Renault, medio siglo en España
Del «4-4» al Mégane Coupé Cabriolet... medio siglo nos contempla. De Fasa a Renault España... el rombo cumple 50 años de implantación en nuestro país.
A mediados de febrero de 1951 la firma de un contrato para la fabricación en España del Renault 4CV (más conocido como «4-4») abrirá el camino a la, entonces, Régie Nationale des Usines Renault para la paulatina implantación del fabricante del rombo en nuestro país. Valladolid, una ciudad que por entonces contaba con gran número de trabajadores especializados en mecánica gracias a los talleres de RENFE, se convertirá en el primer punto de producción del célebre utilitario de posguerra (II Mundial y también Civil española) del que llegaron a fabricarse en Pucela 26.298 unidades, en catálogo hasta 1959 cuando fuera sustituido por otro hito de la marca: el Dauphine, que hasta el año 64 contabilizaría 41.872 ejemplares. Eran los primeros pasos de una incipiente motorización nacional que había comenzado con el inicio de la década de los 50. A la llegada de FASA (Fabricación de Automóviles, S.A.) se habían sumado las de SEAT (Sociedad Española de Automóviles de Turismo) en noviembre del 53, cuyo primer exponente sería el modelo 1.400 (versiones A y B) y ENSA (Empresa Nacional de Autocamiones, S.A.) sucesora por línea directa de la mítica Hispano-Suiza y constructora de los camiones Pegaso (hoy Iveco). Pero no sólo los vehículos «terminados» (la mayoría por montaje de piezas recibidas) formaban parte de aquella incipiente industria controlada por el INI (Instituto Nacional de Industria) también abría sus puertas en Barcelona la empresa Eucort, productora de coches con motor de 2 tiempos, a la vez que también despegaría en España la industria motociclista: Vespa y Labretta, además de marcas nacional como Ossa, Montesa y Guzzi Hispania. Las ventas a plazos y, sobre todo, el imaginativo Biscúter, hoy toda una pieza codiciada por coleccionistas, supusieron el auténtico detonante para que la industria automotriz, y sus usuarios, despegasen hasta «embarcarse», para la compra entonces de un Biscúter, en tres sueldos anuales. Claro que, la adquisición de un auténticos automóvil ascendía a... diez sueldos, que debían pagarse a tocateja . Esos vacilante primeros pasos de la industrialización automovilística española se concretaría, en 1955, en el año de las grandes transformaciones. FASA, tras el ensayo general que supuso el «4-4» (76.400 pesetas de las de entonces), pondría en marcha una verdadera planta de montaje, llegando incluso a fabricar los componente de sus modelos para, tres años después, lanzar el Dauphine y sus posteriores versiones Gordini y Ondine y comenzar así la saga de los «todo atrás» (motor y propulsión trasera) que llegarían a convertirse en lo que hoy se conoce, con los «todo delante» (motor y tracción delantera), como «fábrica flexible»; un tipo de factoría capaz de adaptarse, se diría en minutos a la producción de diversos modelos nacidos de plataformas generalizadas como es el caso de la actual y amplia gama del Mégane. Se trata, a la postre, de dar cabida a los gustos -se diría exigencias- de una demanda cada vez más diversificada.