Diario de León

El primer alcalde republicano

Benito Pamparacuatro | En Sahagún nació el que había de ser primer alcalde republicano de la nación cuando nació traumáticamente la II República

Vista aérea del palacio y el castillo de Grajal de Campos

Vista aérea del palacio y el castillo de Grajal de Campos

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VICENTE M. ENCINAS | texto Tres circunstancias peculiares marcaron, desde su niñez, al que había de ser el primer alcalde republicano de la Nación, cuando nació traumáticamente la II República Española: la agitación social jornalera desde principios del siglo XX en la comarca de Sahagún; la transmisión política de los Franco, fervorosamente adictos a posiciones liberales que luego se convertirían en republicanas; y, en tercer lugar, su tienda de zapatillería, lugar comercial y político donde conoció, en profundidad, a las clases obreras de Sahagún y del entorno. Benito Pamparacuatro Franco nació en Sahagún el día 5 de febrero de 1897. Era hijo de un viajante de comercio y nieto de un afamado médico de Gijón. La familia materna, los Franco, regentaban una posada y eran dueños de un comercio de mercería y zapatería en la Plaza Mayor de Sahagún. La vida familiar de Pamparacuatro cambió repentinamente después de la muerte de su madre. Poco a poco la psicología juvenil de «Pampa» fue adquiriendo tendencias singulares, especialmente artísticas, poéticas y sociales, que le caracterizarían como una persona diferente. La muerte del padre, en 1920, rompería la frágil armonía familiar. Y esta ruptura tendría sus últimos coletazos en los janos de San Andrés del Rabanedo, donde fue martirizado en 1936. La revista Generación, publicación independiente de Sahagún, que nació en 1918 y nunca debió de desaparecer, nos presenta, en sus secciones de cultura, a un «joven distinguido», llamado Benito Pamparacuatro. El día 29 de septiembre de 1918, y en el Teatro repleto de gentes, «Pampa» con un grupo de jóvenes interpreta la comedia Los demonios blancos y el sainete La muela del juicio. Fue tal el éxito, que al día siguiente hubo de repetirse la función. Lo más importante no era la representación en sí, sino su finalidad: «Recaudar fondos con que hacer frente a las necesidades obreras en el próximo invierno (...) y aliviar la penosa situación obrera de la Villa...». La alternancia liberal-conservadora de la política sahagunina, la estancia de Pablo Iglesias en la Villa en 1904 y la fundación, en la misma fecha, de la Asociación de Obreros Agrícolas crearon un ambiente de reivindicación y de lucha, también contra la Dictadura de Primo de Rivera y que impactaron en la adolescencia y la juventud de Pamparacuatro. Cuando los liberales gobernaban la Villa se le encendían lunas de esperanzas a la clase trabajadora, que se traducían en huelgas continuas en el mandato conservador. La peste de la filoxera, la falta de trabajo y la deshumanización del mismo, sobre todo en tiempos de recolección, cuando el hombre y la bestia se confundían entre mieses, eras, viñedos, el día y la noche, estallaban agrias y reiteradas algaradas laborales. En su tienda de la Plaza Mayor, «Pampa» se convertía, ya, a sus 21 años, en un personaje indiscutible de la política obrera del partido judicial de Sahagún. La tienda de «zapatillas de orillo» y mercería, abarrotada de clientes, venía a ser el centro de directrices políticas cuando obreros, labradores y gente de toda condición acudían al mercado que, inmemorialmente, desde que Alfonso VI se lo arrebató a Grajal, se celebraba en Sahagún. Pamparacuatro, soltero por ideas y convicción, se impregnó de las perentorias necesidades que padecían aquellas gentes. Ante la miseria y la negación de derechos laborales de los jornaleros, y la precaria situación económica de los labradores, poco a poco, se transformó en un redentor, un visionario, un iniciado, un profeta carismático que creyó encontrar solución dogmática a su utopía proletaria. En tiempo de la Dictadura (1923-1930), luchó denodadamente contra aquella monarquía y dictadura que detestaba. Y cuando llegó la hora de la «libertad» en 1930, se convirtió en el líder incuestionable, aglutinador de voluntades y protestas. Según el Párroco de aquel tiempo, D. Bernardo Alejos López, Pamparacuatro «era el jefe a quien obedecían con fe ciega». Su liderazgo se extendía a todas las agrupaciones obreras y republicanas de Sahagún y del entorno: Grajal, Calzada, Almanza, Cea... En los procesos de depuración política y «rebelión militar» de los años 1936-1940, Benito Pamparacuatro aparece siempre como «el responsable primero», «instigador continuo de obreros»; «agitador», «jefe marxista» e ideólogo eficaz de cuanto sucedió durante los años de la República en el norte de los Campos Góticos. Tanto los líderes de derecha, como los procesados de izquierda que habían de salvar su irritado y tembloroso pellejo, le cargaron la alforja ingrata y pesada de única responsabilidad. «Pampa» no fue nunca un marxista. Fue un republicano profundo, encuadrado en marco socialista, que asumió con intensidad un programa social que soñaba con la liberación de la clase obrera y lo convirtió en un tratado de mística y en un carisma atrayente. Llevado por la largueza y longanimidad de un hombre elegante, educado y de modales «finos y elegantes», socorrió y ayudó, emburriado por el imperativo consecuente de sus ideas, a la miseria económica que imploraba en los pasillos de su comercio. Se multiplicó, inexplicablemente, en reuniones, mítines y viajes a Madrid, León, Palencia...pueblos del entorno, donde estudiaba programas y tácticas de propaganda electoral. Proclamación de la república En los meses que median entre 1930 y las elecciones municipales del día 12 de abril de 1931, Pamparacuatro actuó como el artífice inteligente y eficiente de la estrategia electoral que le llevaría a ganar las elecciones municipales. Aglutinó a toda la izquierda y a los afectados de republicanismo. Los dirigentes de izquierda no sólo lo apoyaron, sino que se unieron incondicionalmente a él. En su zapatería se vendía más política que artículos de comercio. Los distintos sectores sindicales se agruparon en torno a una candidatura única contra los monárquicos. Los obreros agrícolas se inclinaron claramente hacia la izquierda. Pamparacuatro era, sin duda, la figura aglutinante, el eslabón central de la cadena. Con visión nítida y prospectora había columbrado la importancia y transcendencia del momento para convertir las elecciones municipales en un referéndum y plebiscito nacional. Sin incidentes, se llevó a cabo la consulta popular municipal. El resultado clarificó toda elucubración y duda. Los republicanos obtuvieron siete concejales; los monárquicos, cuatro. Sahagún era una Villa republicana y Pamparacuatro se constituyó, el día 12 de abril de 1931, por la noche, en alcalde virtual y a la vez efectivo de Sahagún. El día 13, «Pampa» no cesó de contactar con Madrid, León y provincias. Al iniciarse el día 14, acariciaba la idea que le suministraba Unión Radio y las atrevidas propuestas de sus compañeros políticos locales: Proclamar la República. A medida que avanzaban las primeras horas del día 14, Pamparacuatro y sus concejales electos se reunían en el Ayuntamiento. Pasadas las seis de la mañana, jornaleros del campo, sindicalistas, socialistas, republicanos, dependientes de comercio y vecinos de Sahagún comenzaron a congregarse en la Plaza Mayor. Hacia las siete y media de día 14, entre gritos, sonidos estridentes y banderas tricolores y, ante una multitud enardecida, BENITO PAMPARACUATRO FRANCO, primer alcalde de la II República Española en Sahagún y en España, elegido democráticamente, izó la bandera tricolor y gritó: «Desde este momento somos un régimen republicano. ¡ Viva la República!». El notario de Sahagún , a quien Benito había hecho personarse en aquel momento histórico, levantó acta de la proclamación, y le abonaron 38,30 pts. Este simbólico acto exaltó e inflamó a los concurrentes por la carga política que conllevaba y por la apertura hacia nuevos e inciertos horizontes. La manifestación inicial de la Plaza Mayor, acrecentada a medida que transcurría el tiempo, comenzó con un recorrido por las calles de Sahagún para ventear el acontecimiento. Sahagún, ciudad ejemplar Éibar y Jaca se habían adelantado a Sahagún, en la proclamación de la República, apenas una hora antes. Las grandes ciudades no reaccionaron hasta las 13,30 en que Campanys proclamó en Barcelona lo que seis horas antes había hecho Pamparacuatro. Y a las 20 horas Alcalá Zamora proclamó la república en Madrid. Sahagún, por derecho propio, había conquistado un primer puesto en la historia de los acontecimiento nacionales. El Gobierno Provisional de Alcalá Zamora galardonó a Éibar y Jaca, el día 29 de abril de 1931, con el título de Ciudades Ejemplares. Pamparacuatro enterado de la distinción, exigió de Madrid idéntico reconocimiento por haber proclamado la República en las primeras horas del día 14 de abril. Removió obstáculos y reactivó amistades. A los casi tres meses, el día 3 de julio de 1931 se concedió a Sahagún el título de «Muy ejemplar ciudad». El día 7 de julio, la Corporación sahagunina escuchó, de pie, la lectura del Decreto y acogió con entusiasmo «el reconocimiento público y perdurable por su espontáneo y vibrante gesto de civismo y democracia en la proclamación de la República». Agradecieron el decidido apoyo que habían prestado Francisco Rubio, Justino de Azcárate, Félix Gordón Ordás y Alfredo Nistal. Cuando parecía que al protagonista y motor de la gesta republicana se le relegaba al olvido en el silencio de las actas, sin la menor insinuación de sus compañeros republicanos, el concejal monárquico y anterior alcalde, Eusebio Domínguez Antolínez, en un gesto encomiable, pidió la palabra y dijo: « Se haga también constar, en acta, un voto de gracias para el Alcalde Presidente D. Benito Pamparacuatro Franco, que ha sido el iniciador y el verdadero propulsor de la iniciativa». El líder había llegado a lo alto de pedestal. Comenzaba el movimiento soterrado de arenas movedizas. Destitución, caída y martirio de un líder Una vez instalado en la alcaldía, Pamparacuatro intentó desarrollar su programa social. En la aplicación comenzaron a surgir luces y sombras. Tuvo que plegarse a las directrices republicanas que llegaban de Madrid, a los dictámenes de la nueva Constitución y, a veces, a la radicalidad de sus compañeros de viaje. Él pretendió inyectar dosis de moderación en los acuerdos pero «obligado por la coacción que le hacían determinados elementos, cometió graves errores». Son sus palabras. Llegó octubre de 1934. La Revolución de Asturias y la defensa que «Pampa» hizo, mal orientado y en aras de la lucha por sus compañeros, le condujeron a un proceso interminable. Dimitido y destituido hubo de cesar, como alcalde, por orden telegráfica del Gobernador, el día 8 de octubre de 1934. Intentó presentarse a las elecciones de febrero de 1936. Su procesamiento se lo impidió. Convirtió sus ideales, en aquel momento de aplicación imposible, en poesía lírica y agria de la que aflora un talante limpio de entrega y ayuda desinteresada: «La mayor inocentada / es hacer labor honrada/ para la masa oprimida/ en una ciudad dormida/ que no se entera de nada». El día 19 de julio de 1936, Pamparacuatro quemó el último cartucho de su ya traumática política. Intentó, en un último acto desesperado y comprometido, defender a la República, al Gobierno legítimo, a la causa por la que había luchado, entregando armas a sus compañeros. En la noche del 19 de julio llegaron de León veinte guardias civiles y desarmaron a los defensores. La represión comenzó de inmediato. Los paseos también. Pamparacuatro, en medio de aquella agonía, se resistía a huir, porque «no había hecho nada malo». Pero el día 28, aconsejado y ayudado por amistades se escondió en San Andrés del Rabanedo. Por circunstancias y traiciones inconfesables de la vida, fue delatado y descubierto a los pocos días. Parientes y falangistas llegaron a San Andrés el día 4 de agosto de 1936. Le hicieron firmar un documento de cesión de propiedades y « acto seguido lo sacaron a la calle, lo ataron por los pies a un camión y por la cuesta de San Andrés lo arrastraron hasta quedar medio muerto. El tiro de gracia lo recibió cuando agonizaba». Tenía 39 años. Su cuerpo enterrado y esparcido como cristales rotos, se perdió en los oteros edificados de San Andrés que se divisan desde León. Gracias a su coraje y decisión, Sahagún goza del título de «Muy ejemplar Ciudad». Y los sahaguninos se sienten orgullosos de ello. Sin embargo, Pamparacuatro sigue olvidado, a veces rechazado injustamente, y lejos de sus calles y de su cultura. ¿Hasta cuándo?...

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