La difícil tarea de medir el polvo
Una de las funciones del Instituto Nacional de Silicosis es el control del nivel de polvo en aquellas empresas donde puede existir riesgo para la salud de los trabajadores. Un departamento que coordina el doctor Ricardo Menéndez, y que realiza al año 25.000 muestras. «Las empresas, todas aquellas susceptibles de poner polvo en suspensión, están obligadas a enviar una muestra el trimestre», afirma. Son las empresas las que tienen que solicitar unos filtros, que se someten a un proceso de desecado, con unas determinadas condiciones de humedad, presión y temperatura. Esos filtros recogen el aire en los puestos laborales expuestos al polvo, y vuelven al INS, donde son pesadas en balanzas especiales, con una precisión de 0,02 miligramos. Se fija así el peso del polvo capturado, para calcular los miligramos que flotan en el ambiente del trabajo por metro cúbico. El laboratorio también utiliza como parámetro para determinar la salubridad del entorno el porcentaje de sílice, una operación que se realiza a través de una espectrometría de infrarrojo, de un procedimiento físico-químico. El valor límite permitido es de cinco miligramos por metro cúbico. «Si se supera ese nivel, la empresa está obligada a tomar medidas de prevención para proteger la salud del trabajador», comenta Menéndez. Un delicado aparataje y cámaras con condiciones especiales de humedad, presión y temperatura para medir algo tan etéreo, pero tan dañino, como el polvo. El difractómetro de rayos X es la estrella de este avanzado laboratorio.