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El odre salido del infierno

La gaita de fole recupera su orgullo en León después de mucho tiempo sumida en el olvido. Los últimos gaiteros tradicionales son el eslabón de una cadena que ha estado a punto de romperse

ASOCIACIÓN CULTURAL TORNADERA

Publicado por
EMILIO GANCEDO /MIGUEL Á. BADESO | texto
León

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Lo que muchas veces hacen los tópicos regionales es mantener ideas o impresiones basadas en la ignorancia y el error, o que, cuando menos, no son fieles a toda la verdad. Durante la dictadura franquista, por ejemplo, la creación de los célebres Coros y Danzas y los grupos de bailes regionales se encargaron de forjar una imagen folklorista y monolítica de las zonas de España; fijando una serie de pautas muy reduccionistas sobre las tradiciones de este país. Cada una de las regiones se caracterizaba, así, por un tipo de baile, un instrumento o un sonido particular: Cataluña por la sardana y el grallet , el País Vasco por los aurresku y el txistu , Aragón por la jota, Andalucía por la guitarra y las sevillanas, y así sucesivamente. La cultura tradicional es algo demasiado complejo como para limitarlo a un solo sonido o a un único tipo de melodía. En el caso del territorio leonés esta afirmación es todavía más verdadera si tenemos en cuenta la enorme variedad y riqueza de sus tradiciones culturales, que incluyen, por supuesto, sus instrumentos musicales autóctonos. En este sentido, tan leonesas son la dulzaina como la chifla y el tamborín, tan nuestras son las panderetas y panderos como el acordeón diatónico, el tambor, el rabel, la zanfona o los chocayos; ya que todos se han venido empleando en alguna de nuestras comarcas para animar las fiestas y las romerías. Y por ello, leonesa también es lo que aquí se denomina fole o gaita de fole; no sólo porque se tañe en varias comarcas del Oeste, Norte y centro, sino también porque cuenta con un repertorio exclusivo de temas y estilos, propios del Viejo Reino. Y no sólo en El Bierzo y la Cabrera (casi siempre en coexistencia con la chifla y el tamborín) la gaita es hoy un instrumento vivo o un recuerdo fresco; también en otras comarcas como La Cepeda, Babia y hasta en la sureña Valdería sigue resonando su poderoso y fascinante sonido. La investigación sobre la historia y la tradición de la gaita de fole en esta provincia es casi completamente inédita, pero existe una asociación cultural (también grupo de gaitas, con un disco editado), llamada Tornadera, de La Bañeza, que se está preocupando por este particular: llevan a cabo una interesante labor de campo respecto a la localización de músicos tradicionales en León y recogen datos, imágenes y temas musicales directamente «sobre el terreno». Su presidente es José Luis Pérez Calderón, un «gaitero leonés entre otros muchos», como él mismo se define, en referencia a la gran cantidad de «aficionados a este instrumento tradicional que, afortunadamente, hay en la actualidad; sin olvidar a los numerosos maestros gaiteros leoneses que nos han precedido y transmitido este legado cultural». Según Pérez Calderón, «en la asociación tenemos buena constancia de la tradición de este instrumento en la provincia», un instrumento que les pareció «más interesante que otros por sus posibilidades de afinación, ejecución a varias voces, acompañamientos con percusiones y acordeón, etc». De esta manera, y «por todo ello, hemos centrado primeramente nuestra atención en la recuperación de temas interpretados con gaita de fole o adaptables a la tesitura de este instrumento». A raíz de los datos y temas recogidos la asociación puso en marcha, hace cinco años, el grupo musical de su mismo nombre y han editado su primer cedé, Reviviendo . Todos sus miembros son plenamente conscientes de la existencia a lo largo del tiempo de una cadena formada por músicos de gaita leoneses que ha venido a desembocar en el siglo XXI a pesar de la pérdida de terreno, de afición y de instrumentistas experimentada en todo este tiempo. Tornadera quiere, de esta manera, ayudar a la revitalización y ampliación de esta tradición, una labor en la que no se encuentra sola. La situación actual Si dejamos a un lado a los aproximadamente setenta gaiteros «veteranos» que en León han cumplido una impagable labor de transmisión de este arte a las nuevas generaciones, la situación de cara al siglo XXI nos ofrece, cuanto menos, un poco de esperanza; aunque tan sólo nos fijemos en el creciente número de alumnos que se apuntan a clases de gaita en las principales ciudades y villas del Viejo Reino. Así, la Escuela Municipal de Música y la Escuela de Formación Tradicional, ambos dependientes del Ayuntamiento leonés, suman entre ambos unos 80 alumnos y otorgan a la capital un cierto carácter de centro propulsor de este instrumento, a lo cual hay que sumar las clases de gaita, más reducidas, que ofrece Villaquilambre. En El Bierzo, la ya célebre Escola de Villafrancas cumplió un papel vital al convertirse en el primer centro docente de gaita. pero hoy también se dan clases en la Escuela de Música de Ponferrada y en muchas más localidades de la comarca, que cuentan además con su banda propia, como Fuentesnuevas, Matarrosa del Sil, Fabero, Lillo del Bierzo y Puente de Domingo Flórez; así como las agrupaciones Templarios del Oza, de Toral de Merayo; y Castro Bergidum, de Ponferrada. En conjunto habrá más de 200 alumnos y miembros de bandas en toda esta zona, si no más. Tampoco podemos olvidarnos de los ya citados Tornadera, de La Bañeza, los miembros de la banda Sartaina, de Astorga, y la recién creada Ciudá de Llión, en León. A todos ellos habría que sumar los intérpretes de gaita repartidos por las agrupaciones de cultura tradicional (Tenada, Aguzo, Alegría Berciana) y por los diferentes grupos de folk y música celta del territorio cisastur, desde los capitalinos Son del Cordel, auténticos pioneros en este campo, a los riberanos Sueñu na Veiga, donde su gaitero, el joven Francisco Javier Pozuelo , es actualmente el único constructor de gaitas que trabaja en León, concretamente en Villarejo de Órbigo. También están los músicos de otras muchas formaciones: Abraxas, Rapabestas, Xácara Folk, Antubel, Aira da Pedra, Parr, Sog o Yibendrel, pasando por los veteranos de La Braña. Si tenemos en cuenta a todos ellos, junto a los jóvenes intérpretes que siguen animando pasacalles y bailes a la manera tradicional, se puede hablar bien de 300 músicos. Y si la labor de estos presentes y futuros gaiteros se centra en la exploración y renovación de la música tradicional de sus comarcas de origen, entonces sí podemos estar seguros de que la saga continúa.

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