París volvió a convertirse en una fiesta automovilística
Del más inalcanzable de los deportivos al más accesible de los utilitarios, la pasarela de la Porte de Versailles mostró al mundo lo que la imaginación de los diseñadores, y la practicidad de los ingenieros, es capaz. El automóvil se vistió de
Mientras Ferrari festejaba su doblete mundialista en la Fórmula Uno (constructores y pilotos) con el F430, un impactante biplaza que interpreta la tecnología de la alta competición trasladada a la calle, los germanos de Mercedes sorprendían con un atrevimiento pocas veces visto en sus catálogos; el CLS resulta ser una perfilada berlina de cuatro puertas con vocación de estilismo coupé. Otro tanto, la fiesta de los triunfos deportivos se vivía sobre la rutilante moqueta del espacio que ocupaba el flamante campeón del Mundo de Rallyes, el chevron de Citroën presentaba el C4, sustituto del Xsara y que recogerá también su testigo deportivo... si es que, finalmente, se disputa el Mundial la próxima temporada. Su primo-hermano, el león de Peugeot, rendía culto a la versión SW del reciente 407, un familiar que rompe, por preciosismo estético y características dinámicas, con lo que han venido siendo los break tradicionales. A la vez que el rombo de Renault, también inmerso en la lucha de la F1 de la mano de Fernando Alonso, se centraba en otra realización familiar de inspiración pucelana , el monovolumen compacto Modus, que se producirá en la factoría vallisoletana para todos los mercados internacionales de la marca. Y para que nada falte, la realidad de la ficción: «L'automobile et la bande dessinée» (El automóvil y la historieta). En la mayoría de los tebeos internacionales (Tintín, Spirou, Gaston Lagaffe, Blake y Mortimer...) los coches forman parte de la escenografía; inspirados en modelos reales o totalmente inventados, los automóviles acaban por traducir la pasión de los dibujantes del «noveno arte» por el mundo de la mecánica...