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Además, los rasgos del rostro se parecen mucho a los de Seti I, su hijo y sucesor, y padre del famoso Tutankamon, cuya tumba ha sido la única real encontrada intacta. Asimismo, la forma de momificación y la postura de la manos, cruzadas sobre el pecho, indican que se trata de un rey del Imperio Nuevo (1539-1075 antes de Cristo). Por último, «cuando en 1881 se abrió la tumba de Ramsés I, en Deir Bahary, (en la margen occidental del río Nilo, a su paso por Luxor) la encontraron vacía». Ramsés I, considerado el segundo mejor comandante de las épocas faraónicas, tras el guerrero-faraón Horemheb, fue el fundador de la XIX dinastía que gobernó el Alto y Bajo Egipto entre el 1304 y el 1192 antes de Cristo. Desde el rango de oficial, escaló a través del Ejercito faraónico hasta llegar a ser comandante supremo y después primer ministro durante el reinado de Horemheb, su antecesor y último monarca de la dinastía XVIII. Entre los reconocimientos que amasó durante su vida, destacaron el de maestro de caballos, comandante de plaza militar, controlador de la desembocadura del Nilo, encargado de los carruajes de guerra del faraón, enviado especial para todas las tierras extranjeras y escriba real. Ramsés I, que solo permaneció en el trono 18 meses, fue sucedido por su hijo Seti I, padre del faraón Ramsés II. Ahora, tras más de 140 años de periplo, descansará en la capital que conoció su esplendor, a la vista de aquellos que quieran visitarlo en la sala del «Ejército egipcio durante la época dorada de los faraones», en Luxor, la antigua Tebas.

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