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MOLINO DEL DOCTOR FRANCO (TROBAJO DEL CAMINO) MOLINO DE LA CALZADA (TROBAJO DEL CERECEDO) MOLINOS ABANDONADOS EL MOLÍN DE JAVIER EMPERADOR

El «último» de los molineros del Alfoz Los testigos de un tiempo ya pasado Negocio, cultura, patrimonio y manduque

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León

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|||| Mauricio Hidalgo, Mauri , como le conocen todos por la zona, no es realmente el último molinero de León, porque molineros, como tales, ya no hay ninguno en el Alfoz. Es decir, no hay ningún molino tradicional que esté inscrito aún como «industria» (que es lo que realmente son). Pero eso no quita para que, ocasionalmente, no haga alguna que otra molienda para el gasto familiar y también demostraciones de cómo funcionan estos ingenios mecánicos que, en ocasiones, alcanzaban una gran complejidad. Porque hoy en día Mauricio sólo trabaja con el núcleo básico de la maquinaria del molino, es decir, el manejo de las compuertas para que entre el agua y mueva el rodesno y el árbol o eje a él conectado, que a su vez acciona la piedra superior, móvil sobre una fija. El grano se echa por una especie de embudo de madera, la tolva o tramueya , y la harina sale por una canalina , canaleja, canaleya o canal que sube por unas mangas de tela gracias a la misma fuerza del agua y vuelve a caer por esas mismas mangas dentro de las cuales viaja en unos cangilones similiares a los de las norias. Pero en los tiempos de mayor auge y refinamiento técnico de los molinos, el piso superior a la estancia en la que se encontraban las piedras se hallaba atestado de máquinas mecánicas, limpiadoras de grano, de cepillado y cernido de la harina, que constituyen verdaderos y complicadísimos prodigios de ingeniería en madera cuyo objetivo era conseguir distintos tipos de harina, desde la más fina, panificable, a la más basta para consumo animal. Mauri , auténtico molinero de toda la vida, conoce y relata con humor muchas historias relacionadas con este lugar al que aún cuida con cariño, |||| Las vegas, los páramos y la montaña de León están moteados de viejos testigos de un tiempo pasado que se resisten aún a hundirse y a llevarse consigo todos sus recuerdos. Uno de estos testigos son los molinos: al verse despojados de su utilidad principal, con sus inmuebles muchas veces sus divididos entre varios herederos y la necesidad de una fuerte inversión si se desea rehabilitar por completo estos grandes caserones, la mayoría de ellos permanecen a merced de la climatología o de los incendios, esperando caerse en cualquier momento. Pero no sólo la rehabilitación para convertirlos en viviendas es la única opción de futuro para los molinos, ni mucho menos. Asociaciones, entidades, organismos oficiales, empresarios o grupos de inversores debían saber ver las inmensas posibilidades de estos edificios situados en pleno medio natural y aprovechar el tirón que en la actualidad y en el futuro tiene y tendrá el turismo rural y el gusto por la cultura tradicional. Las instituciones deberían, además, crear una línea de ayudas para colaborar con los propietarios en la remodelación y la puesta en valor de los molinos, quizás a cambio de que puedan ser visitados por el público en alguna fecha determinada. El ejemplo de otros países como Francia, con su red de alojamientos rurales en molinos, podía darnos muchas pistas. |||| Es la fórmula del éxito dentro del turismo actual. La inserción de una oferta gastronómica y cultural dentro de un escenario arquitectónico tradicional, «con sabor», y rodeado de naturaleza resulta irresistible para un tipo de turista cuyo número no hace sino crecer y que está ávido de tipismo. La tendencia a alejarse de los grandes centros de ocio y «descubrir» otros lugares es algo que ahora mismo está en boga y que busca establecimientos como El Molín de Javier Emperador, un viejo molino emplazado sobre la vieja Presa de San Isidro y que ha sido convertido, gracias a un trabajo paulatino y constante, en un bellísimo restaurante y vivienda que se halla en el término municipal de Villaquilambre. La remodelación ha corrido enteramente a cargo de su propietario, Javier Emperador, investigador y estudioso de las tradiciones leonesas y, aunque de la maquinaria del molino ya no queda ni rastro, la rehabilitación ha sido lo más respetuosa posible con la estructura del edificio, así como con el emplazamiento de las canales y la inmersión del molino dentro de un entorno natural de sebe y prados. Este modelo de restaurante ha hecho furor en otras comunidades autónomas y en otros países europeos.

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