La revuelta de las sotanas
El clero está que trina. Bodas y adopciones para los homosexuales y retirada de la religión como asignatura de peso son demasiados cambios para una sola semana. En los claustros se oyen voces. No son cantos gregorianos precisamente
El clero se siente acosado con tanto cambio social, y Zapatero aplica mano firme en las reformas y el consabido talante para intentar calmar los ánimos. Paños, pero no muy calientes. En el resto de la sociedad, asuntos como el de la asignatura de la religión distraen la atención de lo que verdaderamente debería preocupar, que es qué aprenden los niños en las escuelas. Muchos padres ya no es que no se enteren de qué van las asignaturas, es que casi ni entienden qué quieren decir esos nombres que les ponen. Y qué decir de los derechos de los homosexuales, la bestia negra de unos cuantos obispos del país. Hasta el PP se sumó al final, aunque con algunas reservas, al cambio legislativo que permite a las parejas del mismo sexo casarse y adoptar hijos. O sea, lo que hacían hasta ahora, pero con derechos reconocidos. Y pensiones, y todo aquello de lo que disfrutan las parejas heterosexuales. La sociedad se apunta al cambio. La Iglesia, lógicamente, no. No hay polémica que valga: el clero predica para sus seguidores, pero la religión no es obligatoria, así que están en su derecho de defender sus creencias. Mientras, la mayoría practica el vive y deja vivir. Con la iglesia, en concreto la Catedral y esta vez como excusa, se zurran el Ayuntamiento y la Junta de Castilla y León. La Unesco ha sido clara: las vidrieras no pueden ser patrimonio de la Humanidad. Primero, porque no podrían ser consideradas independientemente del conjunto del templo. Y en este caso, porque el patrimonio mundial reconocido está saturado de templos góticos: sólo cuarenta en Europa. A cambio, se recuerda que el Camino de Santiago sí es patrimonio de la Humanidad reconocido, y con él todas aquellas localidades que recorre. Unos por otros, el patrimonio sin barrer. Se zurran también Bush y Kerry, sólo que en este caso la sangre cae derramada en Irak. Ya ni se cuentan los atentados en los que haya menos de cuarenta muertos. Terribles las imágenes de la masacre infantil que ha dejado esta semana. USA prepara sus votos blancos mientras Irak tapa heridas con harapos tintados de rojo. Por León han caído esta semana distinciones varias. El doctorado honoris causa a los padres de la Constitución. Más bien ya abuelos. Y la Indicación Geográfica Protegida para la maragata mantecada, que se une oficialmente al club, cada vez más numeroso, de los productos locales con denominación de calidad. Bienvenida. También tuvo sustancia el pleno en el que el Ayuntamiento de León aprobó la semiprivatización del servicio del agua, aunque dejó para mejor ocasión los detalles concretos de la transferencia. Nace con protestas, las de la oposición, y con el tufillo del regreso al calor del pleno por parte del leonesista errante (políticamente hablando). Se fue altivo y dando un portazo, pero no cerró la puerta del todo. Volvió cuando convenía y tomó la palabra como si tal cosa. Ahora se dispondrá a negociar. Los ex socios de ex gobierno callan y conceden: las deudas municipales acucian y el agua vendrá a calmar las heridas de las arcas públicas. Está por ver la repercusión sobre los ciudadanos, tanto como meridianamente claro queda que aquí hay negocio. ¿Para cuántos? Negocio, y para mucho si es que todo sale bien, el que se baraja en el siempre potencial puerto de San Isidro. Las solitarias grúas que comienzan a acompañar a los edificios ya tradicionales del alto del esquí tendrán pronto numerosa compañía. La Diputación vendió esta semana los terrenos en los que la empresa asturiana Esquí Golf Resort se ha comprometido a construir siete hoteles y trescientas viviendas. Forma parte del proyecto que pretende revitalizar definitivamente la maquinaria del ocio leonés relacionado con el esquí. Un centro comercial, frente a Pico Agujas, completará la ambiciosa oferta. Que sea para bien.