Diario de León

EN DIRECTO | EXPERIENCIA INICIÁTICA EN UN CENTRO DE BELLEZA E IMAGEN

Cuatro horas de puesta a punto para despachar al cavernícola

Publicado por
SERXIO GONZÁLEZ | texto
León

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DL |||| Tal vez duerma usted tranquilo, caballero, con su visita mensual al peluquero y el repaso matinal a la gillette. Lamentablemente, el suyo es un modelo trasnochado propio de un adán, un baldreu, un ejemplar en vías de extición, de un tipo descuidado y confuso, poco apto para la vida social de este siglo que comienza. Descubrir el nuevo estado de cosas, tan alejado de aquella equivalencia entre el oso y el hombre en materia estética, es sencillo. Basta con dejarse caer por un centro de belleza e imagen. El Spa de Loida en la coruñesa plaza de Vigo, por ejemplo. El objetivo, descubrir por qué cada vez son más los chicos -esta es la denominación omnímoda para el género masculino una vez traspasadas las puertas del complejo- que consagran tiempo y dinero a cuidar su apariencia. De entrada, no hay sorpresas. Una cuidada ambientación, teñida de minimalismo oriental y ambiente chill out a tope, recibe al visitante. La música invita a la meditación, cuando no al sueño. Lo lógico en estos casos; el centro destila tranquilidad y reposo. Cabinas individuales Ahora bien, ni la luz suave ni las tonadas sedantes eliminan de la mente del debutante una preocupación fundamental: conocer si deberá compartir espacio vital con otros congéneres. En otras palabras, desvelar si la depilación y la limpieza de cutis se realizarán bajo la atenta mirada de otros hombres, algo catastrófico, o, todavía peor, de resabiadas mujeres, lo cual resultaría ya intolerable. Calma, no hay problema. El centro dispone de cabinas individuales para la ejecución de esta serie de maniobras, en las que los chicos se adentran cada vez con mayor firmeza. Así lo aseguran las técnicas que, diligentes y profesionales a la par que comprensivas, se encargan de aplicar cremas, pomadas y exfoliantes diversos. Uno, que creía andar por el mundo con una apariencia relativamente decente, descubre que un ojo bien entrenado puede echar abajo la autocomplacencia mejor asentada. Para empezar, la barba es todo un problema. Los productos hidratantes no penetran, del peeling ni hablemos y, para colmo, semejante mata pilosa sólo sirve, argumentan las especialistas, para ocultar algo. Segundo repaso. Las uñas, que parecían bien cortadas, están en realidad descuidadas. Las cutículas surgen por todas partes, los bordes son irregulares. Los cuatro pelos que malviven en el pecho caen bajo la cera -su fama es peor de lo que duele- y en la nariz -aquí sí que el tema es delicado- sucede algo parecido. La depilación, apuntan las operarias, es imprescindible en pecho, espalda e incluso orejas. El susto que uno anticipa ante tal declaración se disipa frente a un final de fábula: mascarilla para los pies y baño de parafina, que suaviza la piel y aporta un cálido aliento a las articulaciones, para las manos. El sarcófago de las sales ¿Qué decir de la piscina y la hidroterapia que llegan a continuación? Chorros de agua, duchas variadas, una terma, hielo y un colofón de anuncio de martini: la tumbona aguarda al bañista que, en bañador y batín, se repantinga con un zumo en la mano. El postre consiste en una sesión de photon, cápsula revolucionaria en la que derretirse a una temperatura de 44, envuelto en plástico y un baño de sales, es un placer. Cuatro horas después, el cavernícola se despide del Spa, consumido por un agradable agotamiento y la sospecha de que acaba de dejarse algunos kilos de algo indefinible allá adentro. Habrá que volver.

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