Diario de León
JESÚS

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León

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La inhalación de polvo de minerales y su acumulación en los pulmones provoca la reacción de los tejidos orgánicos en lo que se denomina neumoconiosis (del griego pneumon, pulmón, y kónis, polvo). La sílice cristalina es la causante de la mayor parte de estas dolencias. Se trata de un elemento con una gran capacidad para provocar enfermedades, pese a que está presente en una cantidad importante en la superficie terrestre y en la mayoría de los minerales industriales (de hecho, la sílice es el segundo componente en abundancia en la corteza terrestre, después del oxígeno). De ahí la utilización del término silicosis para denominar a la mayor parte de las enfermedades capaces de producir neumoconiosis. Los efectos que tiene sobre la salud la exposición al polvo inorgánico dependen de la concentración de éste en el aire, aunque existe un periodo de latencia que provoca que pueda transcurrir largo tiempo entre el momento en el que se trabajó en ambientes polvorientos y la aparición de los síntomas de la enfermedad. Pueden pasar varios años hasta que el malestar se manifiesta, de hecho la silicosis se suele presentar en el 85% de los casos entre personas ya jubiladas. Lo habitual es que la silicosis se presente de forma crónica después de veinte años de exposición al polvo, pero también puede aparecer de forma aguda si evoluciona en menos de diez años; o bien cuando la exposición al sílice ha sido muy intensa, como ocurre en la minería del caolín, la perforación de túneles o el trabajo intensivo con abrasivos. En una forma menos frecuente aparece en una modalidad acelerada en casos de trabajo con polvo en menos de cinco años. El polvo de sílice, al ser respirado, se deposita en los pulmones. Las células encargadas de eliminarlo liberan sustancias que a la larga son perjudiciales para el propio pulmón, aunque los tejidos dañados tienden a restaurarlo. Sin embargo, cuando estos sistemas de defensa se ven superados, se producen las lesiones propias de la enfermedad: cicatrices y fibrosis en los pulmones. Al principio se forman pequeños nódulos, pero con la evolución de la enfermedad aparecen grandes masas cicatrizadas que dificultan el paso del oxígeno a la sangre y disminuyen la elasticidad pulmonar, con lo cual el simple hecho de respirar requiere un esfuerzo. Cuando la silicosis se complica aparecen fatiga, tos, expectoración negruzca, dolor torácico y ahogo. Aunque la silicosis puede complicarse por sí misma, esta evolución se ve agravada si existen hábitos como el tabaco o el alcohol, que derivan en bronquitis, enfisemas, neumonías,... El diagnóstico de esta enfermedad se realiza a través de una radiografía de tórax, según una normativa de la Organización Internacional del Trabajo (OIT); e interpretada por un lector entrenado, que la compara con una serie de radiografías patrón. El Instituto Nacional de Silicosis cuenta también desde el pasado mes de mayo con un escáner multicorta muy avanzado, que registra con mayor fiabilidad los nódulos cuando están empezando a formarse. Sobre el tratamiento de esta enfermedad, el doctor José Luis Alcázar apunta que «por desgracia, no existe». «Únicamente podemos tratar, que no curar, las complicaciones y las enfermedades asociadas, como neumotórax, tuberculosis, neumonías, bronquitis y enfisemas, insuficiencias respiratorias, insuficiencias cardíacas,... Por eso, destaca, es tan importante la labor de prevención». La prevención primaria consiste en reconocer a los trabajadores en puestos laborales de riesgo, para detectar además otras enfermedades o circunstancias que pudieran agravar la dolencia. «Esta vigilancia debe mantenerse durante toda la vida, porque casi el 86% de los nuevos casos de silicosis se detectan en trabajadores ya jubilados».

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