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LA ASCENSIÓN

Lago de Truchillas: volver al pasado La huella del hielo

Se trata de un enclave de singular belleza ubicado en un circo rodeado de un anfiteatro montañoso caracterizado por su excepcional interés botánico, faunístico y morfológico

Publicado por
Y. C. ÁLVAREZ | texto
León

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A medida que el viajero se acerca a la comarca de La Cabrera, al suroeste de la provincia de León, se tiene la sensación de adentrarse en un mundo diferente. La Sierra de La Cabrera es un macizo formado por pizarras y cuarcitas que sufrió las consecuencias de la glaciación que dejó sus huellas en circos y morrenas y formó una gran atalaya de cumbres que, en ocasiones, superan los 2.000 metros de altitud (Peña Trevinca, Peña Negra, Vizcondillo). La belleza de este mágico paisaje alcanza su mayor cota al acercarse hasta el Lago de Truchillas, un enclave de singular belleza y excepcional interés botánico, faunístico y geomorfológico que se ubica en el valle del Eria. El espacio natural pertenece al término municipal de Truchas y ocupa una superficie de 1.066 hectáreas y, al igual que su homónimo Lago de La Baña, fue declarado Monumento Natural en 1990 por la Consejería de Medio Ambiente. Un enclave de gran fragilidad El Lago de Truchillas se encuentra en un paraje caracterizado por sus profundos valles encajados entre crestas, cuya escasa vegetación está representada por enebros rastreros y otras especies de alto valor ecológico como gencianas, helechos, arándanos, retamas y brezos. En la parte baja del arroyo del lago abundan abedules mezclados con alisos, sauces, serbales y chopos, con algún ejemplar de rebollo que ponen tintes de color sobre los ocres y grises de los altos pelados. Y es que el pequeño (0,04 Km2) y poco profundo lago está situado en un circo rodeado por un anfiteatro de montañas cuyas laderas están recubiertas de cantos de cuarcita y se alimenta de los neveros de las partes más altas y del arroyo de La Fuente de la Fermosina. En esta zona de matorral, agua y pedreras las especies de reptiles y anfibios son las más abundantes. Entre los primeros destacan las lagartijas serrana y roquera, culebras bastarda y de collar, víbora de Seoane y lagartos ocelado y verdinegro. Los anfibios Por su parte, salamandra, tritón jaspeado, sapos común y corredor y rana de San Antonio son los más representativos entre los anfibios. En cuanto a mamíferos hay que destacar la presencia de lobo, gato montés, zorro, nutria y garduña, mientras que especies como azor, águila y ratonero común sobrevuelan la zona. Para completar la riqueza faunística del espacio natural no se debe olvidar a especies cinegéticas como conejo, corzo, perdiz o jabalí que encuentran allí un hábitat idóneo. Sin embargo, a pesar de su declaración de protección, la fragilidad de los componentes de este entramado natural, tanto geomorfológicos como botánicos y faunísticos está amenazada por la existencia de explotaciones mineras a cielo abierto, reducidas en alguna medida por la presencia de cuarcita que impide el afán explotador. La mejor forma de llegar al Lago de Truchillas es acercarse a La Bañeza y seguir la LE-125 hasta Castrocontrigo, punto de encuentro para los que proceden de otras direcciones. La carretera que parte del pueblo indica la comarca de La Cabrera y, apenas a 30 kilómetros, Truchas, con un desvío que acerca a Truchillas. Como otros pueblos de la zona, se caracterizan por una arquitectura con tejados de pizarra y paredes de piedra. Las más antiguas dejan entrever su entretejido de palos y paja, adornadas con balcones y escaleras de madera para acceder a la parte superior. A poco más de un kilómetro de Truchillas se encuentra el cartel anunciador y el inicio de la ruta, un buen lugar para dejar el coche y emprender el ascendente camino hasta el lago. Una pista de tierra rojiza mezclada con trozos de cuarcita y el río Lago envuelto entre sauces, alisos y abedules serán la compañía del viajero hasta cruzarlo, para convertirse a partir de ahí en un estrecho pasillo que se hace cada vez más pronunciado. Es la cuesta de Millín, el tramo más fuerte de todo el trayecto. Al detenerse para recuperar el resuello se pueden observar las morrenas laterales, es decir, trozos de roca que la lengua de hielo del glaciar (donde hoy está el lago) ha ido arrastrando en su descenso por el valle en el que actualmente se asienta el río. Tras un ligero descanso en el herbazal situado en una zona llana, se inicia la subida de otra pendiente que rodea la ladera de la montaña mientras vuelve a oírse el rumor del río que se había perdido después de ser atravesado. El camino se acerca cada vez más al cauce hasta que, por fin, el rumor de una cascada nos lleva al nacimiento del río y al lago. Detrás se encuentra la Fuente de la Fermosina, una de las que le alimentan. Se han alcanzado los 1.754 metros de altura y estamos a unos quinientos metros de la provincia de Zamora. Los meses de abril a octubre son los idóneos para visitar este espacio natural aunque no hay que desdeñar la belleza que ofrece la montaña en invierno junto a un mayor nivel de agua de los lagos. Calzado adecuado, ropa de abrigo en cualquier época y unos buenos prismáticos son de gran utilidad durante la visita.