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Un nuevo sistema anima al público a acudir al cine

JESÚS F. SALVADORES

Publicado por
EFE | texto

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La definición del cine como «arte de la imagen en movimiento» vuelve a quedarse pequeña con un nuevo intento de añadir también sensaciones olfativas a un entretenimiento que ya experimentó una auténtica revolución con la introducción del sonido. Viena, unida a la historia del cine gracias al director Oliver Reed y la conversación entre Orson Welles y Joseph Cotten a los pies de la noria del Prater en El tercer hombre (1949), aspira a renovar su idilio con el séptimo arte, esta vez de modo oloroso. La protagonista será la sala IMAX de la capital austríaca, que además de ofrecer cine en tres dimensiones, contará desde 2005 con un sistema controlado por computadora que acompañará las imágenes con efectos olfativos. A través del olfato se consiguen «vivencias absolutamente sensitivas y muy antiguas», explicó hoy el gerente de IMAX en Viena, Alfred Gelbmann, al describir el invento. Este sistema supone «una nueva dimensión» para el cine y ha sido desarrollado por Yellow Point , empresa puntera en este tipo de efectos considerados de última generación. Junto a la introducción de olores, se empleará una nueva tecnología de alta definición que mejorará la imagen. Estos adelantos permitirán efectos para «hacer crecer fuera de la proyección» y ante las narices de los espectadores imágenes, como por ejemplo de un dragón o una nave espacial, afirmó Gelbmann. Pese al entusiasmo promocional de los inventores del sistema, la idea de acompañar la proyección de una película con efectos olfativos viene de antiguo. Tanto, que dentro de dos años cumplirá un siglo. Dejando aparte la costumbre decimonónica en los teatros ingleses de asperjar fragancias durante las funciones, el primer intento de unir cine y olfato tuvo lugar en 1906 en la sala Family de Forest City, en Pensilvania (EEUU). A los gerentes de dicha sala se les ocurrió impregnar bolas de algodón con agua de rosas y esparcirla mediante un ventilador mientras se proyectaba un noticiario sobre el Torneo de las Rosas , festejo tradicional que incluye una competición deportiva. Sin embargo, el honor de ser la primera película de ficción olfativa recae en la romántica El gran combate (1928), de George Fitzmaurice, en la que las andanzas del joven Gary Cooper se vieron acompañadas por un sistema que rociaba con ventiladores esencias que «ilustraban» las imágenes en pantalla. Sin embargo, este sistema de «banda olorosa», que no disipaba las esencias con la misma eficacia que las propagaba, obligó a evacuar alguna sala, ante la asfixiante atmósfera generada. Además, por aquel entonces el mundo del cine estaba inmerso en otra revolución: el sonido. El éxito del musical El cantante de jazz (1927) había demostrado que el espectador quería oír a las estrellas, además de verlas. La siguiente revolución para el cine vendría de fuera de su propio ámbito, y en forma de competidor: la controvertida televisión, cuya popularización en los años 50 disparó las alarmas en los grandes estudios.