Diario de León

Cuando la mina se agarra a los pulmones

Para los enfermos de silicosis respirar se convierte en una pesada tarea. El año pasado sólo en León se detectaron 105 nuevos casos de esta enfermedad, que no sólo afecta a los mineros. Son miles los trabajadores en riesgo.

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MARÍA JESÚS MUÑIZ | textos
León

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Cuando David Corujo sale de su casa y se encuentra con sus amigos tras el hola no se comenta el tiempo o el fútbol. «¿Qué tal respiras hoy?» es el saludo de cortesía en un enclave minero donde vuena parte de los ancianos han heredado del pozo un mal que les roba el aire. A algunos, como a David, les tiene atados a una bomboa de oxígeno más horas al día de las que tienen de cierta autonomía. A otros, incluso a algunos jóvenes, les ahoga cualquier esfuerzo y un catarro o una gripe se convierte en una dolencia de riesgo. Es la enfermedad de los mineros del carbón, pero no la tienen en exclusiva. La silicosis agarra los pulmones de muchos de los que trabajan expuestos al polvo. Sólo en el último año el Instituto Nacional de Silicosis (INS), radicado en Oviedo y centro de referencia nacional pese a que no tiene acceso al control de todas las actividades y trabajos en situación de riesgo, registró 292 nuevos casos de la enfermedad, de ellos 105 identificados por el Equipo de Valoración de Incapacidades (EVI) de León. Son datos significativos, pero en realidad sólo orientativos. Es imposible determinar, ni siquiera aproximadamente, el número de personas que padecen silicosis en la provincia. Los expertos son tajantes: no existe ningún dato oficial, y si se ofreciera falsearía la realidad. Los reconocimientos de los trabajadores expuestos a las condiciones que pueden favorecer la aparición de esta enfermedad no son obligatorios, y buena parte del mal se encuentra oculto. Lo que sí está claro es que la silicosis no está en vías de desaparición, es una enfermedad viva y actualmente registra un rebrote. Sólo en León se diagnosticaron el año pasado más de un centenar de nuevos casos de afectados por esta enfermedad, la mayor parte de ellos entre trabajadores ya jubilados. Entre los casos diagnosticados por el INS, según la última memoria, presentada hace unos días y con datos referidos al 2002, la edad media de los trabajadores en activo a los que se diagnosticó silicosis fue de 46,6 años, con una exposición media de 19 años; mientras que entre los pensionistas la edad media de detección se situó en los 65,5 años, con una permanencia media en el puesto de trabajo expuesto al polvo de de 25. Pese al elevado número de afectados, y después de varias décadas de creación de un instituto nacional de referencia específico, es ahora cuando el Ministerio de Trabajo está considerando la hipótesis de incluir en su próximo listado de enfermedades profesionales una que reconoce la dolencia específica de los mineros del carbón. Sin embargo, el INS hace tiempo que amplió su campo de trabajo, ya que analiza las condiciones e incidencia de todos aquellos puestos laborales que suponen la exposición directa al polvo. Más aún, se ha iniciado un nuevo camino para determinar cómo afectan al cuerpo del trabajador otra serie de condiciones laborales reiteradas, como el ruido o los movimientos bruscos o repetitivos. De momento, prevenir es la única forma de luchar contra la silicosis, una enfermedad que presenta un periodo de latencia entre el inicio de la exposición y el comienzo de las manifestaciones clínicas. De hecho, puede aparecer tiempo después de haber abandonado el puesto laboral en el que se estuvo expuesto al polvo. Una vez detectada la enfermedad, que se manifiesta en sus primeras fases en fatiga ante pequeños esfuerzos y tos, no existe un tratamiento que la elimine. Los médicos sólo pueden tratar las enfermedades asociadas que presenta, fundamentalmente pulmonares y cardiológicas. El director del Instituto Nacional de la Silicosis, el doctor José Luis Alcázar, hace hincapié en que la falsa confianza en la disminución de la silicosis favorece su rebrote. Y destaca también el escaso conocimiento que se tiene del total de los trabajadores que pueden estar afectados: de hecho, el número de reconocimientos entre los empleados de las canteras no llega al 25% del total; y en el caso de la minería subterránea no alcanza el 70%. Alcázar apunta que el hecho de que las empresas de reducido tamaño que no tengan puestos de trabajo en los que no se esté expuesto al polvo, la precariedad laboral y la no obligatoriedad del reconocimiento periódico ocultan un buen número de casos de silicosis entre posibles afectados. Y plantea la siguiente reflexión: «De los trabajadores en activo en los que se detectó silicosis, un 75% fueron diagnosticados como silicóticos de primer grado, un 18% de primero más enfermedad incurrente y segundo grado y sólo un 8% de tercer grado. El primer grado significa pasar a trabajar a un lugar exento de riesgo pulvígeno -puesto compatible-, lo que supone un jornal muy inferior al que se percibía en la ocupación habitual. El primer grado con enfermedad incurrente y el segundo grado equivalen a incapacidad permanente y total para su trabajo habitual, lo que supone un 55% del salario y búsqueda de otro empleo. Y el tercer grado significa la incapacidad absoluta y permanente para todo tipo de trabajo, lo que supone cobrar el 100% del salario y ser pensionista para toda la vida». Actualmente, un 4% de las actividades laborales de la minería subterránea y casi un 13% de las de minería a cielo abierto superan el límite establecido para el riesgo por presencia de polvo. Los expertos son claros: la silicosis es evitable. Las labores de prevención y la mejora de las instalaciones en los últimos años han contribuido a reducir los riesgos, pero éstos desde luego no han desaparecido. Optimismo matizado Ante este panorama, ¿acabará desapareciendo la silicosis? Responde el doctor Alcázar: «Me gustaría ser optimista, pero por desgracia aún se siguen produciendo nuevos casos todos los años. Sí es cierto que asistimos a un lento declinar de la minería de carbón, pero no es menos cierto que la minería a cielo abierto, especialmente las canteras de áridos y piedra ornamental, lugares donde el porcentaje de sílice es elevado, constituyen un sector pujante de gran trascendencia económica. Estamos hablando de un sector económico que cuenta con más de 3.000 canteras, con una cifra aproximada de 100.000 trabajadores y una facturación de alrededor de 6.000 millones de euros. En Castilla y León el sector ocupa a 10.000 trabajadores directos y mueve unos mil millones de euros. Como contrapartida, también significa una contribución del 42% de los nuevos casos de silicosis diagnosticados en el sector minero español. Nos encontramos, por tanto, ante una enfermedad viva, totalmente actual, tanto en minería de interior como en explotaciones a cielo abierto; una enfermedad contra la que hemos de luchar día a día, y frente a la que no podemos bajar la guardia ni valen componendas. Tenemos que seguir insistiendo machaconamente en la prevención, porque la silicosis se puede evitar». España no dispone de un sistema de registro y vigilancia epidemiológica de la silicosis, como existen en otros países de su entorno. Los datos que maneja el INS, comenta el doctor Alcázar, proceden de algunos estudios y de las estadísticas de la Seguridad Social sobre el número de pensiones por enfermedad profesional. El instituto controla la aparición de de la enfermedad en Asturias, Castilla y León, Galicia y Murcia; además de las provincias de Ciudad Real, Córdoba, Guipúzcoa y Teruel. En todas ellas los EVI envían información al instituto, a la que se unen los casos que les son enviados directamente para reconocimientos por distintas organizaciones ?? (mutualidad minera del carbón, juzgados de lo social, EVI provinciales, sistema sanitario, centrales sindicales, mutuas o empresas). En el 2002 el INS detectó 51 nuevos casos de silicosis en Castilla y León, parte de ellos procedentes de la cuenca minera de Palencia. De ellos, tres fueron mineros en activo, de entre 42 y 49 años, y con unos 15 años como picadores o barrenistas. Los otros 48 casos son de jubilados, con una media de 64 años, 22 de ellos dedicados al carbón, las canteras de mármol o los túneles. En el caso del EVI de León, diagnosticó 105 nuevos caoss, doce de ellos de trabajadores en activo, con una media de edad de 46 años; y 93 jubilados, con más de 66 años de media. La mayor parte son mineros del carbón. De todos ellos, sólo un caso entre los jubilados fue diagnosticado como de tercer grado. Repunte Desde 1993 se han diagnosticado en todo el país 2.550 casos nuevos de silicosis, registrándose en el último ejercicio un repunte con respecto al año anterior (debido en buena parte a un mayor número de revisiones). En el caso de Castilla y León, en el que la mayoría de los casos pertenecen a la provincia, en los últimos diez años se diagnosticaron 1.079 nuevos casos, y llama la atención el hecho de que en el 2002 se registraron más del doble de casos que en el 2001. De cualquier forma, el INS apunta que en Castilla y León la tendencia decreciente de la incidencia de la enfermedda en los últimos años a nivel nacional (que califica de «suave»), es menos acusada. Sin embargo, el doctor Alcázar afirma que en casos como el de León no se puede hablar de un incremento en la incidencia de la enfermedad. «Simplemente afloraron nuevos casos que no estaban registrados. No es que haya más, sino que hemos mirado mejor». Una afirmación que suscribe el Manuel Martínez Fidalgo, ingeniero de Minas y coordinador del Departamento Técnico del INS, que a finales de los años ochenta llevó a cabo en León uno de los estudios epidemiológicos más importantes realizados en este campo hasta el momento. Se realizó el reconocimiento, de forma anónima, de 1.681 mineros que llevaban más de diez años expuestos al polvo. El resultado fue alarmante. Si en Oviedo era un 5,2% de la población de riesgo la que tenía problemas pulmonares, un 8% en Cangas de Narcea y un 12,1% en Palencia; en León ese porcentaje se elevaba al 20%. Unos datos que en ningún caso son extrapolables a la situación actual, advierte Fidalgo. «Las condiciones de trabajo de la mina eran muy diferentes, existían aún muchos chamizos donde la prevención era prácticamente imposible. Ahora las minas son otra cosa, el polvo puede estar mucho más controlado». Su experiencia fue requerida para la elaboración del Plan Integral de Seguridad Minera de Castilla y León. Hoy la prevención es la mejor arma para luchar contra los efectos dañinos del polvo. Además de las mascarillas y los hábitos saludables, la principal medida técnica que se adopta es la humidificación de las superficies sobre las que se trabaja, con inyecciones de agua o humidificación del carbón, además de unas mejores condiciones de ventilación. En las canteras se utiliza para humedecer la piedra sobre todo el sistema denominado «de niebla». Medidas que no pueden hacer bajar la guardia sobre el peligro de trabajar en ambientes peligrosos. «La Unión Europea ha advertido sobre los riesgos de la silicosis, es consciente de que se está produciendo un rebrote porque se ha bajado la guardia. Es cierto que las minas están hoy muy mecanizadas, pero también es verdad que el polvo es difícil de controlar». Nuevos retos Sin olvidar el problema de los mineros del carbón, el Instituto Nacional de Silicosis hace tiempo que inició el camino para acometer la problemática de otros trabajadores cuyas condiciones laborales pueden afectar a su sistema pulmonar y cardiovascular. En su última memoria, la institución reconoce: «Nuestro futuro como organización de servicios de salud nos obliga a reconsiderar la estrategia clave en el sentido de cubrir necesidades emergentes en el terreno de la salud ocupacional de la minería e industrias afines, sin olvidar actividades como la perforación o excavación de túneles, galerías, pozos y cámaras subterráneas, así como otras labores desarrolladas en fundiciones, fábricas de cemento, fábricas de cerámica y loza, etc. Actividades en las que se emplean abrasivos, chorro de arena, etc.; así como la exposición a otros agentes productores de neumoconiosis -abesto, talco, caolín, aluminio, berilio,...- y otras enfermedades respiratorias de origen laboral». En cualquier caso, en los reconocimientos llevados a cabo por el instituto en el último ejercicio el agente de riesgo más frecuente era, con diferencia, el carbón: 2.498 casos; seguido del asbesto, con 355; la metalurgia, con 192; las cerámicas y refractarios, con 58; el caolín, con ocho y los granitos y pizarras con cinco. Más allá de las enfermedades pulmonares, el Departamento Técnico del instituto está llevando a cabo varios estudios, entre ellos uno relacionado con el análisis y la prevención del ruido en las industrias extractivas. Manuel Martínez Fidalgo destaca también el estudio sobre las vibraciones y su efecto sobre el cuerpo de los trabajadores, un campo de investigación sobre el que no existen aún conclusiones, y que pretende analizar no sólo el efecto de la utilización de maquinaria vibratoria en la mano y el brazo, sino en el conjunto del cuerpo. Sin embargo, la minería energética sigue centrando buena parte de los esfuerzos de los especialistas de este centro. Según afirma el doctor Alcázar, en el INS se controla el polvo de toda la minería de Castilla y Léon, tanto subterránea como a cielo abierto. En lo que se refiere a las canteras, sólo en el 2002 se controlaron los niveles de polvo en 332 empresas de la autonomía, que explotan sustancias como la arcilla, la caliza, cuarcita, dolomía, granito, gravas, pizarra, talco y sílice. En la minería subterránea los niveles de algo riesgo para la salud afectan aproximadamente a un 4% de los puestos de trabajo. En lo que se refiere a la minería a cielo abierto, los niveles también son similares a los del resto del país, con casi un 13% del total de las muestras realizadas en las que los puestos de trabajo superan los límites establecidos para el riesgo de polvo. El doctor José Luis Alcázar hace la siguiente reflexión: «Las cifras son ya de por sí muy importantes y preocupantes. Pero el INS sólo tiene un buen conocimiento de lo que ocurre, en relación con esta enfermedad, en Asturias, Castilla y León, Galicia o Murcia. En el resto de las autonomías el conocimiento es muy deficiente o casi nulo. Por ello, a la hora de hacer la valoración del total del país, ¿cuántos casos habría que añadir para obtener el mapa completo?». Otro factor amenaza con reavivar la silicosis en los próximos años. «Es cierto que asistimos a un lento declinar de la minería del carbón, pero no es menos cierto que la minería a cielo abierto, especialmente las canteras de áridos y piedra ornamental, lugares donde el porcentaje de sílice es elevado, constituyen un sector pujante de gran trascendencia económica. Miles de trabajadores están expuestos a estos factores de riesgo, que aportan ya casi la mitad de los nuevos casos de silicosis que se detectan cada año». Ante estos condicionantes no cuesta deducir que la enfermedad no está ni mucho menos controlada. La silicosis sigue viva. Y puede seguir creciendo.

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