Diario de León

Viaje al Catoute, el padre de los montes

Colinas del Campo de Martín Moro Toledano es el pueblo de León con el nombre más largo y el paisaje más ancestral y sugerente

Publicado por
EMILIO GANCEDO | texto
León

Creado:

Actualizado:

La ruta que hoy proponemos no deja concesiones ni a las piernas ni a los objetivos: se trata de acudir directamente a uno de nuestros paisajes más emblemáticos, a un lugar casi mágico, a uno de esos epicentros de fuerza y vigor que de tanto en tanto brotan a lo largo de nuestra vieja y rugosa geografía y que ejercen un enorme poder de sugestión sobre nuestros ánimos: las cuevas de Valporquero, las foces del Curueño y el Torío, el Cares, el panteón real de San Isidoro, las Médulas, las brañas del Alto Sil¿ hitos que, por su impresionante belleza natural o por el recuerdo poderoso que lejanas gentes dejaron en ellos, son considerados símbolos señeros de nuestra región. Y también así ocurre con Colinas del Campo de Martín Moro Toledano, el monte Catoute y la campa de Santiago. El primero es el pueblo leonés con el nombre más largo, y también un ejemplo vivo y perfecto de lo que es la aldea montañesa, con todo su recuerdo de repoblaciones mozárabes, batallas medievales y posesiones templarias, costosos avances hacia el sur y modos de vida que se fueron haciendo centenarios con el incesante paso de las generaciones. El segundo es el techo del Bierzo (mide 2.111 metros) y es también la pilastra que sostiene los espinazos de Omaña, Ribas de Sil y Boeza, columna sobre la que pivotan y se sueldan los montes cantábricos con los de León junto a un mar de torres coronadas de blanco y vestidas de verde y dorado: Arcos de Agua, Tambarón, Rebeza. El tercero, el Campo de Santiago, es un amplio y verde anfiteatro natural, poblado con música de leyendas, donde cada 25 de julio se celebra una formidable fiesta a la que acuden vecinos de todas las comarcas limítrofes: es su punto natural de reunión y de celebración. A esta triple meta nos dirigimos, pues, en un recorrido que nos llevará prácticamente todo el día si queremos hacerlo completo, y que pondrá a prueba nuestra energía y empeño: si salimos a las ocho de la mañana de Colinas, no estaremos de regreso hasta bien entrada la tarde, si bien anotamos una ruta de menor longitud para llevarla a cabo en menos tiempo. Lo primero es tomar contacto con el pueblo, apreciar su arquitectura popular, siempre a base de losa y piedra sin escuadrar, madera en los corredores cerrados con tablado y en los dinteles, todo ello formando unidades individualizadas y cúbicas, autónomas, con la cuadra debajo y la vivienda y las tenadas o pajares arriba. Es la aldea típica de la región leonesa, apiñada y autosuficiente, y regida por el doble poder de la iglesia y el concejo. La despedida nos la dan los prados de siega, las sebes y los álamos, y las cruces de madera de tejo clavadas en las viviendas para ahuyentar a la meiga o al reñubeiru . Tomamos entonces el camino que discurre paralelo al arroyo de Susano, iniciando la ascensión al Catoute entre las nogales, los sabugos (saúcos), los xardones (acebos) y los castaños. La subida al monte tiene su recompensa en la excepcional vista que nos ofrece su firme cabezo desde lo alto, enseñoreándose sobre un océano de oteros, campas y biescas, hogar de corzos, raposos, lobos y urogallos. Traspasamos la cumbre por detrás del pico y llegamos a Las Lagunonas, dos pequeños lagos en la base del pico Rebeza, quizá el mejor lugar de la ruta para merendar. Es a partir de aquí cuando se puede iniciar el descenso por el mismo sitio o bien continuar el recorrido entero hasta el amplio valle glaciar del Campo de Santiago, con su recoleta ermita de Santiago Matamoros en medio, recuerdo de la ayuda guerrera y sobrenatural que libró la zona de los ataques de Almanzor. El descenso posterior se hace siguiendo el curso del río Boeza, que nace en esta llanura privilegiada en mitad de las montañas y que desciende por el valle de su mismo nombre de nuevo hasta Colinas del Campo, según su nombre abreviado. Y para reponer fuerzas después de tanto caminar, de tanto observar y sorprenderse, es recomendable hacer un alto en La Cantina para tomar contacto con los productos de la tierra, que bien merecido lo tiene el andariego.

tracking