Tienen interés científico, económico y educativo

Aunque los criterios tradicionales para valorar los humedales se han basado en la riqueza de avifauna, se ha desarrollado recientemente una metodología que utiliza las plantas acuáticas (macrófitos) como indicadores de su importancia biológica. Siguiendo estos criterios botánicos, que utilizan índices basados en la importancia de las plantas acuáticas y en la diversidad florística, y que reflejan la madurez del sistema y el grado de conservación, de las 27 lagunas estudiadas 4 tienen importancia en el contexto internacional y 10 en el ámbito nacional. Su diversidad florística es elevada, con 101 especies, algunas muy frecuentes (polígono anfibio, hierba lagunera, junco de laguna) y otras poco representadas (lentibularia, bricio, ceratofilo, junco acuático), al estar en peligro de extinción o en fuerte retroceso, por lo que se recomienda la protección de los humedales en los que se encuentran. A nivel global, la flora macrofítica se ha mantenido constante en estas dos décadas e, incluso, en algunas lagunas ha aumentado la riqueza de especies debido a que en aquel estudio se eliminaron las poco tolerantes a la sequía, que fue muy severa en ese periodo. Los resultados indican que el banco de semillas se encuentra en buen estado, permitiendo una rápida regeneración vegetal. A pesar de ello, no se puede ser optimista porque un importante número de lagunas han desaparecido o están muy deterioradas. Además de contribuir a la diversidad paisajística, los sistemas palustres tienen una serie de valores como el interés científico, económico y educativo. Por eso, su gestión adecuada debe entenderse como un ecosistema global en el que las comunidades están ligadas a los factores geológicos, hidrológicos, climáticos y paisajísticos, y basarse en estudios globales como los que valoran la calidad del agua y los factores que inciden sobre ellas, para mantener así un sistema sustentable y equilibrado.