Diario de León

TAREA CIENTÍFICA DE CERCA

Presente y futuro de las investigaciones El desarrollo de la enfermedad, por pasos

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|||| A pesar de que en la actualidad no existe cura contra el alzhéimer, el mercado oferta medicamentos con el objetivo de aliviar los síntomas de la enfermedad, mejorando levemente la función y capacidades mentales, especialmente el habla y el reconocimiento de ideas, de los afectados. Pero la vacuna o el tratamiento que frene la enfermedad está aún por llegar, a pesar de que son varias las líneas abiertas que marcan el camino de la investigación. Las células madre se sitúan a la cabeza de cualquier avance ya que pueden generar un nuevo tejido en caso, como sucede con el alzheimer, de que el paciente haya perdido parte del suyo. Sin embargo, el debate que gira en torno al trabajo con células madre, hará, igual que sucede con todo tipo de asuntos morales o éticos, que la investigación avance a un ritmo lento. Otras líneas, de carácter más terapéutico, están orientadas a limpiar los depósitos de diversas proteínas que se acumulan en el cerebro o fármacos que impiden la formación de esos depósitos. Los anticolinesterásticos también son agentes muy estudiados en la actualidad para el tratamiento de la enfermedad, siendo su función enlentecer el proceso que provoca la pérdida de memoria. En los últimos años se han puesto en marcha en diversos países programas preventivos, ya que se cree que esta estrategia pueda ser la forma más eficaz de luchar contra el alzhéimer porque, una vez que la enfermedad muestra los primeros síntomas, muchas neuronas ya han desaparecido. En cuanto a las causas que originan la enfermedad, algo también desconocido para la ciencia hoy en día, y que facilitaría sobremanera el hallazgo de una vacuna contra la enfermedad, algunos investigadores afirman que depende de factores infecciosos. Hay teorías que hablan de la relación del alzhéimer con virus lentos y es conocida la creencia del alzhéimer hereditario, aunque influenciado también por el entorno ambiental. La exposición a factores tóxicos ambientales (aluminio, metales pesados, disolventes orgánicos, etc.), han sido también considerados como factor de riesgo en el alzhéimer. Destacan también otros agentes como la edad, el sexo, la raza, los factores psicosociales, enfermedades asociadas, factores traumáticos y ambientales. Sin embargo, cada día aparecen en diversas partes del mundo investigaciones que sostienen lo positivo o negativo de unos u otros factores, tales como la importancia de comer pescado pasados los 65 o la pésima influencia de la depresión a la hora de contraer alzheimer, etc. en el desarrollo de la enfermedad, aunque hoy por hoy, ninguna hipótesis es lo suficientemente fuerte como para despejar el camino que acerque a la ciencia a una cura eficaz. |||| La primera vez que se describieron las lesiones que el alzhéimer ocasionaba al cerebro fue en 1906. Alois Alzheimer, doctor alemán, comenzó a raíz de su paciente Auguste D. a estudiar la histopatología del cerebro de esta mujer de 51 años de edad que presentaba fantasía de celos respecto de su marido, una progresiva pérdida de memoria, olvido de la utilización de algunos objetos, etc. El médico alemán analizó el cerebro y la médula espinal de la paciente e hizo un importante descubrimiento para aquellos tiempos: en el cerebro de su paciente se había producido la degeneración de las neurofibrillas que forman el citoesqueleto de las neuronas, algo que, hoy en día, es conocido como la base de la enfermedad. Mucho se ha averigüado sobre la enfermedad desde entonces. El alzhéimer ataca las células nerviosas en todas las partes de la corteza del cerebro deteriorando de esta manera las capacidades de la persona. Tres son las palabras básicas que definen este mal: cuadro afásico, agnósico y apráxico. El primero coincide con la capacidad que toda persona tiene de comunicarse, de relacionarse con su entorno y con las personas que le rodean; el segundo con la posibilidad de movimiento y de manipulación, incluyéndose aquí actividades como comer, vestirse, manejar objetos cotidianos, etc. Y por último, la capacidad de recordar, la memoria. Al contraer la enfermedad la persona se encuentra en lo que se conoce como el primer estadio que afecta al cuadro apráxico: presenta olvidos frecuentes que en muchas ocasiones corresponden a actividades que acaba de realizar, por lo que el afectado activa en este momento un mecanismo de defensa que podríamos denominar «el olvido del olvido», con el que trata de no darle importancia a lo que está sucediendo para no preocuparse. Por ello es muy difícil detectar la enfermedad y son en la mayoría de los casos los familiares o los amigos los que, al observar comportamientos o reacciones extrañas en la persona deciden intervenir. Al alcanzar el segundo estadio el individuo comienza a presentar cambios de carácter y personalidad: se vuelven austeros, asustadizos, a la defensiva en muchas ocasiones...todo por la inseguridad que la situación que están viviendo, de la que todavía son conscientes, les provoca en su carácter. Las dificultades para orientarse se hacen aquí más evidentes y la capacidad de la comunicación, se acentúa negativamente. En el tercer estadio los tres cuadros se ven reducidos a su mínima expresión: el enfermo olvida hablar, no sabe manejar objetos y su memoria es nula. Llegado este punto la vida del afectado se puede prolongar de unos 2 a 20 años, sin que en ningún momento sus capacidades mejoren, ya que la enfermedad no tiene retorno.

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