Tres lámparas y tres pendones
Sorprendente y desconocida, la historia del Señorío de Las Grañeras aparece jalonada a cada paso por tres curiosos elementos que se repiten una y otra vez
El señorío de Las Grañeras, con historia escrita y documentada ya en el siglo catorce, nos conmueve por la entereza y aguante con que soportó los continuos avatares a que fue sometido por la más alta y explotadora nobleza española durante cuatrocientos largos años. Es cierto que esta villa es bastante más antigua que su Señorío y Mayorazgo . Afortunadamente, en estos momentos, está tocando el picaporte de la puerta de la imprenta un grueso volumen suficientemente documentado sobre su desconocida y sorprendente historia. Muchos e increíbles próceres de la vida de España ostentaron el título de Señor de Las Grañeras, no sabemos con qué honor, aunque sí por qué interés. Fue uno de ellos Don Bernardino de Mendoza, Capitán General de las Galeras de España. Había este personaje triunfado en mil batallas navales contra los turcos, especialmente en las plazas de La Goleta, Túnez y en la isla de Alborán. Considerado por algún historiador de la época como «terror de los corsarios y piratas berberiscos», se dio el lujo de poner en desbandada al mismísimo pirata Barbarroja. El regreso de la patria con sus tropas triunfantes lo detalla así Fernández Duro: «la victoria de Alborán se celebró en Málaga con una procesión en que iban los cristianos que habían sido libertados con velas de cera en las manos, después los soldados bizarramente ataviados: a trechos las trompetas, clarines, cajas y pífanos, con gran estruendo de artillería, al final los capitanes, que llevaban en medio a su general Don Bernardino con el estandarte de la Capitana, de Cristo y la Virgen María, descaperuzado, y con esta procesión llegó a la iglesia». Pleito contra el conde de Osorno Don Bernardino de Mendoza, pocos años después y tras un largo pleito ganado por el Gran Capitán y su esposa contra el tercer conde de Osorno y sus herederos, en que estaba en juego la Villa de Las Grañeras , pasa a heredarla con su esposa Doña Elvira Carrillo, crea un nuevo mayorazgo y ostenta, ya en 1552, el título de Señor de Las Grañeras. En estas condiciones, once días después del valeroso asalto a San Quintín y sin haber podido disfrutar del placer de la victoria, «el siete de septiembre de 1557, vencido por los dolores de cruel enfermedad en su lucha contra las incesantes inclemencias del mar y de la guerra, Don Bernardino de Mendoza, el ilustre Capitán de las Galeras de España, el terror de los corsarios y piratas berberiscos, el prudente Consejero del Rey y su auxiliar eficaz en todas las empresas, terminaba sus días en lejano campamento, satisfecho de haber honrado a la patria, servido a la corona y defendido siempre, en contra de la media luna, la sacrosanta enseña de su Dios». Pues bien, esta insigne figura, defensor acérrimo del cristianismo, ferviente devoto de la Virgen María, en algún momento se personó agradecido en el Santuario de la Virgen de Guadalupe. De ello da razón Fray Gabriel de Talavera, escritor de la época, en su Historia de Nuestra Señora de Guadalupe : «Aquí está una hermosísima lámpara de plata, adornada de muchos navíos que, en memoria de los ilustrísimos triunfos que alcanzó de sus enemigos en las batallas navales, ofreció Don Bernardino de Mendoza, Capitán General de las Galeras de España». Otro ilustre Señor de Las Grañeras fue Don Juan Delgado, Secretario Privado de Felipe II, del Consejo de Indias y del Real Consejo de Guerra. Fundador del Mayorazgo de Las Grañeras, en 1577, se dio a la tarea de incorporar a él todos sus bienes y posesiones y de dejar asegurado el futuro sucesorio del mismo. Formaron parte, por disposición suya, de la nueva creación, las casas principales de Palencia, que en otro tiempo pertenecieron al Conde de Buendía, así como tierras, alcabalas, tercias y el Alferazgo Mayor y Regimiento Perpetuo de dicha ciudad. Unos meses después, en escritura particular, anexaba al Mayorazgo de Las Grañeras la capilla de Nuestra Señora del Rosario, adquirida por él en el monasterio de San Pablo. Siempre la lámpara Precisamente, en relación en ella, nos relata Pedro Guerra de Vesga, escribano de su Majestad y uno de los doce escribanos públicos del número antiguo de Palencia, que siendo como era Don Juan Delgado dueño de la capilla y antes de nombrar a su hijos Agustín patrono de la misma, les recuerda a los frailes y religiosos del convento «que están obligados y encargados, de alumbrar la lámpara de la capilla de Nuestra Señora del Rosario... perpetuamente de día y de noche para siempre jamás». Y como habían sobrado seiscientos veinticinco maravedíes de la compra, quiso añadir a éstos «otros tres mil seiscientos maravedíes de manera que quedara dotada la dicha lámpara del aceite necesario y pagado el trabajo de encenderla y limpiarla, para que ardiera de día y de noche por cuatro mil doscientos veinticinco maravedíes al año». El Señorío de Las Grañeras permaneció bajo el escudo de armas de la familia Delgado hasta que, casi un siglo más tarde, se entronca de nuevo con la casa de Lara, sin que se quebrante para ello la línea sucesoria. Un tercer Señor de Las Grañeras tiene que ver también con la historia de otra lámpara. El protagonista es Don Miguel Manrique de Lara, gobernador de Taranto, Barleta, Aversa y Rijoles, en el reino de Nápoles. Allí se casó con Doña Isabel Delgado, hermana y heredera de Don Agustín Delgado Ferrer y Cardona, nieto de Don Juan Delgado y tercer Señor de Las Grañeras. «Pocos años después que nuestro Don Miguel Manrique lograra este matrimonio, le asaltó la muerte en Salamanca a fines de 1597, en lo más robusto de su edad y habiendo otorgado allí su testamento, ante Pedro Ruano, escribano del número. «Mándase sepultar con el hábito de San Francisco, en el monasterio de aquella Orden de Salamanca, en la capilla de sus antepasados y manda una lámpara de plata a Nuestra Señora de la Peña de Francia y que sus testamentarios la doten en tres mil maravedíes de renta al año para aceite». Los pendones, también tres Hasta aquí nos hemos topado con tres Señores de Las Grañeras y tres lámparas , ofrecidas todas ellas a la Virgen en tres advocaciones distintas. ¿Tendrá algo de extraño que también este pueblo se honre, en el presente, con la tenencia de tres pendones, que enarbola por su calles con frecuencia y con orgullo? Hace apenas tres meses se inauguró en el centro del jardín de la plaza de su iglesia patrial, el Altar de los Pendones. Allí desafían al viento y aletean empujando hacia el cielo los anhelos, las plegarias y las quejas de los hijos de la villa. Conocido el pasado señorial y cristiano de Las Grañeras, a nadie debe sorprender que los pendones formen parte esencial de su cultura y que en estas fechas los contemplen hermanados recorriendo las calles de León o haciendo guardia en la explanada del Santuario de la Virgen del Camino. A las tres lámparas que en tres santuarios distintos hicieron presente ante la Virgen el Señorío de Las Grañeras , se añaden hoy tres pendones que testimonian ante la Virgen del Camino la vocación inequívoca de este pueblo leonés a la permanencia de sus costumbres y tradiciones.