El invento que hizo despegar a la Humanidad

La mayor revolución en la historia del transporte de la Humanidad nació en un taller de bicicletas de Dayton, en Ohio (Estados Unidos). Allí, entre cadenas y cámaras neumáticas, los hermanos Orville y Wilbur Wright idearon, diseñaron y desarrollaron el primer aparato que permitía hacer realidad lo que hasta entonces sólo había sido un sueño utópico: hacer que el hombre pudiese volar. Desde que los Wright consiguieron que el primer prototipo de aeronave motorizada de la historia volara apenas unas decenas de metros el 17 de diciembre de 1903, hasta hoy, han pasado casi cien años. Y en ese tiempo su invento se ha convertido en uno de los principales motores del desarrollo económico, tecnológico, científico, social y político de la humanidad. Las compañías aéreas emplean hoy a centenares de miles de personas en todo el mundo, donde, a diario, cinco millones de pasajeros -el doble de toda la población de Galicia- vuelan a bordo de los 40.000 aviones que despegan y aterrizan cada 24 horas en todos los rincones del planeta. La industria aerospacial no existiría si los Wright no hubieran puesto todo su empeño y su dinero en conseguir que aquel armatoste de madera, hierro y tela se despegara del suelo, y nadie duda de que el mapa político y las relaciones internacionales que nos legó la convulsa historia del siglo XX no tendrían nada que ver con lo que son hoy si la aeronáutica no hubiera cambiado por completo las técnicas y las estrategias de la guerra. Hace cien años, resultaba impensable dar la vuelta al mundo en menos de tres meses. Hoy es posible cubrir ese viaje en menos de 24 horas, y todo gracias al sueño de aquellos dos hermanos, hijos de una familia de clase media, que intentaron hacer fortuna con un taller de reparaciones y acabaron convirtiendo la utopía en realidad. La Compañía de Bicicletas Wright nunca les hizo ricos, pero les abrió un hueco en la historia y les convirtió en los pioneros de una revolución que aún no ha terminado.