Diario de León
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|||| Aun así, parece que esta venta de «estilos de vida» sigue dando resultados, al menos en Estados Unidos, país donde la presencia de las grandes marcas en la vida pública es constante. Así lo atestigua un reciente estudio de Cleveland Evans, profesor de psicología en la Universidad Bellevue (Nebraska). Evans, que lleva nada menos que 25 años estudiando los nombres que los norteamericanos eligen para sus hijos, detectó hace tres años una insólita tendencia, que, según él, va en aumento: cada vez más padres estadounidenses bautizan a sus retoños con los nombres de grandes marcas, como la compañía de cosméticos L'Oreal, la firma automovilística Chevrolet o el diseñador Armani. Así, Evans ha localizado, por ejemplo, a 49 niños con el nombre de Canon, como las cámaras, y a casi 300 niñas llamadas Armani. En su lista hay de todo: desde bebés-coche (55 niños llamados Chevy, abreviatura de la marca Chevrolet; 22 niñas con el nombre de Infiniti, el modelo de lujo de Nissan), hasta niños-ropa (Timberland, Chanel) pasando por niños-cereal (Kellogg¿s), niños-coñac (6 niños llamados Courvoiser)... y un largo etcétera. Aunque parezca mentira, hay hasta dos pequeños, uno en Michigan y el otro en Texas, llamados Espn, en «honor» a la cadena de deportes estadounidense del mismo nombre; y a otro niño le ha tocado en suerte el nombre del archiconocido ratón Mickey Mouse. Para el autor del estudio, la explicación de esta fiebre de los padres por las grandes marcas es sencilla: llamar a un niño Armani o Chanel, marcas asociadas al dinero o la exclusividad, refleja las «esperanzas materiales» de sus familias, y serviría, además, para dotar a los retoños de un rasgo diferenciador frente a los demás. «No es diferente a lo que ocurría en el siglo XIX, cuando los padres llamaban a sus hijos Ruby («rubí», en inglés), u Opal («ópalo»)... refleja las aspiraciones de los progenitores», dice Evans. Es de suponer que los publicistas estarán encantados con esta nueva tendencia: consiguen un hombre-anuncio para toda la vida, y lo hacen, además, completamente gratis... En cuanto a los protagonistas del asunto, los niños, habrá que esperar todavía para conocer su opinión; aunque cabe preguntarse lo que ocurriría si alguno de ellos cometiera la osadía de convertirse en una celebridad, o, peor aún, en un competidor directo de la marca que le dio nombre. Ahí está, por ejemplo, el caso de Ronald McDonald, un hombre que fundó un pequeño restaurante familiar con el mismo nombre en 1956, y lleva casi tres décadas envuelto en una interminable batalla legal con la gigantesca corporación McDonald¿s.

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