Diario de León

La más alta dignidad militar, el más largo olvido

Toribio Martínez Cabrera | El general Cabrera fue una de las más altas dignidades militares que haya alcanzado nunca un leonés, y fue, entre muchas cosas, un hombre leal a la forma política que se había dado la mayoría del pueblo español el 14

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J. A. MARTÍNEZ REÑONES | texto
León

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A don Manuel Carro, in memoriam, y a Miguel García Bañales Por esa lealtad a la República, a la Constitución y a la voluntad popular nos hayamos hoy, a los 65 años de su asesinato, reclamando para él la honra y la memoria que la historia de los vencedores, no sólo no ha dejado mal escrita sino que se ha encargado concienzudamente de extirpar. Nació Toribio Martínez Cabrera el 13 de abril de 1874 en la recóndita aldea de Andiñuela, perteneciente a la sugestiva región leonesa de La Maragatería. Como era habitual en esta parte del País de Maragatos, los padres se dedicaban al oficio de la arriería de tan legendario renombre en España e Iberoamérica. La arriería maragata dominaba varias rutas peninsulares, pero la principal era la que llevaba de Madrid a Galicia, concretamente a La Coruña. Es en la ciudad de Ferrol donde, establecida la casa familiar, cursa sus primeros estudios. Nunca hubiera imaginado cómo llegaría a apellidarse aquel, su segundo pueblo. En 1894, con 20 años, ingresa en la Academia de Infantería de Toledo. Su dedicación y aplicación es entusiasta. Dos años más tarde sale graduado como segundo teniente con destino a Lugo. Apenas tomado mando en plaza es enviado a la guerra de Cuba. Corría el año de 1896. Doce meses escasos está en la perla del Caribe combatiendo a los mambís, pero suficientes para demostrar su arrojo y valor. Su conducta en el campo de batalla le vale la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo. En 1897 regresa a la península para realizar el curso de Estado Mayor. Pronto es nombrado primer teniente. Al contrario que muchos africanistas su carrera es metódica, «intelectual» y prestigiosa. Por estas fechas casa con la ferrolana, también de ascendencia maragata, Pilar Cabrera García. Fruto del matrimonio, nació su única hija, Pilar Martínez Cabrera, que con el tiempo casaría en Lugo con Genaro Carro Crespo, de los Carro descendientes de Santa Colomba de Somoza, afamados comerciantes de tejidos en todo el noroeste, a los que se les conocen generosas implicaciones en el bando franquista. De esta relación nacieron cuatro nietos, que alegraron en la madurez del General. En 1903, con 29 años, ingresa en el Cuerpo de Estado Mayor con el rango de capitán. Para 1906 le encontramos ejerciendo de profesor en la Escuela de Estado Mayor, de la que llegaría a ser director. Por vía reglamentaria le llega el grado de comandante en el año 1911. Con el grado de teniente coronel es destinado en 1919 a Huesca, Vizcaya y La Coruña. 1929 es el año de su nombramiento como coronel. A la par que realiza sus funciones militares, Toribio, en su sed de conocimientos, se entrega al estudio de idiomas. Domina con soltura el francés y el alemán, pero que se defiende perfectamente en inglés e italiano. Estas cualidades le sirvieron para ser designado en varias ocasiones como representante del ejército fuera de España. Numerosos datos corroboran su presencia en la Rusia estalinista, en la Alemania de Hess y Hitler o en la Francia del generalísimo Petain. En esta década fue gobernador civil de Badajoz y de Bilbao. En esta última ciudad se granjeó la enemistad del general Varela, -el que luego fuera presidente del tribunal judicial que firmó su sentencia de muerte- y de las familias potentadas del lugar: Artiach y Aznar (de los Aznar, Aznar, de toda la vida), por interponerse en un turbio asunto, donde los referidos trataban de realizar una apropiación patrimonial indebida. En la época republicana de 1931 es designado jefe de la Escuela Superior de Guerra. Dadas sus inquietudes especulativas se codea y traba franca amistad con muchos de los intelectuales en boga. De entre estos, le unió buena amistad con Salvador de Madariaga, y con la santanderina Concha Espina, a quien suministró enorme material para la composición de La Esfinge Maragata . Fue lector empedernido de Chataubriand y Schopenhauer, ¡y en sus lenguas aborígenes! El general, es obvio, no fue un militar cualquiera, sino un hombre profundamente instruido y al tanto de todas las corrientes europeas de pensamiento, de las que Ortega y Gasset y su Revista de Occidente, se convirtieron en los más destacados arietes. Muchos momentos de asueto los dedica el general a descansar en Andiñuela. Pueblo por el que profesó ilimitada devoción. De entonces son las obras que sufraga de su bolsillo: el adecentamiento de la plaza, la construcción del lavadero y la elevación de dos puentes; así como la institución de la «Fiesta del Árbol» que repobló algún predio de la localidad. En las elecciones de 1934 se presenta como candidato a Cortes por León dentro del partido de la Unión Republicana, de su amigo Martínez Barrio. No logra escaño. Sus preferencias políticas parecen corresponder con las propias de un republicano moderado de talante declaradamente democrático. 1934 es el año de su ascenso a general de brigada y a jefe de Estado Mayor de la Inspección, siendo López Ochoa Inspector General. Con López Ochoa prepara y desarrolla las que serían las más grandes maniobras militares previas a la Guerra Civil. Su influencia fue clara al resultar escogida para llevarlas a cabo su región patria, La Maragatería. Merced a esta decisión, los prohombres del país, agasajan al general Toribio Martínez Cabrera con el nombramiento del primer y único título concedido, y conocido hasta el momento, de Hijo Predilecto de la Región de Maragatería. A esta época corresponde la construcción de la carretera de Turienzo a Andiñuela que diseñan zapadores del ejército por mandato del general y que él sufraga de su bolsillo. El 19 de junio 1935 el gobierno le concede la Gran Cruz de San Hermenegildo. Ese mismo año, el 18 de diciembre, es nombrado subsecretario del Ministerio de la Guerra. En la práctica este puesto era el de la máxima responsabilidad militar, sólo a las órdenes del ministro y del propio jefe del gobierno. En 1936, antes del golpe de estado de julio, es nombrado gobernador militar de Cartagena, principal base naval de la Marina española. Su talento organizativo, su sólida técnica lograron que el principal puerto militar español y gran parte de los efectivos de la Marina permaneciesen fieles a la República. En noviembre de este mismo año, bajo gobierno de Largo Caballero, le encumbran al cargo de jefe de Estado Mayor Central; su destino es Valencia. Las pugnas en el seno del gobierno entre los socialistas de Largo Caballero y los comunistas disminuían la operatividad y cohesión de las fuerzas republicanas, como quedó bien reflejado en el episodio de la batalla de Guadalajara. Mientras los comunistas exigen su dimisión llegando a considerarlo «un verdadero atún» (Álvarez del Vayo), entre los republicanos moderados, como Indalecio Prieto, se le respeta porque es «el número uno de la Escuela Superior de Guerra». Las luchas por el control militar entre comunistas y los demás republicanos, fue una de las principales causas por las que los ejércitos de la República cedieran irreversiblemente territorios. En 1937 le cesan como Inspector del ejército del Norte, ejército que está bajo el mando de Llano de la Encomienda. Martínez Cabrera tuvo innúmeras discrepancias con los comunistas, que le acusaron de ineficiente e incluso de traidor, cuandolo que se dilucidaba, en el fondo, era de la oposición del general a dejarse mangonear en cuanto a la compra de equipos y a la fijación de disciplina y tácticas, que dictaban directamente los asesores soviéticos en España. K.A. Meretskov, asesor militar durante un tiempo del general Toribio Martínez Cabrera, siendo éste jefe del Estado Mayor Central, dice en sus memorias publicadas en Moscú en 1968 que las relaciones de los consejeros soviéticos con los jefes militares de la República eran tema de discusión todos los días y esta complicada cuestión no se pudo resolver de manera agradable (Burnett Bolloten). A lo que añade otro historiador: «Asensio, Martínez Cabrera de Estado Mayor, Llano de la Encomienda, en el norte, y Martínez Monje en el sur, no eran comunistas, ni tampoco lo eran los principales defensores de Madrid, Miaja y Rojo». (Hugh Thomas). Para que quede claro cuáles eran los valores y únicas pretensiones que guiaban al general basten las palabras que entrega al presidente de la República después de la caída de Bilbao: «Azaña recibe al general Toribio Martínez Cabrera, quien le entrega una pequeña memoria sobre las causas militares y políticas de la caída de Bilbao, cuyo resumen es: Ha faltado disciplina, mandos, unidad de acción, voluntad de cooperar en un fin común; y ha sobrado localismo, fatuidad, descuido e imprevisión optimista».(R. De la Cierva). Después de la caída de Gijón y como represalia por los sucesos de la caída de Málaga, los generales Asensio, Cabrera, Monje, junto con el coronel Villalba de Málaga fueron inculpados por los comunistas de traición y, tras turbias pantomimas judiciales, enviados a prisión. Martínez Cabrera es confinado a las cárceles de San Miguel de los Reyes y Santa Clara en Valencia, por último recala en la Modelo barcelonesa. En 1938 liberado, de forma tan burda como había sido encarcelado, y estando el gobierno republicano replegado en Barcelona, con Negrín de presidente, Martínez Cabrera es nombrado gobernador militar de Madrid, bajo cuyo mandato se produce el llamado «golpe del coronel Casado» en un intento último de organizar las exhaustas fuerzas republicanas. El general apoyó este intento organizativo, aunque, a la postre, de poco sirviera. Él fue quien ante la el triunfo de la adversidad rindió Madrid. Caída la capital, toma el camino de Valencia, donde es detenido el 3 de abril de 1939. Antes de llegar al fatal desenlace, tratemos uno de los temas controvertidos en torno al general y por los cuales se intentó repetidamente acusarle: su pertenencia o no a la masonería. ¿Fue o no fue Toribio Martínez Cabrera masón? La familia niega rotundamente este hecho, alegando entre otros pormenores su piadoso cristianismo practicante. Frecuentemente altos mando militares y políticos pertenecieron a las logias. También el nombre de Toribio Martínez Cabrera aparece inscrito en varias listas masonas. Pero sólo existe un documento, un recibo, que se conserva en el Archivo de Salamanca, (nº1785, de fecha 11-dic-1924, Orden de la Estrella de Oriente. J. Krishnamurli) expedido con su titularidad. Ahora bien, ¿este recibo de pago a la sección coruñesa está expedido con su consentimiento o fue un ardid para inculparle? El Juzgado Provincial de Responsabilidades Políticas de Madrid el 6 de junio de 1944 aprecia la aparición de antecedentes masónicos, si bien, del año anterior, existe informe contradictorio. Lo que sí parece claro, aunque no concluyente, es que los actuales masones españoles no consideran que fuera miembro de la asociación. Subersivos principios No obstante, ¿qué dirían y dirán los perseguidores de los principios masones considerados, entonces y años después, «subversivos», si supieran que, aquellos principios abominables, hoy son artículos básicos de la Constitución Española de 1978? El 3 de abril de 1939, el general Toribio Martínez Cabrera, se deja apresar -«se deja» es más cierto que «fue apresado»- en la legación de Panamá de la capital valenciana. Mientras se oficia el esperpéntico proceso contra su persona, pena cárcel en el castillo de Monteolivete. Acusado de «rebelión militar» por los rebeldes a la República, es condenado a muerte. Su condena la firman José Varela (presidente del tribunal), José Moscardó, Ricardo de la Rada, José Iruretagoyenea, Manuel Cervera, Manuel Calvís y Juan de los Ríos. De nada valieron las súplicas ante el general Franco, cuya esposa estaba emparentada lejanamente con la esposa del General. Su ejecución fue llevada a término en la localidad valenciana de Paterna, en el alba del 23 de junio de 1939. No sólo sufrió condena su cuerpo. Conocida su ejecución, la vieja casona de Andiñuela, con la que tantos mimos había tenido, fue robada, arrasada y tiroteada. En la perpetración de este acto indigno y simbólico mucho tuvo que ver el párroco del pueblo, así como destacados falangistas de Santa Colomba de Somoza y de Astorga. La memoria del general, como la de muchos militares fieles a las normas del estado y al gobierno democráticamente constituido, ha sido arrojada al olvido y ningún gobierno de la nueva democracia constitucional se ha acordado de limpiar su nombre y de restituirlo dentro del ejército, como ejemplo de profesionalidad y de estricto cumplimiento de sus funciones militares, siempre supeditadas al poder civil del pueblo, único soberano. Una suerte distinta continúa cobijando, aún dentro del propio ejército, a quienes violaron la legalidad e impusieron una tiranía despótica y analfabeta. Al finalizar la Guerra Civil, las calles que llevaron su nombre en Andiñuela y Rabanal fueron reemplazadas y su memoria enterrada. Desde hace 65 años, de las laderas del Teleno, bajan al galope sobre el pueblo aires cortantes, como de sangre que no se enfría.

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