El «Código da Vinci»: el fenómeno de ventas del thriller
Las últimas obras que enlazan la historia con la actualidad a través de juegos y misterio se han convertido en un bombazo editorial sin parangón
No corren buenos tiempos para la ficción. Basta con echar un vistazo a las listas de libros más vendidos. Los lectores -según el mercado- piden su dosis de realidad. Quieren datos, documentación, posos de historia. La fórmula de mayor éxito de ventas se llama thriller pseudohistórico y sus dos grandes profetas son Dan Brown, padre de El código Da Vinci , y Matthew Pearl, autor de El Club Dante . Arrasan los dos volúmenes en las librerías de todo el planeta. Según la página web personal de Dan Brown, su título ha alcanzado ya los 7,5 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo (de los cuales, más de medio millón en España, donde la hasta ahora modesta editorial Umbriel prevé llegar a un millón antes de que remate el año). En Galicia, los lectores pueden consumir la obra de Brown en castellano y en gallego, ya que la firma catalana El Aleph ha sacado a la calle una edición gallega de tres mil ejemplares. En ambos casos -y en la estela de imitadores que se reproduce a velocidad de vértigo en los anaqueles de las librerías- coincide el cuidado por la ambientación con la abundancia de detalles históricos que tratan de aportar más verosimilitud a la narración y un argumento detectivesco (uno de los géneros de mayor éxito de la historia de la literatura: ahí está la incombustible Agatha Christie para probarlo). La explosión de este fenómeno comercial ha sido progresiva. Funcionó el efecto exponencial del boca a boca entre los lectores y, de forma espectacular, la presencia en Internet de títulos y autores. El número de entradas que generan estos libros en el buscador Google crece a diario. En inglés, aparecen 796.000 de El código Da Vinci (64.500 en castellano), mientras que El Club Dante produce 352.000 en castellano y un dato similar en inglés. Y las cifras siguen subiendo cada minuto. Presencia en Internet En la Red se puede encontrar hasta un juego virtual para seguir las pesquisas de los protagonistas del libro de Dan Brown (www.elcodigodavinci.com), una web en que sólo los más avezados lectores pueden responder a las preguntas que les plantean. La trama de El Código da Vinci es una de las claves de su efecto enganche . Jacques Saunière, conservador del Louvre, aparece muerto, desnudo, en el centro de una de las galerías del museo. Tiene las extremidades extendidas, una estrella de cinco puntas sobre el abdomen y un círculo trazado alrededor del cuerpo, es decir, reproduce a tamaño natural el boceto de El hombre de Vitrubio , de Leonardo da Vinci. Robert Langdon, profesor de Simbología Religiosa de la Universidad de Harvard, y Sophie Neveu, experta en criptología de la policía francesa, unen sus fuerzas para investigar el crimen. La investigadora resulta ser, pasadas las páginas, descendiente directa de Jesucristo. Nada menos. Por otros parámetros algo más elaborados navega El Club Dante . El argumento también reúne una pizca de historia con un toque forense. En Boston, en 1865, se cometen una serie de crímenes inspirados en los cantos del Inferno , de Dante. Un grupo de profesores de Harvard expertos en el autor toscano, dirigidos por el poeta Henry Wadsworth Longfellow -un personaje que existió realmente-, se convertirán en improvisados detectives para descubrir al autor de los asesinatos. La investigación oficial la dirige Nicholas Rey, el primer policía negro del departamento de Boston. Si en El Código da Vinci Dan Brown lanza sus dardos contra la Iglesia, otro tanto hace uno de los pseudohistóricos en boga. Se trata de Romain Sardou, autor de La herejía , un libro incluido por Grijalbo en su colección de Novela histórica . El cóctel tiene ingredientes de moda: «Una intriga medieval que desvela las sórdidas manipulaciones de la Iglesia», según reza en la contraportada del volumen. Hay suspense, trama detectivesca y una declarada referencia al ya legendario El nombre de la Rosa . También en España Por la misma estela historicista circula Matilde Asensi, una autora española abonada a la receta del éxito. Tras haber arrasado con varios de sus títulos, Asensi presentó hace unos días en Compostela su nuevo libro, Peregrinatio . La trama se sitúa en el año 1324 y relata el viaje a Santiago de un joven caballero. En esta obra recupera el hilo de su novela Iacobus , publicada en el 2000, en la que plasmaba en parte su experiencia en el Camino. Pero el gran ejemplo de literatura pseudohistórica escrita por Asensi es sin duda El último Catón , un best-seller cocinado con la aparición de un cadáver, una secta que colecciona los restos de la Cruz en la que murió Jesucristo y, cómo no, los legajos que se ocultan en los archivos del Vaticano. El escritor Darío Xohán Cabana deja claro, en primer lugar, que no ha leído ni El Club Dante ni El Código da Vinci . Pero acepta el reto de reflexionar sobre un fenómeno editorial y mercantil que, subraya, no supone una gran innovación. «La novela histórica existe como tal género desde el siglo XIX, pero la narración histórica existe desde el inicio mismo de la literatura, con los poemas de Homero», aclara. Rigor o no rigor También resta importancia Darío Xohán Cabana a que los relatos de ficción se ajusten milimétricamente a los hechos históricos de una determinada época: «En Dumas o Walter Scott el rigor histórico es poco menos que cero, pero no es trascendente, como tampoco lo es en Homero, ya que lo menos importante cuando leemos es la exactitud de la descripción del retorno de Ulises a Itaca. Hay otros autores de un rigor histórico extraordinario, como Robert Graves, que practicamente hacen historia novelada». Claro que, como se comprende al vuelo, Dan Brown no es Homero (ni Dumas, ni Scott, ni Graves). No cree Cabana en la existencia de modas literarias: «En realidad, El Señor de los anillos sempre estuvo de moda, desde que se publicó y se conoció aquí nunca dejó de estar de moda, lo que sucede ahora es que hay una película y se publicita todo algo más, pero pienso que en el fondo todo es un efecto mediático». Víctor Freixanes, escritor y director general de Galaxia, también entra en el debate de este enorme fenómeno editorial. Parte de su experiencia personal y de la premisa de que en la edición literaria no funcionan las reglas fijas ni hay cánones que expliquen el éxito de un título. «La edición -explica- es un negocio un poco imprevisible». La receta «Existe un cóctel: un poco de historia, especialmente de épocas oscuras como la Edad Media, algo de esoterismo o ciencias ocultas o organizacións misteriosas que manejan los hilos del poder... y también alguna relación con la religión, la Iglesia o el lado espiritual de la vida», subraya Freixanes, que encuentra la mayoría de estos elementos en el aluvión de novelas históricas actualmente en pleno apogeo. «Esto no tiene que ver con la literatura -recalca el escritor y editor-, sino con una forma de industria, la evasión de la realidad, para la que funcionan muy bien fórmulas como las novelas de aventuras o fantásticas. Son obras muy digeribles y con un discurso narrativo muy visual, muy televisivo». Una técnica que, precisamente, también ayuda a trasladar a la pantalla el contenido de unos libros que tienen en el cine y la televisión un foro todopoderoso para su promoción. «Onda expansiva» En el márketing encuentra Freixanes buena parte de la explicación de lo que este profesor de la Facultad de Ciencias de la Información de Santiago denomina «unha onda expansiva». «Está dentro de eso que podríamos llamar ficción internacional, un espacio atípico en el que circulan fundamentalmente los autores en inglés. Y luego toda esa promoción se completa con la película, como ya ha sucedido con Harry Potter y El Señor de los Anillos », apunta. Víctor Freixanes, como responsable editorial y escritor, admite que corresponde a las gentes de la cultura realizar una cierta autocrítica sobre este fenómeno: «La idea de valorar las obras en función de las ventas debe hacernos reflexionar, porque lo que está pasando es un cierto papanatismo... Si en las mismas manos que leen estos libros caen textos de Jorge Luis Borges o Álvaro Cunqueiro, el lector descubrirá que algunos de esos elementos que le atraen ya estaban ahí y con otro nivel literario, otra calidad». Internet, según el novelista, «es parte de esa onda expansiva, porque en Internet también están Joyce e Tolkien, y lo que sucede es que en este caso se utiliza la Red como otra forma de márketing para promocionar estos libros». Títulos que, zanja Freixanes, están más cerca de la industria del consumo.