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Solución final para un agravio histórico Herencia del esplendor Entrañas que recogen la historia de la ciudad

Las sencillas paredes de Palat del Rey acogen en silencio el legado histórico de la ciudad. Tras veinte años de intervenciones, el proyecto de restauración llega a su fin.

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León

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MARÍA JESÚS MUÑIZ | textos La humildad arquitectónica, la sencillez de la construcción, la aparente vulgaridad artística exterior y el acoso de las pobres y pintorescas construcciones aledañas hacen difícil imaginar a alguien que contemple por primera vez la iglesia de Palat del Rey por qué es Monumento Histórico Nacional desde el 13 de noviembre de 1931, y por qué el empeño de las instituciones en luchar contra la propia ineficacia de su mastodóntica burocracia para mantener en pie un templo que lleva más de veinte años cerrado. ¿Qué guarda este pequeño retazo de ajada arquitectura, maltratado por el tiempo, por las polémicas y por los ineludibles trámites de ayudas económicas, para que a lo largo del último siglo las voces más autorizadas se hayan alzado, no pocas veces desde la desesperanza, en su defensa? En la pequeñez y simpleza de su apariencia, San Salvador de Palat del Rey esconde un apretado compendio de la historia y las instituciones más representativas de la historia leonesa, un legado sobre el que se ciernen decenas de construcciones lamentables y sobre el que pintan y mean cada noche los vándalos que esconde la noche entre las hordas que abarrotan los lugares de copas que rodean al templo. Son más de mil años de historia escritos en los restos que esconde en su interior, bajo su suelo, en alguna esquina olvidada por la implacable evolución de los siglos, que borró la mayor parte de las huellas visibles de lo construido anteriormente. Y son ya más de veinte años de intervenciones y proyectos de intervenciones en busca de una solución final que parecía inalcanzable. Pero no va a ser así. Los retrasos obligarán a repetir algunas actuaciones, pero la reapertura del templo, con fines litúrgicos pero también culturales y sociales, está esta vez definitivamente próxima. Este mismo mes de marzo se entregará el proyecto final de restauración, en breve saldrán a licitación las obras y en la próxima Navidad, con fecha exacta aún por concretar, el edificio volverá a abrirse al público. Será precisamente el uso la mayor y mejor garantía de pervivencia del templo. Y este es el objetivo prioritario de las instituciones implicadas en llevar a cabo esta fase final de las obras. Voluntad para superar las diferencias y esfuerzo común para preservar un legado que, increiblemente, ha corrido un serio peligro y vivido momentos de lamentable abandono. Las obras a llevar a cabo en los próximos meses pasan por la culminación de la adaptación del inmueble, la restauración del retablo y la elaboración del proyecto de musealización. En la iniciativa y su financiación participan la Junta, el Obispado de León (propietario del templo y que se hará cargo después de su gestión y mantenimiento) y la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León, que ha conseguido dar un impulso definitivo al asunto en los últimos dos años. Esta misma semana, representantes de todas estas instituciones recorrieron la iglesia de Palat de la mano del arquitecto que elabora el proyecto definitivo, Enrique Luelmo Varela, para ultimar los detalles de las actuaciones que se pondrán en marcha en breve. «La iglesia de Palat tendrá en el futuro los usos litúrgicos que determine el Obispado, además de una utilización cultural a través de una sala de exposiciones permanente, exposiciones temporales y un salón de actos para llevar a cabo actuaciones de diverso tipo. La gestión en principio corresponde a la diócesis, así que será el Obispado el que determine qué se hará y qué no. Nosotros ponemos a su disposición nuestras capacidades y el proyecto de musealización, en cuya preparación estamos trabajando intensamente». Ramón Álvarez Vega, gerente de la Fundación Patrimonio Histórico de Castilla y León, destaca que el proyecto de obra que se está ultimando afecta a las reformas en la edificación, la recuperación del retablo y la determinación de cómo se llevará a cabo el futuro museo. «Primero hay que terminar con las humedades, y realizar las actuaciones de iluminación y climatización. Luego llevar a cabo las restauraciones y finalmente definir qué se incluirá en el museo permanente». En este punto, asegura que se llevan a cabo conversaciones con la Dirección General de Patrimonio para determinar si alguno de los restos obtenidos en las excavaciones de los últimos años, y que actualmente se guardan en el Museo Arqueológico Provincial, volverán a su lugar de origen. Álvarez Vega destaca: «Se trata de que el conjunto final tenga sentido, de que el recorrido por el museo adquiera una entidad propia haciendo hincapié en la historia del propio inmueble; y lo haga además sin entorpecer los otros usos que se quieran dar a la iglesia». Para llevar a cabo estas actuaciones, y a falta de que el proyecto final y los concursos concreten el presupuesto definitivo, desde la Fundación se calcula que la intervención costará no menos de 472.000 euros, la misma cifra que la consejera de Cultura, Silvia Clemente, comprometió para llevar a cabo esta actuación el pasado mes de octubre. Un presupuesto que aportarán a partes iguales las tres instituciones involucradas en el convenio. Una vez puesta en funcionamiento la iglesia, el mantenimiento corresponderá al propietario. Máximo Gómez Rascón, responsable de Patrimonio del Obispado de León, es consciente de este hecho, que define como «una servidumbre», pero añade que, a parte de la finaciación a partes iguales, la organización religiosa tiene capacidad, dentro del convenio suscrito con la Junta y la fundación, para establecer otros acuerdos con instituciones y entidades financieras con el objetivo de financiar actividades o actuaciones concretas. «Lo más importante es cumplir el objetivo marcado, asegura Rascón, cumplir el compromiso a que nos lleva la participación de la fundación del patrimonio, que implica que el edificio tenga una dimensión social y cultural, y nunca lucrativa». El representante del Obispado se muestra especialmente dispuesto a superar cualquier pequeño escollo que pueda surgir, aunque ya no son previsibles, para agilizar al máximo la apertura al público de la instalación. «Es demasiado tiempo oyendo que se va a hacer algo. Y ha sido una auténtica pena. No creo que en ningún lugar de Europa hubieran permitido que se mantuviera en este estado un edificio tan emblemático, encajado en un casco antiguo tan significativo como el leonés. Algo aún menos aceptable teniendo en cuenta que todas las instituciones estábamos de acuerdo en que había que mantenerlo. Ahora parece que estamos en un punto de avance definitivo». Rascón considera que la estructura del edificio se ha salvado con exactitud, «con un sentido arqueológico, a parte de la polémica por las tumbas» (se refiere a la polémica sobre cómo y en qué medida conservar los restos aparecidos en las excavaciones, hoy resuelta en la práctica asumiendo el imposible acuerdo entre las partes en conflicto). Y destaca la calidad del retablo cuya restauración se afrontará también en los próximos meses: «Es de gran calidad, del siglo XVI, probablemente de un discípulo de Juan de Juni, Doncel». A él corresponde también la imagen titular de la iglesia, el Salvador, que junto con el Sagrario se custodia en la Catedral desde que se trasladó allí para la celebración de Las Edades del Hombre. Ambos volverán a su lugar original una vez finalizada la restauración. Sobre la utilización final de las instalaciones, Rascón apunta: «El obispo determinará en su día cómo va a funcionar». De momento las primeras actuaciones irán encaminadas a recuperar los desperfectos que el paso del tiempo ha provocado en sobre las restauraciones llevadas a cabo en los últimos años, según explica Joaquín García Álvarez, responsable de Patrimonio de la fundación. «Es cierto que los aspectos administrativos han ido retrasando el reinicio de las obras en los últimos dos años, por cuestiones en las que ahora no merece la pena entrar; pero serán retoques en desperfectos provocados sobre todo por las humedades, uno de los grandes problemas de este edificio. Ahora nuestro empeño, una vez concretados y definidos los puntos del convenio entre las partes implicadas en la restauración, está puesto en sacar a concurso cuanto antes las obras de restauración entre empresas especializadas en este tipo de actuaciones; y acelerar en lo posible la tramitación para que la iglesia de Palat pueda abrirse al público cuanto antes. Seguramente a finales de este año». Las claves definitivas de este proyecto están en manos del arquitecto Enrique Luelmo, que inició hace ahora 21 años los sucesivos proyectos para acometer la recuperación del deteriorado edificio. «El gran problema de Palat del Rey son las humedades, es lo que provoca, por ejemplo, que tengamos que retomar las obras sobre la tarima de la parte de la iglesia que se convertirá en zona de museo, o sobre el revoco de las paredes. Para hacer frente a este problema encargamos un informe a una de las mayores expertas en este tipo de actuaciones, Soledad García Morales, y sus recomendaciones se han incluido en en proyecto final». Entre otras obras, se acometerá una canalización en la parte exterior del templo, para la que se realizará un foso de alrededor de 70 centímetros de fondo (con las preceptivas autorizaciones e investigaciones arqueológicas). Las goteras en la cubierta, la limpieza de canalones y las obras para evitar el estancamiento de agua en los patios serán otros de los aspectos a solucionar en los próximos meses. Las fachadas tendrán que ser revocadas y pintadas de nuevo, para intentar borrar los restos de un vandalismo que incluso los promotores de la obra consideran inevitable. Pero sobre todo se tendrán que llevar a cabo las actuaciones para adaptar el edificio al nuevo uso cultural. «La legislación, con los reglamentos de actividades públicas y de accesibilidad, por ejemplo, obliga a instalar aseos públicos, que se construirán en el patio trasero; y a eliminar barreras arquitectónicas, para lo que se instalará una plataforma elevadora hidráulica en la entrada y se crearán una serie de rampas que salven las alturas. También uno de los baños estará adaptado para minusválidos». En cuanto a la iluminación, Luelmo destaca que se realizará un alumbrado general para las bóvedas y las partes generales, que irá complementado con iluminación puntual en elementos singulares, como la bóveda de gallones mozárabe, las lápidas expuestas, el retablo,... Además, un zócalo permitirá ocultar la instalación que permitirá afrontar las necesidades de las diversas muestras que se ofrezcan en el futuro. El Reglamento de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas obliga a disponer de una instalación en la que acoger el mobiliario que se colocará o se retirará según el uso de la iglesia. Para este fin se habilitará la antigua sacristía, en cuyo piso superior se instalará la sala de calderas y por dónde pasarán las rampas de acceso a los baños. La capilla barroca, al otro lado del altar, se habilitará como nueva sacristía para usos litúrgicos. Una iluminación especial y los distintos materiales en el suelo permiten conocer cómo era la planta de la primitiva iglesia mozárabe. Frente al entarimado que la rodea, una combinación de piedra y terrazo dibuja el perfil del que fue el templo más antiguo de la ciudad, sus brazos y sus ábsides. En uno de sus extremos unos peldaños permiten acceder al nivel original que tenía aquella iglesia primitiva, en una zona excavada que deja a la vista los sillares originales sobre los que se completó la traza del ábside y el arco de medio punto para recrear el estilo de la construcción original. Al lado, la bóveda de gallones, uno de los pocos restos que se conservan íntegros del templo original, y que ya fue objeto de una restauración que concluyó hace dos años. A ambos lados de esta construcción, en la entrada a las naves laterales, dos portones de madera cierran visualmente el interior de la iglesia y lo aislan de la entrada de la calle. «Su función es múltiple, por un lado componen en simetría el frente oeste de la iglesia desde el espacio interior central, a los lados de la restitución del ábside y el arco de herradura; por otro separan y dan acceso. Están basadas en los antiguos cortavientos y en los muebles del Barroco», comenta el arquitecto. En una de las naves, la capilla de la Caridad sirve de punto de arranque de la visita al futuro museo, y en ella se colocarán algunas de las explicaciones que abrirán a los visitantes una apasionante puerta de viaje al pasado, las claves que les permitirán conocer el por qué de San Salvador de Palat del Rey, cómo un envoltorio exterior en apariencia humilde guarda un tesoro arquitectónico e histórico que resume página a página el pasado glorioso de una ciudad. Bajo su suelo, a una profundidad de unos tres metros, retumba el eco de los vestigios romanos, de aquella Legio VII que dejó paso a una población que se convirtió en ciudad de reyes, a una ciudad de palacios y monasterios, de infantazgos y panteones. Restos sobre los que se construyó la Edad Media, sobre los que evolucionó la historia de León, que acogieron enterramientos y comunidades religiosas, que abrieron sus muros a los fieles y también al servicio de almacenaje de los pasos de Semana Santa. Muros presa de la historia pero también del olvido, piedras que vivieron incluso la sombra de la piqueta en un proyecto de ensanche de una calle. Piedras, muros y espacios que ahora viven la esperanza de un resurgir definitivo, en la confianza de que la sensibilidad de la ciudad en la que han sobrevivido durante más de mil años les permita afrontar un futuro ya libres del miedo. La iglesia y monasterio de Palat del Rey se construyó al lado de una de las puertas más importantes de la ciudad en el siglo X, el Arco de Rege, que según el arqueólogo Fernando Miguel daba acceso al incipiente mercado de la renovada ciudad altomedieval. Del descuidado aspecto exterior actual, dice, «no se deduce que sea el único testigo visible de la arquitectura prerrománica de la ciudad, cuando ésta fue capital del emergente reino asturleonés, y que además estuviera integrada en el conjunto palatino de la corte de Ramiro II». Aquel palacio debía ser una edificación alargada y estrecha, que estaría situada a lo largo de la actual calle Cardiles, a espaldas de la iglesia. Era un conjunto «suficientemente amplio como para acoger a la numerosa corte que citan las fuentes: la familia real, alférez, mayordomo, condes y consejeros, un amplio grupo eclesiástico, los sayones reales y los diferentes oficios palatinos (cubicularios, coperos, encargados de las caballerizas, bodeguero, trinchante, halconero, tesorero, los pueri o siervos domésticos,...)». En el siglo XI la concentración de escuderos en las proximidades del palacio dio lugar a la Cal de Escuderos, en las afueras de la muralla, y las referencias al «mercado del rey» reflejan la centralidad que debió ejercer aquella sede regia. Las ruinas de esta edificación están sobre los rellenos de los restos tardorromanos, y sólo se conserva parte de un ábside en planta de herradura a los pies y una bóveda gallonada en el tramo central. En las excavaciones se descubrieron también dos fragmentos de modillones de rollos de factura idéntica a los de la iglesia de Santiago de Peñalba, uno de los máximos exponentes del mozárabe leonés. A lo largo de los años se han dado varias explicaciones al hecho de que el ábside de esta iglesia primitiva se encontrara orientado al oeste, en contra de lo prescrito por el rito eclesiástico. La necesidad de acoplamiento con las instalaciones del palacio podía justificar este hecho; aunque el descubrimiento posterior de los restos de otro ábside enfrente despejaba la duda: el conjunto sería una planta casi de cruz griega, con dos ábsides enfrentados y un tramo central cubierto por bóveda gallonada enmarcado por dos cámaras rectangulares más pequeñas a los lados, un modelo que se da en otras iglesias de la época. Éste es el que reproduce la silueta en piedra dentro del templo actual. Las excavaciones llevadas a cabo, con mayor intensidad en 1986 y 1987, permitieron conocer las entrañas de San Salvador de Palat del Rey y concretar algunos de los acontecimientos históricos y arqueológicos de los que había sido testigo, hasta entonces supuestos en su mayor parte. Este es un recorrido por la historia que subyace en el edificio, de la mano del arqueólogo Fernando Miguel Hernández, que dirigió las excavaciones en las que participaron también el arqueólogo Victorino García Marcos, el historiador César Trobajo de las Matas y la antropóloga María Encina Prada; según se reflejó en una serie de conferencias que recorrieron la historia de León a través de la antropología. De Miguel explica que la actuación arqueológica en Palat buscó hasta los tres metros de profundidad, «retrocediendo en el tiempo hasta llegar a los niveles de época romana que inician la ocupación humana en el solar leonés y sustentan la iglesia actual». «La excavación, afirma, nos devolvió una radiografía ininterrumpida de la historia del solar leonés, en particular de los momentos culminantes en que consiguió trascender del interés particular al general del resto de la península: cuando fue asiento del único campamento legionario permanente en Hispania desde el último tercio del siglo I d.C. y cuando alcanzó el rango de urbs regis y centro político cortesano de la monarquía leonesa desde el siglo X hasta la plena Edad Media». De la época romana apareció una calle de seis metros de ancho y doce de longitud visible, y restos de estancias militares. «La calle, con un trazado norte-sur, discurría bajo el ámbito del actual crucero de la iglesia y es uno de los pocos ejes viarios que conocemos del asentamiento romano». Encima de las ruinas y rellenos tardorromanos apareció el templo prerrománico, y los restos permitieron adivinar su planta real, que no coincidía plenamente con la que había sido adivinada por investigadores anteriores que no pudieron realizar catas de esta magnitud. Los ataques de Almanzor, que destruyeron buena parte de los monasterios de la época, no debieron afectar al de Palat, que recobró su vida monástica en el año 1012. A partir del siglo XII las referencias a San Salvador se limitan a alusiones a la parroquia; hasta que el 13 de enero de 1215 la orden de San Juan de Jerusalén regenta la iglesia, que conserva hasta el último tercio del siglo XIX. En el siglo XIII fue también sede de una cofradía y hospital, lo que provocó las primeras ampliaciones en el templo original; y en el siglo XV se compactó una nueva nave. En la centuria siguiente se cerraron los pies de la nueva iglesia y se montó sobre la anterior una nueva prolongación del templo. El florecimiento económico y arquitectónico de la ciudad en el siglo XVI llevó a una nueva y profunda reforma de la iglesia, y de esa época proceden su retablo y algunas de las capillas actuales. Esta es, salvo modificaciones menores, la imagen que ofrece actualmente el templo.