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Don Quijote, un loco cuerdo

El psiquiatra Francisco Alonso-Fernández ha tumbado en su diván a Alonso Quijano: aunque el hidalgo sufre un «trastorno bipolar» es «un loco cuerdo»

Publicado por
RODRI GARCÍA | textos
León

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El se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio». Esto escribió Miguel de Cervantes, en las primeras páginas de Don Quijote de la Mancha . Ahora, cuatro siglos más tarde, Francisco Alonso-Fernández, catedrático emérito de Psiquiatría y Psicología Médica de la Complutense de Madrid, ha tumbado en el diván de su consulta al hidalgo Alonso Quijano para analizar sus desvaríos; una de las primeras conclusiones es que su afición por los libros de caballería no es la causa de su trastorno, como se ha dicho a menudo: «Es el primer síntoma de su delirio de autometamorfosis, un delirio de transformación de sí mismo y adopción de una nueva identidad», argumenta este psiquiatra. El diagnóstico final sobre la salud mental del hidalgo lo dará a conocer Alonso-Fernández, presidente de la Asociación Europea de Psiquiatría Social, el próximo mes de octubre en una conferencia que pronunciará en Madrid, en la Academia Nacional de Medicina. Mientras aprovecha su descanso veraniego en Galicia para ir completando las conclusiones; explica que el cambio de identidad es algo que la psiquiatría no empezó a estudiar hasta hace un par de décadas. Euforia y depresión En el caso de su paciente «hay una transformación de su personalidad en el sentido de que se vuelve inquieto, eufórico, más activo, despreocupado, no puede dormir, es más hablador, mucho más inoportuno... Esta transformación es la que le conduce al delirio, lo que se llama enfermedad maníaca, el polo opuesto a la depresión, y de la que cuando se unen fases maníacas y fases depresivas antes se llamaba fase maníacodepresiva, y hoy la denominamos trastorno bipolar». Alrededor de dicho trastorno, marcado por momentos eufóricos y depresivos, surgen todos los males de Alonso Quijano. Un ejemplo de ello es, según el psiquiatra, la penitencia que hace en Sierra Morena ya que durante la misma hay elementos eufóricos y otros depresivos: «Suspira, reza, se pone medio desnudo... Tiene una depresión pero al mismo tiempo da volteretas, hace poesías con buen ánimo... Es decir padece un cuadro mixto y fundándose en ello se puede decir que el diagnóstico fundamental del hidalgo transformado en Don Quijote es que sufre un trastorno bipolar». Otro «daño colateral» es «la inflacción del propio yo, un delirio expansivo, megalómano, que le lleva a inventarse grandes enemigos, muy potentes, que le tienen ojeriza con lo cual todavía se engrandece él más», indica Alonso. En cuanto a la causa de este delirio, «tiene un comienzo autóctono, sobre todo cuando son edades avanzadas de la vida como era el caso de Alonso Quijano, un cincuentón, mientras que en las edades más jóvenes a lo mejor hay situaciones estresantes». Grandezas de una obra Alonso-Fernández apunta que Don Quijote es «una ficción imaginaria, un ente sin carne, ni hueso que ha usurpado el puesto no sólo al hidalgo Alonso Quijano sino al propio Cervantes, porque se le han hecho más homenajes y se han escrito más libros sobre el Quijote que sobre Cervantes». Argumenta que «en el donquijotismo reside la grandeza moral del Quijote y en la figura de Sancho como Sócrates analfabeto, reside la grandeza filosófica y en cambio en el hidalgo enloquecido reside la grandeza psiquiátrica; debido a esa tensión entre locura y cordura que se da en el hidalgo Alonso Quijano convertido en Don Quijote es por lo que yo hablo de un loco lúcido, de un loco que hace desatinos pero en otros momentos, cuando no se le toca el tema de las caballerías demuestra un alto nivel de inteligencia, una gran erudición». Son sólo unas pinceladas del carácter del protagonista de una novela que ha cumplido el sueño que su autor, Miguel de Cervantes, apuntó en el prólogo: «Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el mas hermoso, el más gallardo, el más discreto que pudiera imaginarse».

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