha los proyectos.

Por todo ello, Joaquín Fuentes considera comprensible que haya cines «preciosos» que siguen cerrados y explica que Castilla y León es una comunidad especialmente complicada. «No tiene usted más que ver que ni siquiera un lugar como Benavente tiene cine», dice. Durante años gestionó el cine de Astorga pero terminó dándolo por perdido. «Lo mantuve durante diez años pero no me salían las cuentas. Ganaba 200 pesetas al mes con todos los problemas que conlleva. Igual que abro, cierro», destaca el empresario, que recomienda más equilibrio en la gestión de los fondos públicos. «Hay pueblos que se han gastado dinerales, cientos de miles de euros en comprar y rehabilitar un cine y que después te pone trabas para explotarlo, con lo que se queda vacío y hay pueblos que se gastan millonadas en unas fiestas que duran tres días cuando podrían tener una programación estable todo el año por mucho menos.»

Imagen exterior del edificio que alberga el cine.

Imagen exterior del edificio que alberga el cine.C. F. A.

Imagen de la sala de butacas del cine.

Imagen de la sala de butacas del cine.C. F. A.

Y es que Joaquín Fuentes recuerda que un cine en un pueblo es vida para ese pueblo. «La gente que va al cine no solo es del lugar en el que está la sala y eso genera una comunidad que luego se gasta el dinero», manifiesta. La alcaldesa de Benavides, Esperanza Marcos, no contempla l recuperación de este cine y explica que ya hay un auditorio. «Además, los propietarios llegaron a pedir 800.000 euros por él. Creo que ahora lo vendían por 180.000, pero el ayuntamiento no dispone de ninguna línea de ayuda».

En la postguerraLa inauguración del Gran Imperial tuvo lugar por todo lo alto en plena postguerra española y los años cincuenta fueron la niñez de un lugar que despertaba la magia entre todos los habitantes de la ribera.

Imagen de una de las estancias del cine.

Imagen de una de las estancias del cine.C. F. A.

Por su parte, el diputado de Cultura destaca que si bien este año ya no será posible, el ILC trabaja con un plan para ayudar a los cines situados en localidades de menos de 20.000 habitantes. «Tendrían que crear una asociación y entrar en las convocatorias que hay. También estamos pensando en ayudarles con proyecciones de películas que se rodaran en León».

La inauguración del Gran Imperial tuvo lugar por todo lo alto en plena postguerra española y los años cincuenta fueron la niñez de un lugar que despertaba la magia entre todos los habitantes de la ribera. Sin embargo, si las administraciones no lo remedian, este icono de la Ribera se convertirá en un monumento a la ruina. Atrás habían quedado los cines ambulantes que recorrían los pueblos con películas como Nobleza baturra o Alma de Dios. Los nuevos mecanos de luz sorprendían a niños y mayores con títulos como Lo que el viento se llevó, Sed de mal o Ben Hur. Hacía tiempo ya que los leoneses habían visto las primeras imágenes en movimiento. Fue en 1886 gracias a un artilugio llamado Gran Poliorama pero la primera sala de la que se tiene constancia en León donde se proyectaban regularmente películas es el Industrial Cinema, ubicado en la calle de La Paloma, que pasaba películas mudas con acompañamiento en directo de un pianista.

El desinterés hace que la ruina se coma el cine

El desinterés hace que la ruina se coma el cineC. F. A.

Los inicios fueron precarios, paralelos al desarrollo de la incipiente industria cinematográfica pero poco a poco cada cabecera de comarca llegó a tener más de un cine y las salas se fueron multiplicando en una provincia que devoraba estrenos con el afán de asomarse a un mundo que de otra manera habría sido imposible de imaginar.

El edificio del Imperial fue construido en 1954 por Francisco Vega que vivía junto al que sería el futuro cine, en una cuña urbana de la localidad, junto a la ermita del Bendito Cristo, centro de encuentro, de animación de ocio, de vida, de unión social.

Los inicios del cine en LeónHacía tiempo ya que los leoneses habían visto las primeras imágenes en movimiento. Fue en 1886 gracias a un artilugio llamado Gran Poliorama pero la primera sala de la que se tiene constancia en León donde se proyectaban regularmente películas es el Industrial Cinema, ubicado en la calle de La Paloma

El cine se levantó junto a la carretera y seguía los gustos estéticos de la época. Destaca Jesús Ángel Sánchez García, responsable del Inventario y selección de salas cinematográficas, que tras la Guerra Civil la incapacidad de concretar una arquitectura propia se tradujo en simplificaciones volumétricas y escuetas citas clasicistas para unas salas de cine que ahora ostentarán los patrióticos nombres de Victoria, España o Imperial, junto al más reiterado de Avenida. «En líneas generales cabe valorar que la del estilo fue una cuestión secundaria frente al recurrente formato, sobre todo para los edificios ubicados entre medianeras, a un sencillo volumen de nave sobre el que era factible anteponer una fachada-telón, a veces un mero soporte para las carteleras y rótulos». Es precisamente como se diseñó el edificio que acogía el cine de Benavides. Hoy resiste con un tamiz ocre tapizado de grietas pero en el momento de su inauguración se vestía con una pátina verde y beige que le otorgaba la distinción propia de la época. Su restauración lo convertiría en referente mediante la dotación de actividades diversas para que sirviera como centro de interpretación de la vida rural en la provincia a mediados del siglo pasado.

Imagen de detalle en la que puede verse la primera y la segunda clase.

Imagen de detalle en la que puede verse la primera y la segunda clase.C. F. A.

El Gran Cine Imperial tenía dos ambigús, uno a la entrada y otro en la parte superior. Allí se adquirían frutos secos, refrescos como Orangina, un butano hecho en Villablino y en ocasiones combinados de alcohol. La única cortapisa era mantener el silencio y los modales debidos al comer. Eran otros tiempos. El interior estaba también pintado en elegantes colores crema y verde y en su fachada exterior estaban las carteleras y la pequeña ventanilla de la taquilla, cuya cubierta de pizarra le daba más realce y nobleza. Los más antiguos explican que la entrada tenía un porche de recibimiento donde estaba la taquilla. Una vez traspasado el atrio el público llegaba a un porche de recibimiento y, junto a éste el primer ambigú.

Aún resiste el papel retro que rememora la calidez con la que dos faroles tamizaban la estancia. Allí los espectadores charlaban, comentaban las noticias y los acontecimientos del pueblo antes de acceder a la sala de butacas.

Tres clases

La elección de la fila no se realizaba como ahora. La capacidad económica era la frontera entre unos y otros y el cine tenía, como los vagones de los trenes de entonces, tres clases. Los que más podían pagar ocupaban la primera, en la platea, donde los sillones estaban acolchados y tapizados con una elegante tela verde aterciopelada y apoyabrazos lacados en negro brillante. En la segunda planta se encontraba el anfiteatro y otro ambigú. Sus asientos eran de simple madera pero tenían la ventaja de contar con respaldo. Aquel era el privilegio de la segunda clase, una comodidad de la que carecía el gallinero, dispuesto en bancos corridos a los que se accedía a precios más asequibles.

Imagen del proyector del cine.

Imagen del proyector del cine.C. F. A.

Este templo que durante el franquismo permitió aguantar la carestía y el monocolor del NODO tuvo mucha vida. Allí actuaron por ejemplo Manolo Caracol o Antonio Molina y los vecinos recuerdan la proyección de películas de primera categoría como El Cid, Los 10 mandamientos o Doctor Zivago . El intercambio de títulos entre el cine de Benavides y el de Carrizo permitía ampliar la variedad fílmica puesto que al adquirir las grandes obras de cinemascope el empresario debía quedarse también películas ‘menos apetecibles’ que hacían de relleno en las temporadas con menos estrenos hollywoodienses.

Platea en la Transición"En su platea pronunció Rodolfo Martín Villa el 17 de febrero de 1979 el famoso mitin en el que destacó la necesidad de votar a una fuerza política que no estuviera relacionada con la izquierda ni con la derecha: «Todos queremos enterrar aquello tan horrendamente negativo como fue la Guerra Civil (...) Vuestra responsabilidad empieza el uno de marzo. Siempre quedarán injusticias que resolver y siempre habrá en nuestra labor errores que corregir».

Las latas con el celuloide llegaban en el coche de línea o se recogían en la estación de la Renfe a Veguellina y los días de emisión eran, como en el resto de la provincia, los domingos, lunes y jueves con dos sesiones salvo en verano que había tres.

El Gran Cine Imperial fue también teatro e incluso espacio de libertad con la llegada de la Transición. Allí se dieron los primeros mítines electorales de UCD y años después serviría de plataforma al resto de formaciones políticas. En su platea pronunció Rodolfo Martín Villa el 17 de febrero de 1979 el famoso mitin en el que destacó la necesidad de votar a una fuerza política que no estuviera relacionada con la izquierda ni con la derecha: «Todos queremos enterrar aquello tan horrendamente negativo como fue la Guerra Civil (...) Vuestra responsabilidad empieza el uno de marzo. Siempre quedarán injusticias que resolver y siempre habrá en nuestra labor errores que corregir».

Imagen de un destartalado ambigú. El cine tenía dos.

Imagen de un destartalado ambigú. El cine tenía dos.C. F. A.

El inmueble, como una caja mágica, tenía en su interior colores vivos en las paredes. La estética vintage de algunos elementos y otros aspectos de la decoración convierten esta edificación en digna de ser protegida. «Aunque es cierto que Benavides tiene un auditorio de primer nivel, no debería ser una excusa para que el ayuntamiento o la Diputación abandonen este cine», declara uno de los vecinos, que considera que la colaboración institucional debería ponerse en marcha como reclaman los ciudadanos para darle vida a un pueblo que, en su opinión, no está sabiendo aprovechar el tirón industrial del cercano polígono de Villadangos. Y es que la población de la zona ha aumentado al calor del desarrollo de esta lanzadera económica y no hay que perder de vista que la distancia entre esta localidad y Benavides es de apenas doce minutos. «El Gran Imperial podría ser una imagen icónica para el Órbigo y para León», sostiene otro habitante del pueblo, quien propone al ayuntamiento poner en marcha un concurso de ideas. «Mire, el único concurso actual es el del pasotismo como se ve en otras partes del pueblo», manifiestan los residentes, que reclaman una actuación ya. «No podemos permitir que una pala arruine tantas vivencias y recuerdos. Debemos recuperar el esplendor y que sea un punto de encuentro donde se aproveche el espacio para calmar el tránsito por la carretera y que la pequeña plaza de la entrada se recupere para la gente en vez de ser una fría plancha de cemento». Manifiestan la importancia que un legado como este tiene para las siguientes generaciones: «Que los niños conozcan lo que es y fue el cine, cómo se divertían sus padres, abuelos y bisabuelos sería algo loable. El cine es un edificio que amerita atención para que sea memoria histórica de lo que fue la España rural cuando tenía más habitantes y vida», señala otro de los consultados. «Mucho hablar de cultura, educación y la España vaciada, pero no hacen nada cuando está en su mano».

"Pasotismo"«El Gran Imperial podría ser una imagen icónica para el Órbigo y para León», sostiene otro habitante del pueblo, quien propone al ayuntamiento poner en marcha un concurso de ideas. «Mire, el único concurso actual es el del pasotismo como se ve en otras partes del pueblo», manifiestan los residentes, que reclaman una actuación ya".

El cine fue vendido en 1975 a los hermanos Píos que tuvieron una pequeña empresa de construcción y finalmente sobre 1979 a la familia del que sería una de los dos fotógrafos de Benavides, Catuldo, último propietario. El cierre llegó a principios de los años ochenta.

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