Un viaje al pasado prerromano de La Ercina
La Universidad de Burgos revive La Peña del Castro de La Ercina a través de una reconstrucción digital que, junto a los trabajos de excavación del lugar y la puesta en marcha de un centro de interpretación, muestran la vida cotidiana de los habitantes del poblado durante la Edad del Hierro como nunca antes se ha visto
Junto a los pueblos de Sobrepeña y La Ercina en el término municipal del mismo nombre se encuentra La Peña del Castro. Un emplazamiento dominado por varias colinas próximas a este enclave que conforman uno de los parajes más espectaculares de la montaña oriental leonesa. Cerca del pico de esta peña, se ubica un yacimiento arqueológico que atesora la historia de unos pobladores que habitaron esta montaña hace más de 3.000 años. En lo que hoy parecen quedar solo ruinas, las piedras del lugar guardan en su memoria uno de los momentos clave en la historia de la Península Ibérica, la conquista de Roma a los territorios que conforman España y que dio lugar a las guerras cántabras. Una zona con cierto misticismo que sigue intrigando a lugareños y visitantes.
A través del trabajo de numerosos profesionales que han realizado campañas en el castro, cada vez se conocen más datos sobre aquellos moradores. Además, este verano se presenta una reconstrucción digital que muestra de manera virtual cómo era la vida cotidiana del castro. Con motivo de la reconstrucción, Eduardo González, jefe del yacimiento, realiza un recorrido al pasado para DIARIO DE LEÓN para ‘traer de nuevo a la vida’ a los habitantes del poblado. González junto a un equipo de arqueólogos se han dedicado desde el año 2013 a realizar trabajos de exploración en la montaña. Para situarnos en la historia, hay que remontarse a la última fase de la edad del Hierro que corresponde con la invasión romana y las guerras cántabras (29 a.C.-19 a.C.). «Los romanos van a destruir el castro, lo van a quemar y ese incendio hará colapsar las viviendas, por lo que se van a dejar ‘in situ’ todos los interiores tal y como estaban durante la vida cotidiana de estas personas. Esto nos ha permitido acercarnos muy bien a cómo era la gente del castro», detalla el experto. «Pese a la creencia que hay sobre que las tribus del norte eran salvajes y vestían con harapos o bajaban a rapiñar, lo que hemos podido documentar a través de los restos es que no es cierto y, de hecho, tenían una agricultura muy avanzada. Contaban con arados de metal para explotar zonas y su agricultura era muy diversificada. Aunque el cultivo dominante era el cereal, concretamente el trigo y sus variedades, también cultivaban el mijo. Si bien el poblado se encontraba muy alto, los valles colindantes seguramente sirvieron como zona de cultivo. Este lugar es muy fértil gracias a arroyos y manantiales. Sabemos que realizaban esa agricultura cerca del yacimiento a través de los análisis de polen que nos muestran una zona muy deforestada alrededor del castro», añade.
Clases sociales
En cuanto a la alimentación, la base era el cereal y la leguminosa, aunque se consumían otros productos como las bellotas, las avellanas y productos de huerta, si bien no han quedado restos materiales de ello. «Hemos encontrado trigo, cebada y mijo como cereales y entre las leguminosas, guisantes y almortas. En cuanto a la carne, la cabaña ganadera era muy parecida a la nuestra con mucha oveja, vacuno, algo de cerdo. Sin embargo, algo curioso es que no tenían gallinácea (pollos). No los consumían porque no habían llegado. Las gallinas fueron traídas por los mediterráneos (los fenicios y los púnicos) y se van a expandir con la propia expansión de Roma», detalla el arqueólogo.
Una sociedad en cambio
La llegada del ejército romano trajo numerosos cambios para los habitantes de la Península Ibérica cultural, económica y socialmente. Las comunidades que hasta ese momento se organizaban bajo principios de igualdad comenzaron a estructurarse en torno a familias que se disputaban el poder entre ellas. Las desigualdades sociales afloraban y con ello se daba un cambio sustancial en el que lo público pasó a ser privado. «La conquista de Roma cambió las estructuras sociales de la Península Ibérica y la Peña del Castro no fue una excepción. Además, este asentamiento se encontraba en una zona limítrofe entre las culturas de la zona cantábrica y las culturas de la meseta, los vacceos, que estaban romanizadas desde mucho antes. Precisamente, ese impulso mediterráneo hizo que se cambiaran esas estructuras», explica González. «Con su llegada, la sociedad se empezó a diversificar. Se rompió la comunidad y las familias adquirieron cada vez mayor poder. Estas construyeron su propio lenguaje mitológico con antepasados míticos, se cerraron sobre sí mismas y comenzaron a competir entre ellas. Eso lo sabemos porque en las fases más antiguas del castro nos encontramos que las casas cuentan con zonas abiertas: hay zonas públicas en las que la gente realizaba sus tareas a la vista de todo el mundo. Sin embargo, en la última fase comenzaron a construir patios y se vallaron los espacios abiertos y lo que era público se convirtió en privado. Para contrarrestar eso, se erigieron grandes edificios comunales y se invirtió en capital social. La comunidad se fragmentaba a nivel interno y se dibujaron unas primeras diferencias sociales entre las personas. En el castro, se han encontrado dos edificios de carácter comunal que se desarrollaron debido a estos procesos», añade.
Relación con los muertos
Como cuenta el arqueólogo, esto motivó importantes cambios como «que algunas personas estuvieran por encima de otras». «En principio, todas las familias formarían parte de la vida política e influirían en ella, pero en la última fase hubo personas que lideraron y capitalizaron el poder político. Además, algunas comenzaron a acumular más que otros y tuvieron acceso a información importante sobre temas como el comercio, por lo que se rompió esa igualdad de la comunidad», matiza.
A pesar de que la invasión romana influyera en los cambios en la sociedad peninsular, esta no fue la única razón que motivó estos eventos. La ubicación estratégica de La Peña del Castro fue clave en este proceso, puesto que el lugar era una frontera que pivotó entre el comercio cantábrico y la meseta. «De la zona cantábrica llega talco que seguramente fuera de Puebla de Lillo y de la meseta había cerámica, influencias a nivel ideológico, herramientas y otros productos. Hay un intercambio muy fluido y esta zona es donde se juntarían ambos comercios. No en todos los sitios se organizaban igual, pero la Peña del Castro sí estaba más cerca del contacto comercial y mutó mucho antes ese sistema político y económico que otras zonas que se encontraban más aisladas como algunas regiones de Asturias o zonas de la montaña leonesa más elevadas. Por tanto, el cambio en las estructuras no solo se debe a la propia llegada de Roma en sí, sino también al comercio e influencias culturales», remarca el experto.
Estética
La importancia de los ritos
Aunque se desconoce con exactitud cómo era la religión de aquellos moradores del castro, se han encontrado dos enterramientos de dos nonatos al lado de una puerta en una de las cabañas. Una práctica «muy habitual» en la Edad del Hierro, como cuenta González, y que «nos muestra que no formaban parte de la comunidad y, por ello, no podían ser enterrados con el resto». «Con ello obtenemos una información muy importante de la infancia y el lugar de enterramiento es una muestra muy importante de sus creencias. Se enterraban cerca de muros y puertas como elemento protector ante espíritus que hay fuera. Esto marcaba la diferencia entre lo doméstico y lo de ‘fuera’. No hay pruebas de que estos niños fueran asesinados, sino que fue por muerte natural. Sin embargo, hay indicios de que se sacrificaron animales como corderos o cerdos con esta misma función y se situaban en tabiques y puertas. Se sacrificaban como ofrendas a los dioses para proteger esos espacios de paso. Además, hemos encontrado semillas que han sido calcinadas con ese mismo fin», detalla.
«Una cosa curiosa que hemos hallado en una cabaña comunal es un fragmento de madera trabajado y con una decoración con bronce incrustado. Seguramente perteneciera a un noble. Hemos podido observar paralelismos con otros enterramientos en Centroeuropa, donde se hallaron sillas decoradas de la misma manera. Esto de nuevo aleja esa imagen de salvajes y muestra a una gente que nada tiene que envidiar a pueblos como Grecia o Roma, ya que manejaban muy bien la artesanía. De hecho, hemos podido documentar uno de los primeros ejemplos de utilización de cal para las paredes de toda la zona cantábrica», agrega.
Edad
En cuanto a la lengua, poco se sabe, aunque se cree que adoptaron el lenguaje celtibero, si bien no se consideran como un pueblo celta, sino que este es su grupo lingüístico. Aunque se desconoce cómo llamaban a los habitantes de la Peña del Castro en la época, estos estaban relacionados con personas de la zona norte de Palencia, oriente de Asturias y Cantabria, a quienes los romanos llamaban cántabros.
Origen y caída
La primera ocupación documentada de La Peña del Castro data de inicios de la Edad del Hierro entre el 1.000 y el 900 a.C. Es un poblado con un largo recorrido, ya que fueron 1.100 años de ocupación dentro de un proceso que ocurre al final de la Edad del Bronce. «Aquellos grupos nómadas que se desplazaban por el territorio y que controlaban el bronce, tenían comercio y dominaban la agricultura, se agruparon y se situaron en zonas altas. La Ercina es uno de los primeros sitios donde se comenzaron a asentar. El castro estuvo habitado de manera continuada desde el año 1.000 a.C. hasta la llegada de Roma y las guerras cántabras (29-19 a.C.)», relata González.
A finales del siglo I en la zona más alta del cerro, los romanos instalaron tras la conquista un campamento militar, donde colocaron una torre de vigilancia, crearon una muralla y un parapeto para el control de los pasos. El experto apunta que «esto era algo muy común en la zona cantábrica, ya que cuando expulsaban a las poblaciones locales eran llevadas a asentamientos en zonas bajas para que no se volvieran a defender y ellos montaban campamentos militares en las zonas altas donde se encontraban los poblados». «Era una forma de continuar la guerra y militarizar el paisaje para acabar con ellos a nivel moral, ya que no solo ocupaban sus poblados de forma militar. Una vez que murió Nerón todas esas torres se desmantelaron y la peña el Castro se despobló. A partir de ese momento, la zona entró a formar parte de las leyendas populares del territorio. Los pueblos de la zona tienen orígenes medievales y no podemos saber a donde fueron los habitantes del castro», explica. «Sería muy interesante seguir indagando en el futuro en el urbanismo y explorar un edifico comunal que no hemos excavado, pero sabemos que existe y también intentar buscar los niveles más antiguos. Queremos explorar el papel de la mujer en estas comunidades porque la creación de los patios es un síntoma de que ellas pasaron a un segundo plano en la sociedad. Pasaron a ser invisibilizadas, ya que las tareas que eran realizadas a las puertas de la casa se metieron dentro de sus viviendas. El cuerpo del guerrero ganó mucha presencia y la estética corporal cobró importancia como vemos en la aparición de pinzas de depilar en otros poblados cántabros. Asimismo, observamos que todos los adornos femeninos que aparecen en el castro eran de importación y podrían jugar un papel fundamental como elementos de perduración de esas familias. Ellos son la parte social y política y las mujeres representaban la perpetuidad de los grupos familiares que se separaron entre sí tras los nuevos cambios sociales», remarca el experto.
Mitología local
La pervivencia del castro
A pesar del abandono del poblado tras la conquista romana, La Peña del Castro se mantiene viva y forma parte ya del imaginario colectivo de la comarca. Durante la época contemporánea, la zona fue utilizada por los pobladores cercanos para el ganado y «este fue uno de los elementos que han permitido que se conservara intacta» al no pasar arados. «Hemos encontrado estructuras que se podían vincular con esta actividad ganadera», detalla el arqueólogo. Por otro lado, las zonas bajas formaron parte de huertas y extensiones de cultivo. «Siempre se ha comentado que hay una zona de cementerio porque aparecieron manos completas, huesos y materiales que seguramente sean fruto de esa ocupación durante la Edad del Hierro. Cuando araban aparecían elementos arqueológicos», detalla.
«Habitualmente, se piensa que los yacimientos una vez se abandonan desaparecen, pero es mentira. Los yacimientos son lugares vivos, mientras los seres humanos sigan interactuando con ellos. Aunque el poblado y el campamento militar desaparecieron, ese lugar continuó siendo un sitio especial para los habitantes de la zona. Las leyendas se han mantenido de generación en generación. La Peña del Castro es un espacio que sigue vivo en la mitología de la población local y ahora se está dando ese uso cultural y con ello se agranda la leyenda», concluye Eduardo González.
El centro de interpretación
Precisamente, uno de los pasos que se han dado para difundir la historia de este lugar y dar a conocer su pasado prerromano es la puesta en marcha del centro de interpretación sobre la Peña del Castro y la Edad del Hierro, ubicado en las antiguas escuelas de la Ercina junto al Ayuntamiento. El objetivo del proyecto es poner en valor ese patrimonio a través de la explicación de la Peña del Castro desde un punto de vista arqueológico, desmontar mitos y dar a conocer cómo han sido las labores de excavación arqueológica. Además, el centro pretende no solo explicar qué es la Peña del Castro, sino también vincularlo con elementos históricos que han dado forma a la comarca como fue la minería.
El centro cuenta con reproducciones y maquetas, así como también de paneles informativos que narran todos los detalles acerca del castro y la zona. Su funcionamiento se encuentra bajo las directrices de ‘Museos vivos’, una iniciativa ya desarrollada en otras ciudades españoles y europeas. El visitante se debe registrar online para concertar la visita (totalmente gratuita) y obtendrá un código con el que acceder al recinto para poder realizar el recorrido de forma autónoma.
Esto se suma a la reconstrucción digital del poblado que también presentan este 2024. La reconstrucción virtual es una nueva disciplina prometedora, que facilita la comprensión del patrimonio y pone en valor los avances en investigación arqueológica e histórica. En este proyecto han trabajado tres técnicos en modelado 3D y un programador, mientras que, para el aula de interpretación, han participado una coordinadora de contenidos, un redactor y una diseñadora gráfica. Este trabajo de reconstrucción ha sido liderado por la Universidad de Burgos y el desarrollo técnico por la empresa Caronte bajo las indicaciones del arqueólogo Eduardo González.