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«Esto no lo olvidaré jamás»

La periodista Nani Arenas, enviada especial de Diario de León en Haití, cuenta en este reportaje su experiencia en Puerto Príncipe, de donde regresó en un avión de la embajada con niñas huérfanas que serán adoptadas en España.

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NANI ARENAS | texto enviada especial a haití
León

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Una de las primeras cosas que debe hacer cualquier persona al llegar a un país extranjero es darse de alta en la embajada. Yo llevaba sólo unas horas en Puerto Príncipe. Habíamos llegado en un vuelo procedente de Santo Domingo a las ocho de la mañana, detalle que extrañaba a todo el mundo pues las noticias que se tenían eran que el aeropuerto Toussaint Louverture estaba cerrado. Y era cierto: nuestro avión, con sólo cuatro pasajeros a bordo, había sido el único que había logrado tomar tierra en territorio haitiano. Pero el problema no era aterrizar. El problema era la inseguridad que reinaba alrededor del aeropuerto. Barricadas por doquier que impedían el acceso de los coches a las instalaciones aeroportuarias. El caso es que nosotros aterrizamos. Y milagrosamente logramos hasta coger un taxi. Es cierto que la primera impresión ante lo que nos rodeaba nos hizo estremecer. Creo que esa imagen de las cabras desnutridas comiendo basura en un vertedero callejero rodeadas de niños se me quedará grabada para siempre en la retina. ¿Y por qué tantas cabras? Porque es uno de los animales que los haitianos sacrifican en las rituales ceremonias del vudú, la practica religiosa oficial de este país. Las calles principales estaban cortadas. Chasis de camiones y restos de chatarra impedían a los vehículos circular por donde debían. Y la única alternativa para llegar hasta el hotel Montana, nuestro destino, era coger callejuelas sin asfaltar, invadidas de chabolas y por las que deambulaba gente sin parar. Gente que nos miraba, pues no hay que olvidar que un blanco nunca pasa desapercibido en un país como Haití que presume por ser la primera republica negra del mundo. Luego, los guías y los compañeros nos contaron que todo ese entramado de callejuelas que rodean el aeropuerto era una de las zonas más pobres y peligrosas de la ciudad. Nuestros zapatos tienen para ellos más valor que nuestras vidas. El taxi tardó casi una hora en recorrer un trayecto que normalmente dura 30 minutos. Las barricadas llegaban casi hasta la entrada del Montana, situado en Pétionville, en la zona alta de la ciudad. Pero nada más cruzar las puertas del hotel, todo cambiaba. El Montana es un gran establecimiento, limpio, moderno, dotado de todas las comodidades y preparado para que un periodista pueda ejercer su trabajo. Las grandes antenas satélites que decoraban su tejado son las que día a día lanzan al mundo las imágenes del conflicto que se vive en Haití. Y el Montana está lleno. Y el Rancho. Y el Vila Creole. Los buenos hoteles rebosan periodistas. Tenemos que agradecerle a la Cruz Roja la reserva de nuestra habitación. Recién instalados nos avisan: «El presidente Jean-Bertrand Aristide va a dar una rueda de prensa. A las 11 en la prefactura». Para moverse por un país en guerra, es fundamental contratar un coche con un conductor al que se pueda entender y es ese es precisamente uno de los negocios de los conflictos. Pero cobran su peso en oro. «El gasoil está muy caro señora, no puedo rebajar el precio», explica Frank Jeannot, nuestro chófer durante las próximas 30 horas. «Vámonos, Frank. Aristide nos espera». Pero Aristide no se presentó. El primer ministro, Yvon Neptune, habla en su lugar en una sala de conferencias rodeada de policías armados hasta los dientes que apuntan despistados hacia los periodistas. Cercana al hotel, la embajada española en Haití no tiene nada especial. No es grande, porque la colonia de españoles en el país no supera las 90 personas: más de 20 niños, unos 15 religiosos y varias familias hispano-haitianas. «Ahora quedan unos 60. Desde que empezamos a aconsejar a la gente que saliera del país la pasada semana tan solo unos 24 españoles han abandonado Haití», nos explica la cónsul, Pilar Méndez. «También tenemos previsto organizar para mañana un plan de evacuación», añade. Sería la segunda prueba tras el intento fallido del día anterior abortado pues los marines estadounidenses, que debían escoltar el convoy, no pudieron garantizar la seguridad debido a las múltiples barricadas y a los continuos enfrentamientos entre partidarios y opositores del presidente. Antes de marchar, nos recibe en su despacho el embajador, Paulino González Fernández-Corugedo. ¡Qué casualidad, es de Oviedo, como yo! Resulta gratificante encontrarse con un paisano a más de 6.000 kilómetros de casa. Ha llegado el momento de dar un recorrido por la ciudad. La imagen es siempre la misma. Miseria, gente que nos mira, chiringuitos donde se venden mangos, barricadas, basura... Puerto Príncipe no es una ciudad que se caracterice por su belleza. El país en general tampoco es una maravilla, esteticamente hablando, sobre todo por la gran degradación medio ambiental que lo caracteriza. En Haiti no hay árboles, ni tierras de cultivo, ni pesca... las décadas de pobreza han acabado con todos sus recursos. Sólo hay algo que destacar, o eso al menos cuentan muchos de los periodistas con los que hablamos. La belleza de las playas. No hay que olvidar que Haití está bañada por las aguas del cálido mar Caribe y presume de tener los arenales más bellos, puramente vírgenes. La contaminación del turismo masivo aun no ha conquistado esta parte de la isla. Poco a poco el día toca a su fin. Y es que en cuanto el sol desaparece comienza el verdadero terror. A partir de las seis, Puerto Príncipe se queda sumida en la más absoluta oscuridad, pues aquí la energía sólo funciona en horas concretas y la mayoría de la gente vive en chabolas en las que no hay electricidad. La noche es el momento preferido de las pandillas de saqueadores para salir a la calle en busca de alguna víctima que les permita llevarse algo a la boca. Y es durante la noche cuando se espera la entrada de rebeldes adeptos a Guy Philippe. Y la población civil teme que los rebeldes arrasen todo, tal y como ya hicieron en Cap Haitien, y en todo el norte del país. A partir de las seis de la tarde, el hotel Montana parece una gran redacción. Periodistas del todo el mundo apuran para enviar sus crónicas del día y en pocos minutos, el mundo entero sabrá que ha pasado hoy en Haití. Una vez finalizado el trabajo, toca cenar en la terraza con vistas a toda la ciudad. Solo el ruido de alguna que otra ráfaga de disparos y de algún que otro helicóptero interrumpe la paz que se respira en este hotel. Ese es otro de los contrastes de los países en conflicto. Con el café, se organizan corrillos y tertulias y se hacen los planes para el día siguiente. Jueves 26 de febrero El despertador suena a las seis y media de la mañana. Lo primero de todo es informarse. Los rebeldes de Guy Philippe no han entrado en la capital, la mañana se presenta tranquila... eso significa que la operación de evacuación sigue en marcha. Ponemos rumbo al PNUD adonde llegamos a las 8:00. Aquí ya hay gente. Al parecer se va a evacuar también a todo el personal de la ONU en Haití. Sigue llegando gente, y gente, y empiezan a llegar los periodistas, cámaras de televisión que graban recursos de todo lo que ven... Pilar Méndez y el embajador apuntan todos los nombres y ¡que sorpresa! Se esperaba a unos 20 españoles pero finalmente, aparte de nosotros sólo hay dos más: Esteban Manzanares, natural de Teruel y periodista del Canal 4 británico, que llevaba dos meses en el país haciendo un documental sobre el vudú, y Rosa Pares, una catalana que vive desde hace casi 20 años en Haití, casada con un haitiano. «Por las noches a la gente le entra el miedo y se apuntan en la lista. Pero cuando amanece la situación se ve de otra forma y entonces llaman para decir que no se marchan», explica la cónsul española. Eso es lo que le ha ocurrido a A. Fabian que al final ha decidido dejar a sus hijos en Haití. La situación se vuelve de pronto un poco confusa. Hay pocos españoles pero mucho jaleo. Entonces Rosa me pide ayuda. «¿Puedes ayudarme con las niñas?». Son tres nenas adoptadas por familias españolas: Anaika, de dos años, Lisbeca y Wisline, de 18 y 16 meses respectivamente. Las tres podrán compartir experiencias en Barcelona y en Hospitalet de Llobregat, sus ciudades de destino. Lo normal hubiera sido que sus padres adoptivos hubieran viajado a Puerto Príncipe y hubieran pasado unos días con ellas para familiarizarse unos con otros, pero la complicada situación del país obligó a la embajada a cambiar los planes. El coordinador de la ONU para Haití, Adama Guindo, nos informa que la ciudad está tranquila y que los marines estadounidenses que van a escoltar al convoy hasta el aeropuerto, compuesto en su total por mas de cien personas, creen que pueden garantizar la seguridad. Nos confirma también que los gobiernos occidentales han mantenido conversaciones con los partidarios de Aristide para que la operación transcurra sin incidentes. Y todo salió según lo previsto. Tras todos los trámites burocráticos, el convoy formado por cinco autobuses partió de la sede de PNUD. Escoltados por los marines estadounidenses y ante las moradas atónitas de los haitianos, los autobuses recorrieron la ciudad y alcanzaron su destino, el aeropuerto de Toussaint Louverture donde esperaban dos aviones. Uno financiado por el Ministerio de Exteriores español y otro fletado por la ONU, ambos con destino Santo Domingo. Ya en el aeropuerto, empezó a correr un rumor. «Aristide ha formado la dimisión»... Nuestro avión despegó finalmente a la una de la tarde. Una ciudadana de Burundi con pasaporte italiano, con su hijo, una chica alemana, un boliviano y un chileno completaban el pasaje del avión de la UE. Y en sólo 45 minutos, el vuelo aterrizó en el aeropuerto de Herrera en Santo Domingo. En la pista de aterrizaje nos esperaban la embajadora de España en la República Dominicana, María Jesús Figa López, quien rápidamente se hizo cargo de las niñas. «Aún no tenemos noticias de sus padres pero hasta que lleguen se quedarán a vivir conmigo en la embajada», explicó a los presentes. Una vez cumplidos todos los trámites de inmigración, sólo quedaba dar las gracias y despedirse de ese pequeño grupo con el que habíamos compartido tamaña experiencia. Una vez fuera de Haití, la embajada dominicana facilitaba alojamiento y agilizaba los trámites de billetes a quienes lo necesitaran. En pocas horas, Puerto Principe había quedado lejos geográficamente pero pasarán años hasta que los evacuados olvidemos esta experiencia,

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