Diario de León

DOS PERFILES TIPOLOGÍA TERRORISTA

En la mente de un terrorista Terrorismo islámico y terrorismo etarra El horror en todos sus géneros 18 puntos 4 líneas

«Vuestro dolor nos causa risa». La frase del etarra estalló con más fuerza que cualquiera de sus bombas. «Ese es el argumento del terrorista perfecto», asegura Francisco Alonso-Fernández, un psiquiatra que ha i

BERNARDO RODRÍGUEZ

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RODRI GARCÍA DAVID BERIAIN | texto A. COMAS | foto El Por qué? La pregunta, repetida una y otra vez en los últimos días, tiene difícil respuesta; es complicado encontrar la razonada sinrazón que mueve la mente de un terrorista para provocar masacres como la del pasado jueves en Madrid. Algunos expertos llevan tiempo rastreando los porqués de los terroristas, tanto de los occidentales como de los suicidas islámicos. Los atentados del 11-S dispararon las investigaciones de los especialistas. El psiquiatra Francisco Alonso-Fernández sostiene que en la cabeza de estos asesinos suena una única «sintonía», la que define como el «narcisismo del pensamiento, que cristaliza en un fanatismo combativo; están convencidos de que sus ideas propias son las únicas válidas, que se encuentran en posesión de la verdad absoluta». Cuando se está en ese estado, no hay plantemientos posibles. Juan Manuel Soares Gamboa, militante histórico de ETA con ventinueve asesinatos a la espalda y arrepentido que colabora con la Justicia, asegura que «si la gente pensara a la hora que poner una bomba como la del cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza que iba a haber niños dentro, no la hubieran puesto. Los que sucede es que no se piensa en ese tipo de cosas. El subconsciente actúa de una manera bárbara ahí, como que arrincona esa parte de responsabilidad en un punto olvidado del cerebro». Soares Gamboa llegó a narrar con esta frialdad uno de sus asesinatos: «Cuando pude acceder al coche vi que no se movían, el chófer tenía la cara deformadapor los impactos, estaba muerto y en un mar de sangre; introduje mi metralleta UZI y los remate a los tres. Ráfagas cortas y precisas. Apenas se movieron». El perfil Alonso-Fernández, presidente de la Sociedad Europea de Psiquiatría Social, catedrático de la Complutense de Madrid y autor de libros como Fanáticos terroristas (Salvat Editores) y Psicología del terrorismo, indica que a ese narcisismo de las ideas propio de los pistoleros se llega «bien desde la infancia, bien por contagio». Estos últimos son individuos con poca personalidad o que la tienen difuminada, muy inseguros y que cuando se encuentran con un grupo que les acoge es como si hubieran fichado por el Atletic de Bilbao», obviamente, cuando se trata de un terrorista de ETA. A la hora de hablar de perfiles de terroristas hay que diferenciar entre los terroristas de corte occidental, más políticos, y los islámicos, más religiosos. Aunque comparten aspectos como la extracción social (a veces tampoco porque en los últimos tiempos ha habido muchos casos de gente de buena posición que se han convertido en terroristas islámicos), sus motivaciones son radicalmente distintas, sobre todo si hablamos de terroristas islámicos suicidas. Para estos últimos sus atentandos no son un medio para alcanzar la victoria, sino un fin en si mismos. El suicida cree que gana no porque mate y cumpla un objetivo militar o político, sino porque muere matando y eso agrada a Alá que es quien, al final otorga la victoria. Además el martirio está rodeado de un halo de respetabilidad dentro de esas sociedades. Al convertirse en suicidas, o entrar en los grupos terroristas, no pasan a formar parte de un grupo aislado y clandestino que los margine de la sociedad, sino que forman parte de los extractos más resptados de estas. Pueden estar orgullosos de ello y por eso se fotografían antes de hacerlo. El mundo del terrorismo occidental es muy diferente. «Es gente que ha crecido en sociedades que rechazan la violencia sistemáticamente, sociedades pacifistas, por lo que han de cruzar muchos más límites culturales para llegar a matar», dice el experto en terrorismo Claude Moniquet. Eso, les confiere la respetabilidad en su círculo más próximo, pero también les margina de la sociedad». Patriotas de la muerte. Quiénes han militado en ETA y por qué (Taurus) es un libro en el que su autor, Fernando Reinares Nestares, explica que «hablar de etarras es hacerlo de jóvenes varones y solteros». Nueve de cada diez miembros de la banda etarra son varones y las mujeres que han ingresado lo hicieron a petición expresa de sus novios y, en menor medida, de familiares muy próximos. De todos modos, el autor constata algunas excepciones a la clandestinidad y a la soltería «como es el caso de un militante guipuzcoano que, antes de abandonar el terrorismo, fue capaz de compaginar su vida cotidiana de respetable agente comercial, casado y con hijos, con la militancia en un comando durante más de quince años». El libro de Reinares, catedrático de ciencia política y miembro de la cátedra Jean Monnet de Estudios Europeos de la Uned, está basado en la documentación judicial sobre más de seiscientos integrantes de la banda terrorista y en 47 largas entrevistas individuales con otros tantos terroristas. Algunas de dichas entrevistas, anónimas y transcritas desde la grabación que realizó el autor, revelan las dudas mentales de los propios terroristas que, sin embargo, tienen un sentimiento común: el odio a lo español. Esa aversión es básica a la hora de cometer el primer atentado; un guipuzcoano de 20 años, vascohablante, obrero cuando ingresó en ETA durante el postfranquismo balbucea unas cuantas frases, recogidas en el libro de Reinares, para tratar de explicar cómo cometió su primer crimen: «Joder, fue algo... no sé, inexplicable o no sé. Actué de una manera que digo, bueno, pues luego digo: ¿pero como puedo ser yo? O sea, fuimos a por una persona, un conocido además, y en vez de dispararle desde donde estaba yo, o sea una distancia de unos cinco o seis metros; salí corriendo hacia él, hasta que me acerqué a él. Y luego pensando digo: bueno, ¿cómo he podido reaccionar yo? Le odiaba tanto a esa persona, le odiaba tanto, le odiaba... era tanto el odio que tenía contra él que digo: ¡Dios, no se me escapa! No se me escapa; y fui. Ese era un confidente». Alonso-Fernández, muy indignado por lo ocurrido en Madrid, sostiene que ese odio hacia lo español «se les inculca muchas veces en las ikastolas, donde se enseña odio en lugar de amistad, amor y convivencia». También recuerda que la familia es fundamental en la formación de la persona y «esa comunidad de amor y comunicación es un elemento protector del que carecen los terroristas»; es más, este autor de más de cuarenta libros sobre diversos temas de psicología y antropología, asegura que en ocasiones el terrorista nace como una reacción a la violencia que ha sufrido su familia y en la que se ponen del lado de los agresores. En este sentido apunta que «todo contacto con la violencia predispone a la violencia». La familia de Ahmed Said Kadhr es un buen ejemplo de esto. Este egipcio de nacionalidad canadiense decidió abandonar a últimos de los años ochenta la comodidad de su hogar y llevarse a sus hijos a vivir a Afganistán para luchar contra los soviéticos. Allí entró en contacto con Al Qaida y con Osama Bin Laden. Él educó a sus hijos en la doctrina del millonario saudí. Acabó muriendo ametrallado en Pakistán a finales del año pasado. Dos de sus hijos acabaron presos en Guantánamo, uno de ellos por lanzar una granada que mató a un soldado norteamericano. Sin embargo el otro, Abderrahman, prefirió salirse de ese ambiente. Durante años resistió los intentos y la insistencia diaria de su padre para que se convirtiera en terrorista suicida. De todos modos, Andrés Montero Gómez, presidente de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia, sostiene en un artículo publicado hace ya algún tiempo que «no es posible que el terrorista que mata vea la realidad tal como lo hacen las demás personas externas al grupo radical o a su conglomerado de apoyo». El terrorista perfecto Tal vez por ello, la famosa frase de un terrorista diciendo que el dolor de las víctimas les causaba risa es interpretada por Alonso-Fernández como la postura del terrorista perfecto, «el que busca a sus víctimas para tener resonancia, con un odio contenido de fondo que le lleva a actuar como si las víctimas no fueran personas». De hecho, el psiquiatra aporta impresiones sobre la mentalidad de los autores de los atentados de Madrid que provocan escolofríos: «Alguno habrá comprado cava para celebrarlo porque para ellos los que han matado son criaturas de otra especie, como si fueran de otro planeta, no los ven como personas humanas sino infrahumanas». Esta mentalidad «les hace perder la libertad interior, porque carecen de razón» y, como consecuencia, «sin las luces de la razón no funciona la libertad». En esta línea indica que el terrorismo «causa miedo y terror, dos sentimientos que debilitan el yo, que te infantilizan, que te hacen manejable. Son emociones que desorganizan la personalidad y que te acaban convirtiendo en una marioneta». Sobre el camino que lleva a esta mentalidad, este psiquiatra sostiene que uno de los primeros pasos es una familia desestructurada, al que le siguen cuestiones como el fracaso escolar, profesional o personal o la desorientación en la vida. Fernando Reinares documenta en su libro el hecho de que ya pasaron los tiempos en los que los dirigentes etarras disponían de una amplia base para incorporar a la banda y por ello rechazaban a los quinceañeros. Ahora, «aceptan lo poco que hay disponible, aunque por psicología propia de su edad, propensa a la rebeldía y el aventurerismo, no sea otra cosa que carne adolescente de cañón, de la que otros se benefician en su pretensión de imponer por la fuerza, al conjunto de la ciudadanía vasca, determinados planteamientos minoritarios», explica Reinares. La indignación de Alonso-Fernández crece por momentos cuando indica que los terroristas vascos «están protegidos por instituciones locales, y hay que ser corajudos y decir claramente que no han matado ni a políticos del PNV ni a curas». Miedo También en la forma de enfrentarse a la violencia hay diferencia entre los terroristas islámicos y los occidentales. Los primeros han crecido en sociedades donde se convive con la violencia y a la hora de enfrentarse a ella o a la muerte, no muestran tanto miedo. El hecho de que la muerte y la violencia sean objeto de veneración en esas culturas también ayuda. No es el caso de los etarras, que han crecido en culturas fundamentalmente pacíficas y que, aunque son capaces de inflingir grandes dosis de violencia, no lo son en absoluto de soportarla. Reinares argumenta que el miedo es precisamente uno de los rasgos de la personalidad más definidos en los militares de ETA y recuerda que algunos «han perdido hasta los calzones cuando se han visto ante las fuerzas del orden, se les han caído los calzones y han empezado a decir que si eran de ETA, que nos les dispararan...». Explica asimismo que en escalones inferiores a la violencia terrorista está, por este orden, la violencia «depredadora, que es la de los jóvenes que van contra la norma, que queman coches; la violencia reactiva, que aparece ante las frustraciones, la defensiva, que aparece ante una agresión, y la violencia expresiva del odio, que es la de Caín». ¿Soluciones? Alonso-Fernández apunta que contra el terrorismo las armas son la policial, que considera básica, la política («no hay que dar plataforma política a los terroristas») y «hacer lo que hicieron los italianos con las Brigadas Rojas: estudiar uno a uno cada terrorista, la situación en la que se encuentra».

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