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Isidro García Pérez, el barrilero de Sardonedo

De las «bimbres» y «paleras» del Órbigo hace Isidro sus barriles con una técnica milenaria que hoy ya nadie quiere aprender

Publicado por
EMILIO GANCEDO | texto DANIEL GARCÍA | fotos
León

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Las cosas artesanas están vivas. Se huelen, se sienten, palpitan. Pertenecen a un mundo que poco tiene que ver con el de la producción en masa, con los grandes centros comerciales, con la prisa, con las rebajas, con los engañosos saldos, con el consumismo voraz e inhumano. La artesanía tiene que ver con la paciencia, con las cosas bien hechas, con los lazos que aún nos anudan a la cultura que nos hizo ser como somos. Responsabilidad urgente de las instituciones y de la sociedad entera es mimarla, protegerla, fomentarla; evitar su irreparable pérdida. Entre otras cosas, porque la artesanía ofrece calidad y calor, sentimiento humano, calidad con mayúsculas. En León tenemos excelentes artesanos que aún continúan desarrollando la labor que aprendieron de sus mayores, una cadena milenaria de la que en ocasiones pende un único y último eslabón. Esta serie de reportajes quiere concienciar a los leoneses de lo vital que resulta salvar la artesanía, es necesario que alguien tome el relevo y aprenda estas técnicas, ya que con su muerte perderíamos otro pedazo de nuestra identidad. Hoy, el protagonista es Isidro García, Sidro el de Sardonedo, que fabrica con habilidad y paciencia los barriles que guardan frescos el vino y el agua, y que tantas veces recorrieron el camino que va de la casa a la era, al práo y al río en tiempo de siega, trilla, maya y ocio. Isidro aprendió a hacer estas rústicas cantimploras que en otros lugares llaman pajizos del señor Antonio, el ti Catabes del cercano pueblo de Armellada, fallecido no hace mucho con más de noventa años. Isidro García teje sus barriles con ramas de palera (especie de sauce) que corta y recoge a finales del mes de abril o durante el mes de mayo hasta el día 16, cuando sube la savia y resulta fácil desprender la corteza. Después de esta fecha, la planta echa el caño , o, por decirlo con una palabra auténticamente leonesa, rucha , o sea, que prende y se endurece. También utiliza Isidro bimbres (mimbres). Las ramas las lleva a casa y las tiene doce o catorce horas en el reguero para que ablanden. Después, Sidro se pone a ratines, en un rincón, a elaborar el barril: desde que se pone hasta que lo acaba, pueden pasan entre cuarenta y cincuenta horas. Monda las varas, abriendo cada una en tres, primero con una navaja y luego con un palo de negrillo de tres puntas. Las raspa con una hoja de navaja incrustada en un trozo de madera, las mete en agua y, ya húmedas, las afina de nuevo para comenzar a tejer. Como nos recuerda la etnógrafa Concha Casado, Isidro García utiliza la antiquísima técnica de «cestería en espiral cosida». Ésta consta, básicamente, de dos elementos: una armadura o elemento pasivo que forma la espiral, la vara de palera o mimbre; y el cosido o elemento activo que fija la forma seguida por la espiral, una tira más fina y flexible. El cosido se hace pasando la tira de palera o mimbre entre los ramales de la espiral por un agujero previamente hecho con una lesna (punzón, lezna). Como dice Isidro, entre los materiales y herramientas «no hay nada de compra», hasta el anillo de metal que coloca para hacer la boca del barril lo hace él mismo. Una de las mayores expertas del mundo en cestería, la investigadora suiza Bignia Kuoni, dice de esta técnica: «La difusión del cosido en espiral cubre el mundo entero y se la considera la más arcaica de las técnicas textiles». Vestigios de su uso lo tenemos en el antiguo Egipto, en culturas lacustres suizas... siendo así la primera forma de cestería que conocieron nuestros antepasados. En la Catedral de León tenemos la famosa vidriera del Nacimiento (año 1565), capilla de la Virgen Blanca, donde un barril de este tipo aparece al lado de un pastor. Una vez terminado, el barril se recubre con barro y se echa pez caliente en su interior. Al día siguiente se lava bien y se coloca una correa de cuero y un tapón de madera. Isidro tiene 63 años y aunque familiares, vecinos y hasta otro artesano, éste de Laguna de Negrillos, han intentado aprender la técnica, a todos les parece demasiado trabajoso. ¡Precisamente por eso tiene tanto mérito lo que hace! ¿Es que es tan difícil encontrar a alguien que desee adquirir este conocimiento único? Por su parte, Isidro no tienen ningún problema en compartirlo y enseñarlo.

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