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Las hijas de los candidatos también hacen campaña

Son guapas, jóvenes y tienen madera de líderes. Con estos argumentos, Barbara y Jenna, las hijas de George W. Bush, y Vanessa y Alexandra, retoños de John Kerry, han iniciado su propia campaña para apoyar a sus respectivos padres en la carrera

Publicado por
BÁRBARA CELIS D'AMICO | texto
León

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Cuando hace cuatro años el entonces gobernador de Texas George W. Bush estaba inmerso en plena campaña electoral, sus hijas Barbara y Jenna, que entonces tenían 18 años, eran absolutas desconocidas para el 99% de la población. Ésa era la voluntad de su padre, quien tras entrar en política en 1994, prohibió terminantemente a la prensa hurgar en la vida de sus hijas. Laura y George W. Bush querían preservar la privacidad de las niñas, algo que tampoco quisieron cambiar cuando, en el 2000, Bush se presentó como candidato a presidente. Las mellizas estaban de acuerdo: siendo muy joven, Jenna había sido una «víctima colateral» de la campaña de su padre como gobernador ya que, en medio de un reportaje televisivo, sonó el teléfono y a Bush no se le ocurrió nada mejor que comentar que podía ser «un chico al que le gusta Jenna». La televisión mostró no sólo la frase del padre sino la mueca de horror de la niña, algo que sus compañeros de colegio se ocuparon de recordarle durante meses por lo que, desde entonces, las mellizas siempre tuvieron claro que cuanto menos se dejaran ver, más paz tendrían sus vidas. Sin embargo, como la mayoría de los adolescentes, Jenna y Barbara Bush no pudieron evitar los problemas propios de su edad: el exceso de fiestas y de alcohol, algo de lo que pecó su padre hasta que abrazó el cristianismo evangélico... ¡a los 40 años! La prensa amarilla aprovechó los excesos de las niñas, que estudiaban Humanidades en Yale (Barbara, la morena) y Literatura Inglesa (Jenna, la rubia), para sacarlas del anonimato aprovechando su debilidad por los antros oscuros y la conducción en estado de embriaguez. En mayo de 2001 consiguieron una de sus primeras portadas pero no precisamente por acompañar a su padre en actos oficiales sino por haber sido denunciadas por intentar comprar alcohol con un carné falso y por tenencia ilícita de cerveza siendo menores de 21 años (la edad legal para beber en USA). Pero las adolescentes se hacen mayores y con la edad también llegan responsabilidades, acompañadas a veces de gratas sorpresas. ¿Cuántas mujeres serían capaces de decirle que no a la revista Vogue para posar con ropa de Óscar de la Renta y Calvin Klein, dejarse fotografiar por artistas de primera línea y encima ayudar así a mejorar la imagen de su padre de cara a las elecciones? Jenna y Barbara Bush asumieron responsabilidades en julio embarcándose oficialmente en la campaña de su padre y se estrenaron concediendo en Vogue la primera entrevista de su vida, que además se realizó en el Instituto Español Reina Sofía de Nueva York. Ambas tenían 22 años y se acababan de graduar en la Universidad. Era un intento de dejar atrás un pasado oscuro y abrazar una nueva etapa de seriedad clave para convencer al electorado de que son hijas modélicas con cabeza suficiente para participar activamente en la campaña de su padre. En apenas tres meses las mellizas han hecho sin duda un buen trabajo ya que sus rostros son hoy de los más populares de Estados Unidos. Su momento estelar fue sin duda la Convención Republicana que se celebró a principios de septiembre en Nueva York, donde tuvieron sus diez minutos de gloria al hablar frente a 5.000 delegados republicanos y 15.000 periodistas en uno de los momentos de máxima audiencia. Subieron al escenario justo después de Arnold Swarzenegger, y bromearon sobre el conservadurismo de su abuela, la ex primera dama Barbara Bush, con el sexo. Menos escándalos han protagonizado las hermanas Kerry, que no han tenido una gran atención de los focos de la prensa hasta que su padre se convirtió en el candidato definitivo del partido demócrata. Alexandra, de 30 años, es una cineasta en ciernes que incluso presentó un cortometraje en el último Festival de Cannes, en donde buceaba en el pasado familiar al reflexionar sobre los destrozos de la guerra del Vietnam en una familia estadounidense. Por su parte Vanessa desarrolla su labor profesional (ha estudiado medicina) en torno al trabajo social: ha realizado estudios sobre enfermedades infecciosas e incluso ha participado en una campaña de vacunación en Ghana.