Una victoria más política que real
DAVID BERIAIN | texto Sadam Huseín fue capturado a las ocho de la tarde del 13 de diciembre en un zulo de la localidad de Al Daur, 14 kilómetros al sur de Tikrit. Salvó su vida por unos segundos. Tuvo la intuición de sacar sus manos y mostrarlas en señal de rendición desde el fondo de su escondite justo cuando las fuerzas especiales se disponían a aplicar el procedimiento habitual y lanzar una granada en el agujero. -Soy Sadam Huseín, el presidente de Irak, y quiero negociar- dijo mientras lo sacaban del zulo. -El presidente Bush le manda saludos- respondieron los soldados. -(Por radio al cuartel de la División) Señor, creemos que tenemos a HVT-1. -¿Quieres decir que tenéis a Sadam? -Sí, a Sadam. -Eso es perfecto. El escondite del que fue en otro tiempo el hombre más poderoso de Irak y quizás de Oriente Medio tenía unas dimensiones mínimas: la entrada apenas era suficiente para un hombre corpulento como el dictador. El lugar donde dormía tenía poca más anchura que sus hombros y setenta centímetros de altura. Si el presidente norteamericano, George W. Bush, hubiera tratado de imaginarse una forma de atrapar a Sadam que favoreciera aún más sus intereses, seguramente no habría podido: desaliñado, barbudo, escondido como una rata y suplicando por su vida. La captura de Sadam ha cambiado las cosas para Bush. Ahora tiene posibilidad de renovar su puesto por otros cuatro años si sabe vender un triunfo que ha venido acompañado de demasiados fracasos (Bin Laden, el mulá Omar, el caos de Afganistán, la posguerra iraquí). Puede que le funcione ese mensaje reduccionista ante un público como el norteamericano, muy dado a personalizar la política exterior, a convertirla en una batalla de líderes. Pero eso no quiere decir que las cosas vayan a mejorar en Irak. La resistencia seguirá porque ya son tantos los que luchan por simple odio a los estadounidenses que los que lo hacen por ser nostálgicos del régimen. La violencia sigue. La victoria es mucho más política. 1397124194