Diario de León

¡Mueita pata y mueita oureya...

... señal de bona ouveya! como dicen en Cabreira. Ni es hablar mal, ni es una perversión del lenguaje, ni es castellano antiguo, ni es que quien lo hable sea un inculto. Es nuestro dialecto leonés, un tesoro cultural que hay que proteger

Nieve y madreñas, combinación imprescindible en estas tierras

Nieve y madreñas, combinación imprescindible en estas tierras

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León

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EMILIO GANCEDO | texto Existen infinidad de palabras que decimos, o que oímos habitualmente, o que hemos oído en nuestra infancia, que son radicalmente distintas de todas las demás. Podríamos emplear otras en su lugar, pero, decididamente no, no acaban de sonar como sinónimas. Se trata de palabras que tienen significados precisos y casi táctiles, corpóreos, pegados al terreno; forjados por las mismas personas que las necesitaron y las emplearon, surgidas de la tierra y elaboradas sin orden ni gramática propia -como todas las lenguas nuevas y vitales-, en una multiplicidad de balbuceos que comenzaron a oírse por vez primera hace mil años. Esto es así. Indiscutible. No es lo mismo decir tiva que arado, ciertamente no lo es. La tiva designa al viejo arado romano de madera, y decir tiva es distinto que decir arado, porque al pronunciar tiva parece que se le llena a uno la boca de la tierra negra que removió su reja durante centurias, intuyendo y haciendo presente en nuestras vidas la memoria de los millones de hombres que lo emplearon, la de los animales que lo dirigieron y las hectáreas de humilde y sufrido centeno cuyo crecimiento hizo posible. La sensación aplastante del paso del tiempo y el recuerdo de lo que es muy viejo y muy arcaico se vislumbra y se asoma al día de hoy al pronunciar estas dos solas sílabas. Tiva es sólo un ejemplo. Lo mismo cabría decir de muchísimas otras. Como decir seto en vez de decir sebe ; como pretender con empujar sustituir a emburriar , estirar por espurrir , avispa por aviespa o viéspora , serpiente por culuebra , copo de nieve por falampo , ardilla por esguilo , acebo por xardón , enebro por xinebro , refunfuñar por reburdiar , enfermedad o azogue por andancio , acariciar por afalagar , herrumbroso por forroñoso , ruin por fato , uncir los bueyes por uñir los buéis , invierno por hibierno , babosa por chumiaco , lombriz por moruca , atragantarse por añusgarse , frambuesa por biruéndano , comadreja por mustadiella o mostolilla , matorral por carqueixa , ceniza por cernada , desentrañar por escogollar , mucho por a esgaya , no dar abasto por no dar a bondo , ir por dir , noche por nueite , chamuscar por esturar, pantano por llamargo o llamazar , apresurarse por aguantar , herir por mancar , linde u orilla por marne , escondite por maya , horca por forca , maullar por miagar , nido por ñal , trapo por rodea , rebuznar por rosnar , gustar por prestar ... no son lo mismo. Porque no es que estén mal dichas, no es que sean una perversión del lenguaje o que sea castellano antiguo o que la gente que las diga sean unos incultos y unos bestias. No, ni mucho menos. La cosa es bastante más importante y va bastante más allá. Todo este patrimonio cultural importantísimo, de valor incalculable, comienza su historia cuando el labriego, el guerrero, el clérigo y el artesano de un determinado rincón del Noroeste de la Península (León, Asturias, y en línea recta vertical desde allí y hasta Extremadura) van cambiando el latín vulgar que aprendieron de sus antepasados por un idioma nuevo y efervescente, aunque con escasa unidad interna: el asturleonés. Hombres y mujeres cuyas existencias, a grandes rasgos, se desarrollaban en comarcas incuidas en aquella organización política conocida como Reino de León. Y todas esas formas de hablar nuestras, antiguas y peculiares, se mantuvieron a lo largo de los siglos a pesar de que apenas nunca, en el transcurso de la historia, ninguna entidad política se preocupara por enarbolarla como propia, protegerla, fomentarla y potenciarla. Fue así que quedó, poco a poco, relegada a comarcas altas y al ámbito de lo agrario, lo íntimo y lo familiar; y pese a que todas las instancias de poder se expresaban, sentían, prohibían, regían y enseñaban en castellano, en León, y hasta los comienzos del siglo XX, prácticamente toda la actual provincia utilizaba un porcentaje enorme de palabras leonesas; sólo así se explica que Cayetano Bardón nos mostrará una Cepeda completamente falante en la primera década del siglo pasado, o que, independientemente de las comarcas noroccidentales, donde se conserva más (Laciana, Babia, Luna, Omaña, Argüellos, Maragatos, Valduerna, Alto Bierzo, Cabrera), a las afueras de León se cantara, en Villabalter, aquello de Semos de Villabaltere, nun lo podemos negare , o en Alija de la Ribera, como recuerda un anciano, Segar, segar, meter la paya nel payar .

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