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Las reinas musulmanas

Todas ellas pasan de atender sus deberes oficiales a asistir a los desfiles de moda más exclusivos convirtiéndose en iconos de un estilo de vida más abierto que el de las mujeres que representan. Son madres modernas y musulmanas. Además, acapar

Publicado por
ANDRÉS BALLESTEROS | texto
León

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Educadas fuera de sus países, sus gustos nada tienen que ver con el mundo islámico ni con sus tradiciones. Aficionadas a los viajes, la alta costura y tocadas de cierto glamour, llevan una vida muy distinta a la que imponen sus sociedades, con unas costumbres muy alejadas de las del siglo XXI. Lisa Halaby fue la pionera en entrar a formar parte de este grupo de reinas o primeras damas proveniente de clases acomodadas que las ha educado para salir airosas de cualquier situación. Estadounidense por vía materna y siria por vía paterna pasó a convertirse en la reina Noor tras casarse con el rey Hussein. Este hecho además la llevó a ser madrastra del actual monarca jordano, el rey Abdulá, esposo de Rania. El caso de la atractiva e inteligente reina Noor supuso un anticipo de lo que más tarde se conocería en el mundo occidental como «la otra cara del islam», y que agrupaba a un selecto grupo de primeras damas con físico de modelo, educación universitaria y con la suficiente soltura como para moverse adecuadamente entre dos mundos: Oriente y Occidente. La que más contribuye con su presencia de todas ellas es Rania. Nada pasa desapercibido para los ojos de esta kuwaití de origen palestino, educada en la universidad americana de El Cairo, donde se licenció en Administración de Empresas y trabajó en banca e informática hasta que se casó con el principe Abdalá ben Hussein el 10 de junio de 1993, convirtiéndose en la reina más joven del mundo. Elegante, guapa e inteligente, Rania es madre de tres hijos (Hussein de 8 años, Imán de 6, y Salma de 2), lo que no le ha supuesto obstáculo alguno para conseguir méritos y ser considerada como una auténtica líder árabe del siglo XXI como han dicho de ella muchos observadores políticos occidentales. Desde hace tres años, el presidente de Siria, Bashar Al-Assad, está inyectando un halo de modernidad a su país. A ello está ayudando la labor de su mujer, Asma Al-Assad (Emma es un equivalente en inglés), una británica de 28 años, hija de padres sirios y educada en los más exquisitos colegios británicos, a quien el presidente sirio conoció en una recepción ofrecida por miembros de la comunidad siria. Los que la conocen cuentan que, nada más entablar unas palabras con Asma, quedó prendado de ella. Experta internauta, Asma es licenciada en Informática y empleada en la firma estadounidense JP Morgan hasta que se casó. En 2002, Rania, Asma y Suzanne Mubarak (primera dama de Egipto) organizaron la Liga de la Mujer Árabe, donde condenaron a Occidente por su visión sesgada del mundo árabe. No obstante, reconocieron que aunque ellas se desgañiten, existen millones de musulmanas sin cara ni voz ni voto. De este trío integrante de una neoguerrilla elegante de primeras damas de la media luna, Suzanne Mubarak es la que menos protagonismo ha adquirido porque al presidente de Egipto, Hosni Mubarak, su marido, no le hacía ni pizca de gracia que su mujer adquiriera importancia alguna. Sin embargo, Suzanne, socióloga de 62 años, ha demostrado ser una primera dama de gran iniciativa convirtiéndose en pieza clave en la reconstrucción de la Biblioteca de Alejandría y en la creación de la Liga de la Mujer Árabe.