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San Marcelo, escenario permanente

Marina Riesco resume en medio centenar de instantáneas la vida pública de la ciudad a su paso por este foro en los últimos veinticinco años. La fotógrafa regala las copias de la exposición a sus protagonistas. La muestra ofrece testimonios gráf

La mercería de la plaza todavía existía en 1996

Publicado por
ANA GAITERO | texto
León

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|||| De plaza casi pueblerina a escaparate publicitario. Los últimos 25 años han desfilado por la plaza de San Marcelo con un rosario de acontecimientos que Marina Riesco ha resumido al seleccionar 50 de las miles de instantáneas captadas por su cámara en este escenario privilegiado de la ciudad. Una mirada que comienza con el advenimiento de la democracia y la primera visita real a la ciudad, en 1978, y culmina, en el 2003, con la inauguración de la escultura con las maquetas del mapa urbano de León en su evolución a lo largo de veinte siglos. «Hay gente que me dice que no he sacado la mezquita de Ven y Mea, pero es que ya la habían quitado antes de 1978», precisa la fotógrafa para quien la evolución de la fisonomía de la plaza y sus edificios no ha pasado por alto en la selección. Los apuntes costumbristas fijan su mirada en el escaparate de la ya desaparecida Mercería Guzmán, en el puesto de castañas de El Manteca, atendiendo a un precoz Papá Noel que en 1983 no tenía más de tres años. Al fondo de la calle Teatro, que se asoma junto a las galerías de una casa hoy restaurada y transformada, se lee el letrero de la peluquería Ovidio. Su lugar lo ocupa hoy un bar, como casi todos los espacios comerciales que van quedando vacíos en el barrio húmedo. Por Las Palomas desfilan las imágenes de las jovencísimas cantaderas de 1978, unas chiquillas que retratan a la mocedad que aquel año daba un salto hacia la democracia sin dejar atrás las viejas tradiciones de San Froilán. La plaza, como buen foro, ha estado abierta a todo tipo de eventos: en 1984 se convierte en cocina improvisada de una descomunal paella con la que la ciudad de Benidorm obsequió a los leoneses con el propósito de atraer turistas leoneses a sus playas y hoteles. Las fotografías dan testimonio de cómo la ciudad le ha ido ganando pequeñas batallas a la modernidad. Posiblemente muy pocos recuerden que la feria del libro comenzó a celebrarse con unos caballetes y unos tableros como todo recurso expositivo y al aire libre. «Y encima todos los 23 de abril, llovía; así que pasaron la feria a junio y no siempre hace buen tiempo. Claro que ahora tienen unos puestos cubiertos que no tienen nada que ver con aquello», recuerda la fotógrafa. Luego se instauró la costumbre de que los famosos acudieran a firmar sus libros a estas casetas, con sol o con lluvia porque ya había carpa bajo la que protegerse. De aquellos primeros años conserva el retrato de los que viven y escriben en la ciudad, como Victoriano Crémer («Anda ya con el pie en los 100 años y sigue la mar de pimpante ...») y Antonio Gamoneda, que posan en una foto junto a Concha Casado y el periodista Fulgencio Fernández. «Espero a que el reloj de Botines de las horas para que las palomas salgan disparadas», comenta. En la foto, las aves, que ahora están en todas las plazas de la ciudad, alzan su vuelo asustadas por los golpes del tiempo sobre el ingenio horario. La plaza de San Marcelo fue la primera en acoger la feria de la cerámica que con el tiempo pasaría a instalarse en la plaza de Regla, a los pies de la Catedral; atrajo a huelguistas lecheros que, por pancarta, trajeron una cisterna de leche de vaca para repartir entre el vecindario. La gente utilizó hasta bolsas para cargar con la leche hasta sus casas, como refleja una de las fotografías. La música de bandas como la de las Fuerzas Navales, sentados sus componentes en aquellas sillas que la Beneficencia Municipal alquilaba para obtener unos pocos ingresos a cuenta de la comodidad; los bailes regionales que durante años trajeron a León la tradición musical y danzarina de las diferentes comarcas de la provincia e incluso algunos apuntes sobre el espacio ocupado por la solidaridad. Han sido muchos los acontecimientos de esta naturaleza acogidos en la plaza, aunque Marina Riesco ha escogido uno de 1998 con la suelta de globos de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer para llamar la atención sobre un problema creciente entre la población mayor. La foto da testimonio, también, de la restauración que se lleva a cabo entonces sobre la fachada del Palacio de los Guzmanes. La mirada de Marina Riesco llega hasta los pies de Botines. La transformación de esta zona de la plaza, su uso como sala de arte al aire libre (Coomonte en 1993) y la celebración del año Gaudí en el 2002 adquieren un singular protagonismo en la vida de la plaza para rematar la historia cotidiana de los últimos 25 años. Esta última etapa está salpicada de reclamos publicitarios. Incluso el Ejército utiliza el altavoz del foro público para llamar a los jóvenes leoneses y enrolar a mujeres en sus filas. La plaza es otra vez el escaparate de una transformación social: la abolición de la mili obligatoria tras dos décadas del movimiento de objeción de conciencia desemboca en la creación de un ejército profesional que ofrece puestos de trabajo a los jóvenes. Los perfumes de Al Andalus, el aniversario del Titanic y el de la restauración de la Catedral se dan cita en la plaza, sucesivamente, desde 1999 hasta el 2002. Por el medio de la plaza han desfilado también las corporaciones en actos solemnes, niños anónimos disfrazados para celebrar el carnaval, los puericantores y hasta el Príncipe Felipe en su visita oficial de 1997. El desfile es permanente.

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