Construcción ligada a la trashumancia y al pastoreo

Quizá sea el hermano menor de las pallozas, pero el hecho es que forma parte del paisaje cultural e histórico de la Montaña Central y Oriental Leonesa, y que debería gozar de una protección y un reconocimiento similares. Según nos cuentan en el Alto Porma, el chozo se hacía de forma redonda con una pared de piedras unidas a martillo sin cemento ni cal, hincadas en tierra sin apenas cimientos. Después de hecho este semicírculo, se escogían los puntales , o largas ramas de roble, haya o abedul que se colocaban sobre la pared formando una estructura sobre la que luego se tendían las ramas derechas de cajico (quejigo, roble rebollo) de forma horizontal, asegurándolas a los puntales por medio de belortas . Despues se tupía bien ese entramado, revistiéndolo de escobas , escoba loberas (de ramas más suaves), urces o briezos . En el centro se creaba con piedras planas pequeño llar «para atizar» y poner a calentar la pota de tres pies con la caldereta o las sopas; y a los lados, dos camastros para los pastores. Alrededor se extendía la majada o mayada de cierro o de madera para guardar las ovejas. El chozo se hacía por facendera de todos los vecinos para el pastor contratado por el pueblo. Su forma es curiosamente cónica, castreña , y si preguntamos a los paisanos de la zona por qué la hacían así y no se les ocurrió nunca hacerlo de otro estilo, sólo se encogen de hombros y dicen que «era lo típico».