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Publicado por
León

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|||| El Mégane Sport resulta tan utilizable en el tránsito normal de todos los días, como en un circuito de carreras (el histórico trazado francés de Albi fue el elegido). La clave está en los 30,6 metros/kilo de par, medidos a solamente 3.000 vueltas, del que puede presumir la realización. Ni siquiera el turbo sopla tanto como para dar patadas que pudieran poner en apuros al conductor. Las cosas se radicalizan cuando, ya convertido en piloto , quien está al volante no tiene empacho en pisar decididamente el acelerador. Entonces sí que el Mégane Sport sacará un genio que se manifiesta, levemente, en los pequeños tirones de una dirección que nos recuerda que, a la postre, no dejamos de tener en las manos un todo delante (motor y tracción delantera). También esta sensación es reconfortante, máxime cuando el ASR ( control de tracción sin posibilidad de desconexión salvo por debajo de 50 por hora) hace acto de presencia impidiendo que el tren delantero -supuestamente- pueda campar a su libre albedrío. Otro tanto sucede con el ESP dotado de control de subviraje... que acaba por poner las cosas en su sitio cuando, ocasionalmente, el piloto (¿) puede llegar a perder contacto con la «realidad»... de las leyes físicas. El ABS con EBV (ayuda a la frenada de emergencia) y la decena de airbag que monta el coche, ya dejan bien sentadas las bases de unas condiciones de seguridad se diría extremas. Además, delicadezas como el automatismo de faros y limpiaparabrisas, la tarjeta manos libres, el climatizador o la radio con CD (¿quién quiere ahogar la musicalidad del cuatro cilindros turbo?) ponen de manifiesto que el fabricante tampoco se olvida de unos usuarios que pagarán 29.000 euros (casi 5 de los antiguos millones) por la criatura . En fin, pusilánimes abstenerse, la recuperación de sensaciones se llama Mégane Sport, nació en Dieppe y se convierte, para el rombo, en todo un «rebelde con causa».

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