Momento dulce para la poética leonesa
La poesía sigue siendo necesaria, y goza además de buena salud: buen número de autores y abudante producción en el caso leonés. El tiempo seleccionará
La poesía es necesaria. Más que necesaria, es inherente al ser humano. Es, en el trasfondo del lenguaje, la moralidad, la evolución y la cultura del hombre. Pero también es mercado, tumultuosa producción, apabullante publicación. Por eso la poesía es, sobre todo, tiempo. Aquello que sobrevive al tiempo. El latido que se conserva bajo las palabras cuando el eco del ruido contemporáneo ha desaparecido. ¿Poesía para quién? Poesía para poetas. Poesía minoritaria, de lectores más que de público. Lectores enfervorecidos que devoran la poesía de quienes les rodean. Poesía, pese a todo, numerosa, si bien discreta si se compara con el aluvión de publicaciones anuales. Miles de libros, millones de palabras que al poco se convierten en polvo. Sobre sus cenizas se mantiene el escasísimo equipaje literario que sobrevive al tiempo. Sobre la poesía, sobre la necesidad de la poesía, se ha debatido esta semana en el IV Congreso Internacional de la Lengua, celebrado en Valladolid, y que ha contado con una nutrida representación leonesa. Hubo en las conferencias poesía, esperanza y desesperanza, frases lapidarias, rebuscados escorzos lingüísticos. Hubo sobre todo palabras, defensa de las palabras, ánimo para las palabras, más allá de las palabras. La conclusión fue clara: hay poesía para rato, hay poetas, hay poetas que leen poesía, hay editores con alma de poetas que publican poesía. Dentro de este panorama, ¿qué momento vive la poesía leonesa? Dulce, a juicio de uno de los más profundos conocedores de la literatura y la poesía actual, José Enrique Martínez, catedrático de Teoría de la Literatura de la Universidad de León y crítico. A los autores consagrados y ya imprescindibles del panorama poético actual se unen las nuevas generaciones, numerosas y portadoras de un bagaje que Martínez define como vigoroso. Pero sin caer en triunfalismos. La mayoría, bien lo sabe el profesor, no pasará el filtro infalible del paso del tiempo. Actualmente en la provincia se publican dos colecciones de poesía, la Colección Provincia y, desde hace unos años, la de Hontanar, que dirige en El Bierzo Amparo Carballo. La actividad poética leonesa viene marcada también por los premios, especialmente el premio Provincia, de la Diputación; y el González de Lama, que concede el Ayuntamiento. A ellos hay que unir como actividades poéticas ya con cierta tradición la fiesta de la poesía que cada año se celebra en Villafranca del Bierzo; junto con los Poemas en el Claustro, que se convocan con motivo de las fiestas de San Juan y que son ya un clásico entre las citas poéticas, pese a su reciente implantación. Dos grandes líneas poéticas La poesía leonesa se divide actualmente, a la hora de hablar de autores ya consagrados, en dos grandes líneas, según José Enrique Martínez. Por un lado estaría la corriente representada por Antonio Gamoneda, marcada por una poesía dura, basada en las carencias del hombre y de la vida, con una fuerte presencia de la muerte. «Esta poética utiliza un lenguaje áspero, un ritmo entrecortado y, con frecuencia, un estilo lapidario», comenta. La otra gran línea poética actual vendría representada por Antonio Colinas. «Es el polo contrario, la poesía de la plenitud, el canto al hombre como una revelación que va más allá, que está marcada por la trascendencia y canta sobre todo con símbolos, es un fenómeno literario que trasciende la realidad». Una de las peculiaridades que Martínez destaca de los últimos tiempos en la poética leonesa es que la llamada poesía de la experiencia no ha tenido ninguna incidencia, salvo en Antonio Mansilla, y quizá en alguna medida en Andrés Trapiello. De lo que no cabe duda, sólo hace falta ver los estantes de las librerías, es de que la poesía cuenta en León con un grupo amplio de jóvenes autores, de entre 20 y 30 años, entre los que destacan muchos con intereses poéticos profundos y con un cierto vigor en la poesía. Varios de ellos, como Ignacio Abad, Luis Artigue o Silvia Zayas, entre otros, se reúnen con frecuencia y publican sus obras a través de la editorial Leteo. También destaca entre los nuevos autores, por señalar alguno, porque la lista podría ser mucho más larga, Ana Isabel Conejo, con un estilo poético de cierto vigor. En el congreso de poesía celebrado esta semana en Valladolid ha quedado claro que el género vive un momento esperanzador precisamente gracias al empuje de estos jóvenes autores, un empuje que, según destacaron autores como el berciano Antonio Pereira o Pablo García Baena, sirve de acicate para las voces más maduras. Lectores y público También se debatió en el encuentro lingüístico sobre el consumidor de poesía, concluyendo que son lectores, más que público, los que siguen este tipo de obra. Sin olvidar, claro está, la distorsión que en este mercado literario introducen factores modernos como la publicidad o las modas. Incluso se censuró por parte de algunos críticos y participantes el hecho de que muchos autores publican más por su amistad con los editores que por la calidad de sus voces. Habría que preguntarse en este punto si en realidad esto no ha sido así siempre. Lo que está claro es que el lector de poesía tiene elementos claramente diferenciadores con respecto al público literario en general. En esto coincide José Enrique Martínez: «¿Si te sientes minoría siendo lector de poesía? Sí y no. Yo les digo a mis alumnos que son minoría porque las ediciones de los títulos poéticos llegan en el mejor de los casos a mil o dos mil ejemplares, aunque lo normal es que tengan tiradas de trescientos o cuatrocientos. Son pocos, de acuerdo, pero hay que reconocer que el lector de poesía es, por encima de todo, un lector fervoroso, y lo es en mayor medida que en otros géneros». El catedrático de la Universidad de León apunta cómo muchos de los lectores de poesía son poetas, «fervorosos lectores y personas que siguen muy de cerca la obra de sus contemporáneos». Una especie de autoconsumo al que escapan algunas obras, como la reciente publicación de un libro de poemas por parte del cantautor Joaquín Sabina, que también está en la mayoría de las librerías de los lectores de poesía. «Son fenómenos que quizá tienen más que ver con la moda que con la poética», comenta Martínez, pero apunta que al lado de este tomo en las listas de libros más vendidos figura en los últimos meses uno de José Hierro, poeta que siempre se había considerado de minorías. Al hilo de este hecho, el profesor y crítico de la Universidad de León sí apunta que se está produciendo una especie de catarsis, que por otro lado es frecuente en todos los géneros literarios, y en la poesía de manera especial. «Siempre hay poetas que gozan de repente de mucho fulgor y popularidad, pero al cabo de un tiempo se apagan prácticamente sin dejar huella. Ha ocurrido recientemente con los novísimos, sobreviven en la memoria apenas dos o tres». Así ha sucedido siempre. «De cada generacion poética queda para la posteridad un grupo reducidísimo. Ocurre igual con los novelistas. Hay que darle un tiempo a todo». Sobrevaloración poética De cualquier forma, la actualidad literaria española pasa por una sobrevaloración de la producción poética, y en esto coinciden muchos de los autores y críticos que han manifestado su opinión en los últimos días. Si la poesía que se publica actualmente tuviera la calidad que se pretende, estaríamos ante un nuevo siglo de oro. Pero falta la visión temporal, el filtro del tiempo, que enreda en el olvido la mayor parte de la producción que hoy se considera imprescindible. En el panorama contemporáneo de la poética leonesa hay nombres imprescindibles a nivel nacional, como Antonio Gamoneda, Antonio Colinas o Eugenio de Nora. Hay otros necesarios, aunque poco conocidos, como Gaspar Moisés Gómez; otros jóvenes con proyección nacional, como Juan Carlos Mestre o Andrés Trapiello. Y una buena cantera de jóvenes promesas. Un momento dulce el que vive la poética provincial. Crémer rebelde A la hora de hablar de poesía en León hay que hablar también de Victoriano Crémer, quien a sus 95 años planteó quizá una de las versiones más rotas y reivindicativas de las propuestas en el congreso de esta semana. Crémer habló de guerra, de sangre, y, cómo no, de compromiso. Y de poesía, de la «poesía del hombre rescatado», de los delitos de los tiempos que nos toca vivir. Referente de la poesía social de la posguerra, este burgalés de nacimiento y leonés de adopción se mostró en un discurso «nada académico» fiel a sus preocupaciones existencialistas y a la denuncia de la injusticia social y la pérdida de valores. Crémer mostró su preocupación por la escalada de violencia y guerras que convulsionan a la sociedad, un contexto en el que considera que la poesía es imprescindible para vivir, como consecuencia de la condición humana. El escritor manifestó ante los participantes en el congreso: «Difícil es acertar con el tono que requiere la alterada sinfonía de nuestro tiempo, pero no parece que las señales que los astros emiten sean aquellas que nos impongan inmovilidad, indiferencia, desamparo, como símbolo y defensa ante un mundo de desolacion como el que se anuncia por los clarines de la guerra». «El ser humano exige paz, clamó Crémer, y no es precisamente mediante la imitación del canto de un grillo, por muy puro que parezca, como pueden disiparse las sangrientas nubes de la pólvora». «La hora de la poesía del hombre y para el hombre está llamando a nuestros corazones, ya sabemos qué males queremos espantar en nuestros campos. Y que no se intente nublar nuestros registros con silbidos del aire preguntándonos ¿por qué la poesía no nos habla del sueño de las hojas o de los grandes volcanes? Porque inevitablemente nuestra respuesta deberá ser aquella que emitió Neruda: venid a ver la sangre por las calles. La poesía nos invita a salir del calor de ésta y otras sangres, sin desligarnos nunca del compromiso contraído por ella». El discurso más sobrecogedor por parte del más veterano de los autores. Un escozor que, como queda claro, mantiene inalterable y vivo a pesar del paso de los años. Pero no sin esperanza. «Sólo por oir pasar el viento merece la pena haber nacido», concluyó su disertación. Poesía para minorías Para Antonio Pereira, la poesía se encuentra actualmente «igual que en los tiempos de Garcilaso de la Vega, aunque a pesar de que a veces se diga lo contrario, siga siendo algo para minorías, aunque hoy en día esas minorías son más grandes porque hay más gente que sabe leer». El autor leonés considera, por otra parte, que los géneros literarios tienden a veces a unirse. Así, en sus cuentos hay bastante de su poesía, porque cuando escribe prosa está marcado por su disciplina como poeta en cuanto a la economía verbal, el amor de la palabra o el buscar su poder de sugerencia. El bañezano Antonio Colinas fue otro de los representantes leoneses en el congreso lingüístico de Valladolid, donde manifestó que la misión fundamental de la poesía es «devolver las palabras a la tribu, conservar la temperatura y las propiedades del lenguaje , porque sólo con el lenguaje nosotros tenemos identidad». La participación leonesa contó también con la presencia del cantautor berciano Amancio Prada, ya que en el congreso se dedicó un apartado a la poesía cantada. Prada explicó que en su opinión la primera prueba que tiene que pasar un poema es que pueda ser leído en voz alta, «puesto que la poesía es comunicación». El cantautor explicó en el encuentro que toda su vida musical ha sido fiel a ese caudal poético en el que se fundamentan sus canciones, y que los poemas que había ido eligiendo para ser cantados y musicados cumplían con una condición de comunicación, porque «lo que escribe un poeta tiene sentido en la medida que expresa a los demás». Su recital llevaba por título Canciones de amor y celda .